El mundo necesita cambiar. Escuchar el grito de la tierra y el grito de los pobres. Dar una respuesta radical. Urgente. Porque la temperatura del planeta sigue subiendo y el nivel de los mares no para de alzarse. Mientras tanto, millones de personas siguen viviendo como si nada pasara. Por todo esto el Papa está preocupado. La Santa Sede está decidida a promover una transformación necesaria. Y convocó a personalidades de 150 países con un objetivo: impulsar un movimiento transversal que influya concretamente, comenzando por los foros multilaterales
Laudato si es ya la encíclica más citada en la historia de la Iglesia y apenas tiene tres años. La carta sobre el cuidado de la casa común de Francisco es objeto de constante atención del mundo académico, científico, social e, incluso, judicial. Un poderoso catalizador. Por eso, el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral del Vaticano decidió organizar una conferencia para recordar su aniversario y relanzarla. Todo bajo el título: Salvando nuestra casa común y el futuro de la vida en la tierra.
Más de 400 invitados discutirán, este jueves 5 y el viernes 6 de julio, las perspectivas futuras no del documento en sí, sino de su espíritu. San Juan Pablo II es recordado por el espíritu de Asís, un movimiento a favor de la paz nacido tras el encuentro con líderes de las religiones del mundo, en esa ciudad italiana en 1986. Francisco será recordado por el espíritu de Laudato si. A fin de cuentas, una preocupación por el futuro de la vida en el planeta.
«Laudato si es una invitación al diálogo y a redefinir las prioridades del desarrollo, no solo a las personas de buena voluntad sino a todos los habitantes del planeta, no solo porque todos somos parte del problema, sino porque todos debemos ser parte de la solución», explica a Alfa y Omega Augusto Zampini, responsable de la sección Fe y Desarrollo del mencionado dicasterio.
La conferencia incluye una participación variada y heterogénea. Con funcionarios públicos, políticos, estudiosos, científicos, hombres y mujeres de Iglesia, activistas, jóvenes, representantes de los pueblos indígenas y de la sociedad civil. Entre ellos destaca Michal Kurtyka, presidente de la COP24, la conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático prevista para diciembre de este año en Katowice (Polonia).
De hecho, la reunión vaticana se planteó el ambicioso objetivo de influir efectivamente no solo en esa cumbre, también en otros actos significativos. Como las Jornadas de la Creación que reunirán a las iglesias cristianas en Asís en septiembre, el Global Climate Action Summit que tendrá lugar en San Francisco (Estados Unidos), en ese mismo mes; el IMF/World Bank Meeting (Bali, 12-14 de octubre) y las próximas asambleas del Sínodo de los obispos sobre jóvenes (2018) y Amazonas (2019).
Así, cuatro sesiones paralelas de trabajo tendrán como misión proponer a la Santa Sede recomendaciones concretas para impulsar en esos eventos. «La Iglesia necesita salir y tener impacto», constata Zampini. Una de las prioridades del Papa Francisco, que quiso hacer una excepción a sus vacaciones ya iniciadas y recibirá en audiencia a los asistentes a la conferencia, la mañana del viernes 6.
«El impacto de Laudato si es mucho más importante de lo que los cristianos pensamos, porque propone la noción integral del desarrollo, de la ecología y la espiritualidad que motiva a la gente a cambiar, y las Naciones Unidas nos están pidiendo ayuda a destrabar los intereses mezquinos que no dejan promover el bien común, la lucha contra el cambio climático», precisa el sacerdote, responsable de coordinar el encuentro.
Al mismo acudirán siete indígenas de igual número de países de la región amazónica, el mismo número de indígenas del Asia-Pacífico, además de algunos representantes de África. Su participación no será decorativa, sino activa y propositiva. Serán escuchados sus testimonios, y ellos se sumarán a los grupos de trabajo. De esta manera, hombres de negocios y políticos deberán confrontarse con jóvenes ecologistas, misioneros católicos y delegados de los pueblos originarios. A la hora de votar las conclusiones, todos contarán igual.
La motivación que necesita el mundo
«[En 2015] Laudato si anticipó al acuerdo de París [sobre el cambio climático] gracias al cual, por primera vez en la historia de la humanidad, 192 países acordaron la necesidad de mantener la temperatura lo más bajo posible, cambiar la energía de combustibles fósiles por renovables y hacer todo lo posible por combatir la pobreza. El problema es que ahora ese acuerdo lo deben implementar las naciones y están todas atrasadas, por eso queremos que este relanzamiento sirva para influir en el avance de esa implementación, que se verificará en la cumbre de la COP24», explica Zampini.
Y añade: «Hay que ser ambiciosos porque hay que evitar que el nivel de temperatura del planeta suba en 1,5 grados porque eso afecta directamente la vida de los más pobres y la supervivencia de los ecosistemas intensamente, por amor a los pobres y a la naturaleza esto debe parar y para ello es necesario tomar decisiones radicales y urgentes».
A fin de cuentas, explica, se trata de dar una vuelta de tuerca a la problemática del desarrollo y redefinir la ecología de modo integral, con un aporte de la espiritualidad. Reconoció que el desafío es grande y difícil, pero no imposible. Insistió en que existe un gran deseo, a nivel internacional, por ayudar al Papa y a las Naciones Unidas a instalar la necesidad de un cambio de fondo.
«Por eso necesitamos ayudarnos entre todos, junto a otras iglesias y a la sociedad civil porque justamente es difícil. Cuando uno debe cambiar, esas decisiones cuestan y necesito una motivación grande para ponerlas en práctica; eso en espiritualidad se llama conversión. Lo mismo pasa con una comunidad, es complicado. Para eso se necesita incentivos, motivación y cambios estructurales, no alcanza solo con la buena voluntad. Esta conferencia aspira a promover la motivación personas y comunitaria para el cambio que necesita el mundo», prosigue Zampini.
Para motivar el cambio, a lo largo de los dos días de trabajo en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano, los participantes podrán recorrer una exhibición de proyectos que ya están haciendo realidad esta nueva mirada a nivel social, económico y educativo. Se llaman «buenas prácticas» y buscan demostrar al mundo que «el cambio es posible» y «la injusticia no es invencible».
Esto sin caer en la ingenuidad. Porque dificultades y poderosos intereses existen. De ellos también se va a hablar en la conferencia, para saber cómo vencer los obstáculos y proponer acciones concretas, no solo declaraciones. En este camino saldrá a relucir una paradoja: ¿Cómo lograr un cambio rápido sin imposición? ¿Cómo promover un cambio urgente en el espíritu del diálogo? La clave está en los consensos, tanto a nivel civil como entre las iglesias.
«No nos damos cuenta que el estilo de vida que tenemos, el esquema de producción, intercambio, consumo y desecho, no es sustentable ni para la paz, ni para vivir mejor, ni para dejar un mundo mejor a las futuras generaciones. Cuando nos demos cuenta de que esto está afectando a los más pobres y a todos, entonces empezaremos a cambiar. Cuanto más tiempo demoremos peor va a ser, más radical será el cambio que debamos afrontar y va a ser más costoso desde el punto de vista económico. En estas condiciones, más riesgo tendremos de que el cambio ambiental amplíe la brecha entre ricos y pobres», ilustra Augusto Zampini.
Por eso, apunta: «Todo está interconectado, la conversión ecológica es una conversión de consumo, de desecho, una conversión espiritual y de comportamiento, una conversión integral. La crisis social y ambiental que vivimos es una oportunidad para cambiar este sistema por uno mejor que ayude al bien común. Se trata de salvar el futuro de la vida en el planeta».
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano