La huella de Aparecida

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La Jornada mundial de la juventud en 2019 ha sido colocada por el Papa bajo el signo de María

La próxima edición de la JMJ estará bajo la bandera de María, para que la Iglesia aprenda cada vez más a ser madre que escucha, acompaña y camina con los jóvenes. Está convencido de ello el padre Alexandre Awi Mello, desde el junio pasado secretario del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida. A un año de la cita de Panamá, el sacerdote brasileño en esta entrevista con L’ Osservatore Romano habla de la tarea que le confió Francisco.

En los próximos dos años los jóvenes serán protagonistas de dos grandes eventos: el Sínodo y la JMJ. ¿Cómo se valora su contribución?

En mis dieciséis años de vida sacerdotal, siempre he sido asistente de la pastoral juvenil, tanto dentro como fuera del movimiento deSchoenstatt. He aprendido a creer en los jóvenes y a dejarme sorprender por ellos. Creo que pocas veces en la historia de la Iglesia universal los jóvenes hayan estado tan al centro de las preocupaciones, de las reflexiones y de las acciones eclesiales. Sería grave si los pastores no aprovecharan esta oportunidad para promover el protagonismo de los jóvenes; específicamente: dejarles hablar, escucharles, tomar en serio sus inquietudes, apoyarles con el fin de que sean ellos mismos el sujeto del cambio que proponen, acompañarles en los éxitos y en los fracasos, en definitiva, darles espacio y confianza, dejando que nos sorprendan con su creatividad y generosidad. La Jornada mundial de la juventud en 2019 ha sido colocada por el Papa bajo el signo de María. De ella debemos ocntinuar aprendiendo a ser una Iglesia madre, que confía en las potencialidades de sus hijos, les acompaña, les educa y promueve su protagonismo.

¿Cuál fue su experiencia en Aparecida junto al entonces cardenal Bergoglio?

Sin duda, es la persona que más me impresionó en la Conferencia del episcopado latinoamericano. En aquella época, di testimonio de eso, sin imaginar que pudiera convertirse en Papa. Fueron solo veinte días de actividad juntos, siendo yo uno de los secretarios de la comisión de redacción del documento final que él presidía, pero fueron suficientes para tener la gracia de experimentar su humildad, su lucidez intelectual, su capacidad de trabajo en equipo, su sensibilidad humana y espiritual, más allá a su profundo sentido de responsabilidad eclesial.

¿Qué contribución puede dar su experiencia pastoral en América latina a la actividad del dicasterio?

Con el Papa Francisco la experiencia eclesial latinoamericana vuelve a fluir en la Iglesia universal. La rica tradición de esta Iglesia de periferia ahora alcanza en centro de la Iglesia. Como “Iglesia receptiva”, América latina puede, de algún modo, ser “Iglesia fuente” para la catolicidad, según los conceptos propagados por Alberto Methol Ferré, gran amigo del cardenal Bergoglio. El dinamismo eclesial, la vitalidad del laicado, el entusiasmo juvenil, el gran aprecio de las instituciones familiares, el profundo amor a María, la fuerza evangelizadora de la piedad popular, el compromiso profético con los pobres, son, entre otros, contribuciones de la Iglesia de la que provengo y con las que me identifico.

¿Cómo ha acogido la decisión del Pontífice de confiarle el cargo de secretario del dicasterio?

Sinceramente debo decir que acogí su invitación con mucha resistencia interior, puesto que soy bien consciente de mis límites para una tarea de este alcance; además, hay que decir que nunca he pensado ni deseado trabajar en la Curia. Vengo de la pastoral y pienso que allí esté mi puesto, pero prefiero creer que la decisión del cardenal prefecto Farrel, confirmada por el Santo Padre, sea expresión de la voluntad de Dios. Confiando en ello y en la obra de Dios, no mía, acepté el encargo.

¿Cuáles son sus competencias específicas que pondrá al servicio del dicasterio?

Más que nada espero poner mi persona al servicio del dicasterio, con mis capacidades y mis límites. Sé que lo que voy aprendiendo día a día es más de lo que puedo ofrecer. Creo que lo más importante es estar a disposición de la Iglesia universal: del Papa, de los obispos, de los laicos, de las familias, de los jóvenes, de las asociaciones y movimientos; movido por el amor por la Iglesia. Dilexit ecclesiam es la frase que sintetiza la vida de mi fundador, el padre Josef Kentenich (1885-1968) y que me motiva en esta nueva tarea.

¿Usted de qué se ocupa exactamente?

Esta es todavía una fase de aprendizaje de mis funciones, pero puedo decir que, en general, el secretario ayuda al prefecto en todas las tareas. Es un papel de coordinación interna de todo el personal y de su trabajo y de corresponsabilidad con el prefecto para todo el dicasterio y eventualmente también de representación hacia el exterior.

¿Sobre su formación cómo han influido el carisma y la espiritualidad deSchoenstatt?

Debo en gran medida a la alianza de amor con María y al carisma de padreJosé Kentenich mi personalidad y mi vida espiritual, más allá de lo que soy como sacerdote y como ser humano. La pertenencia a una familia espiritual federativa ayuda también a vivir y a trabajar en comunidad, a cultivar una cultura del encuentro, que nosotros llamamos «cultura de la alianza» en todas las dimensiones de la vida. Schoenstatt es un movimiento esencialmente misionero, pedagógico y mariano. De tal modo, yo espero contribuir con este carisma al servicio de todas las realidades que están en relación con el dicasterio.