«Hay que sustituir la hostilidad por la fraternidad en este tiempo de los selfis», articulaba después de poner el bisturí en aquellas partes del comportamiento humano que estos últimos tiempos vive hundida en modelos digitalizados e individuales
«La religiosidad popular ha creado en todos estos siglos un patrimonio extraordinario, y no solo es un bien de toda la humanidad, sino también poesía»
«Las hermandades son un motor de amistad social, como nos dice el papa Francisco, y, por ello, vale la pena recordarlo desde Sevilla y desde otros puntos del mundo»
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, presentaba al cardenal José Tolentino de Mendonça desde la Catedral de Sevilla este viernes, en el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, prestando una mayor relevancia a su figura como un labrador de palabras. Se refería, precisamente, a su afán poético. De este modo, la ponencia de este prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación no podía empezar de otra manera que refiriéndose, precisamente, a las palabras: «El concepto de hermandad no ha desaparecido de nuestro léxico después de tantos siglos» y eso, opinaba, dice mucho de lo que permite que siga existiendo y usándose.
El portugués, que reconocía haber estado ya en Sevilla en los primeros minutos en que ponía los pies en el templo hispalense y lo visitaba por enésima vez (“¿cómo no voy a haber venido yo, que nací a poca distancia de aquí?”, decía al empezar esta entrevista), entraba a través de su alocución en el «sentimiento cultural de nuestros tiempos», que definía como «fragmentado y polarizado», para encontrar en él recursos espirituales, como los que emanan en Sevilla. «Estos son puntos de apoyo para hacer operativa la esperanza y ver más claro el futuro», añadía.
«Hay que sustituir la hostilidad por la fraternidad en este tiempo de los selfis«, articulaba después de poner el bisturí en aquellas partes del comportamiento humano que estos últimos tiempos vive hundido en modelos digitalizados e individuales. Como buen escritor y colaborador en medios de comunicación, no faltaron referencias a plumas como las de Thomas Stearns Eliot y la malagueña María Zambrano, y Mendonça tampoco perdía la oportunidad de pedir “una ampliación de la capacidad de inclusión social», entre cofrades, para hablar más de la palabra «nosotros». Así, entre definiciones y expresiones cargadas de una voluntad formativa para unas sociedades que se encuentran en la encrucijada de modelos antiguos con otros más nuevos, este eminente intelectual de la Santa Sede terminaba citando a otro poeta, Francisco de Quevedo.
El cardenal Tolentino, en el II Congreso de Hermandades y Piedad Popular Flama
¿Cree que la devoción popular que desprenden las hermandades es un estilo de poesía?
Así es. Creo que son muy claras las manifestaciones que tienen sensibilidad poética en la piedad popular. En este sentido, hablaría más bien de una poesía que es, muchas veces, sencilla y sofisticada al mismo tiempo, dado que es la misma expresión del alma humana.
Esto que estoy diciendo podemos verlo principalmente a través de la extraordinaria calidad con las que se hicieron las imágenes que estos días tengo el gusto de volver a presenciar en esta casa de Dios, y que este fin de semana saldrán en romería por la ciudad. La religiosidad popular ha creado en todos estos siglos un patrimonio extraordinario, y no solo es un bien de toda la humanidad, sino también poesía.
De lo que se está hablando mucho, en Sevilla, es de belleza. ¿Cómo la definiría, usted?
Lo has dicho bien. La piedad popular es un laboratorio de belleza, y esta solo puede ser construida desde la voz del corazón. De eso no tengo ninguna duda. Así lo estamos recordando estos días en Sevilla y así es cómo debe continuar caminando este elemento entre los cristianos.
El cardenal Kevin Joseph Farrell se refería a la importancia de mirar al pasado para observar el motor de todo movimiento devocional, eclesial y laico a la vez. En cambio, usted hoy ha querido mirar más en el futuro, cargado de dudas en un mundo cambiante.
El papel que han tenido ha sido importante por lo que respecta a la expresión de la fe. Incluso en lugares muy concretos; me refiero a lugares humanos muy sensibles, que están en las periferias y donde residen los olvidados y los excluidos por la sociedad. Allí también han estado y se mantienen las hermandades. Hay quienes se desviven por activarlas y otorgarles el valor histórico, patrimonial y evangelizador que tienen. Las hermandades son un motor de amistad social, como nos dice el papa Francisco, y, por ello, vale la pena recordarlo desde Sevilla y desde otros puntos del mundo.-
Reporte Católico Laico
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