Cardenal Porras se comprometió a escuchar el clamor de los pobres y excluidos

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Recibido por el párroco de la Chiquinquirá, franciscano Fray Luis Antonio Salazar

Al asumir como Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, se comprometió a escuchar, atender los clamores, necesidades y expectativas del pueblo, especialmente de los más pobres y excluidos

El cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, envió un mensaje lleno de solidaridad y esperanza “a todos los que sufren enfermedades y carencias” en Venezuela. “A los privados de libertad que sobreviven en condiciones infrahumanas, a sus familiares, a los que han tenido que emigrar rompiendo los afectos y la querencia familiar, a los abatidos por la desesperanza, a los marginados y excluidos, sentimos profundamente resonar en nuestros corazones los gemidos y lamentos, que encuentran eco en nosotros, lo que nos obliga a asemejarnos más y más a Jesús sufriente en la cruz”.

Así lo expresó este 24 de julio, durante la misa que presidió en la iglesia Nuestra Señora de La Chiquinquirá de La Florida, con motivo de su toma de posesión como Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Caracas, en la que estuvo acompañado del episcopado venezolano, sus obispos auxiliares, religiosas, religiosos, el clero capitalino y una alegre feligresía que abarrotó el templo desde muy temprano.

“Junto a ustedes está el inmenso escenario del mundo sanitario, médicos, enfermeras y servidores públicos, su clamor al cielo se escucha con desesperación por estos días en nuestras calles, y que aun devengando sueldos insuficientes siguen prestando su servicio lleno de ternura y compasión. Reciban nuestra cercanía afectiva y el servicio samaritano de la comunidad eclesial”, expresó en los saludos hacia el final de la misa.

Fundido en abrazos con el pueblo de Dios

Eran las 10 y 7 de la mañana, cuando llegó al inmenso templo asistido por monseñor Adán Ramírez Ortiz, canciller de la curia arquidiocesana; monseñor Henry William Padilla, párroco de la Basílica Santa Teresa; y siendo recibido por el párroco de la Chiquinquirá, franciscano Fray Luis Antonio Salazar.

Besó un Cristo como símbolo de respeto a este recinto religioso, y poco a poco se fue desplazando por la nave central saludando efusivamente a la feligresía; luego pasó por las demás naves de la iglesia. El cariño de la gente lo sintió de inmediato fundiéndose con algunos de ellos en prolongados abrazos. “Muchas gracias”, les decía al recibir la expresión: “¡Bienvenido Cardenal Porras!”.

Luego se acercó al altar donde se encuentra el Santísimo Sacramento e hizo oraciones por la paz de Venezuela y su labor pastoral.

El coro de la parroquia San Benito, dejaba escuchar sus cantos para comenzar a la ceremonia religiosa. Durante la homilía, Baltazar Porras dijo que el inicio de su labor pastoral en Caracas coincide con el natalicio del Libertador Simón Bolívar que resalta los valores de libertad de una Nación que hoy vive una de sus peores crisis.

Evangelización y promoción humana

“Lo primero que quiero hacer es escuchar y atender los clamores, necesidades, expectativas del pueblo, oír a los agentes pastorales, sacerdotes, religiosos, laicos que han llevado y llevan el trabajo evangelizador, de asistencia social y promoción humana; estar atento a las muchas urgencias y propuestas de instituciones públicas y privadas cuyas opiniones representan y tienen eco en Caracas y en el país”, dijo.

“Me pongo a disposición de todos, dispuesto a ser discípulo misionero, especialmente de los más pobres y excluidos de la sociedad”, expresó emocionado. Igualmente, lamentó la situación difícil por la cual atraviesan los venezolanos ante el crecimiento desmesurado de la pobreza, como consecuencia de la gestión gubernamental que “ostenta el poder sin escrúpulos”.

Convocó a la feligresía que lo escuchaba atentamente, a no quedarse sólo en las palabras, sino en los testimonios que predica la Santa Palabra “de amarnos los unos a los otros como Dios nos ha amado”, “a vivir en esperanza ante tanto caos”.

Afirmó además, que “la tarea que tenemos por delante es de todos, de allí la necesidad de tener corazones humanizados contra la desesperanza, a reforzar los valores, las virtudes de la reconciliación de la población herida ante tantos desmanes de quienes dirigen el país”. Instó a los jóvenes a “no desesperarse” y perder la alegría que los caracteriza. “Ustedes son nuestro futuro y queremos acompañarlos y apoyarlos”.

Tuvo palabras de agradecimiento al mundo intelectual y de la cultura, y los aupó a no desmayar en sus investigaciones. En ese sentido, saludó a los empresarios, y los conminó a seguir produciendo bienes y servicios en pro del desarrollo venezolano. De la misma manera, hizo referencia a la situación de los trabajadores del país y la precariedad en el poder adquisitivo que devengan. Los invitó a seguir luchando por sus reivindicaciones socio económicas.

Mujeres son el rostro suficiente de Venezuela

 Porras también expresó bendiciones para las mujeres venezolanas a las cuales consideró “los rostros sufrientes”, el sostén  de las familias  y que “son nuestras reservas”. Precisamente, una de estas mujeres que asistió a la investidura del Administrador Apostólico fue la señora Yamile Rojas Saleh, la madre del preso político Lorent Saleh, detenido injustamente por el gobierno.

El Purpurado destacó que las mujeres venezolanas han sido las primeras en subir a los altares, como las Madres María de San José, Candelaria de San José y Carmen Rendiles. Alabó la labor de los religiosos venezolanos por su servicio al prójimo, y los invitó a unirse más a la vocación de trabajo por los más necesitados.

El Cardenal Porras elevó plegarias hacia los obispos nicaragüenses para que encuentren una salida pacífica a la crisis en su Nación, generando un aplauso que se prolongó al menos dos minutos.

Expresó un cordial saludo a los pobladores de El Calabozo (estado Guárico), y entre risas afirmó que para ellos sigo siendo “el padre Porras”. También saludó a las comunidades de Mérida y Caracas, “sitios donde he vivido”, e invitó a los venezolanos en general, a luchar contra el egoísmo, y lograr vivir en paz sin violencia.

El Guardián Católico