De nuevo, Bergoglio clama contra el clericalismo: “Debería ser prohibido en todas sus formas”
Celebrar, acompañar, testimoniar. Tres verbos marcaron el encuentro de primera hora de la tarde de este 15 de septiembre del papa Francisco con el clero, la vida religiosa y los seminaristas en la catedral de Palermo. Tres verbos que invitó que sean conjugados a la manera de Pino Pugliese, cuya memoria ha venido a recordar en este viaje a la diócesis de Palermo, y que son “básicos y simples” y, por tanto, fieles a la figura de quien es el primer mártir de la mafia, “que era simplemente un sacerdote, un verdadero sacerdote”.
Sobre celebrar, conjugado cada día en el altar, el Papa reclamó que no se quede allí, sino que sea “nuestro programa de vida diaria” que debe recordarnos que “el sacerdote es el hombre del regalo, del don de sí mismo, todos los días, sin vacaciones y sin pausa”, por lo que no cabe hacer de esa vocación “una profesión, sino una donación”, a la manera de Don Pino, cuyo epílogo “fue la consecuencia lógica de la misa que celebró todos los días”.
Pero el sacerdote, añadió Jorge Mario Bergoglio, ha de ser también “un hombre de perdón, que no guarda rencor”, y “el portador de la paz de Jesús: benevolente, misericordioso, que perdona a los demás como Dios los perdona a través de él y porta concordia donde hay división, armonía donde hay riña, serenidad donde hay animosidad. Es un ministro de reconciliación a tiempo completo”.
El ‘gimnasio’ de los curas y consagrados
El “gimnasio -apuntó el Papa- donde se entrena para ser hombres de perdón es el seminario y luego el presbiterio, y para el consagrado, la comunidad”. “Existe el deseo de unirse, según Dios, para ser nutrido allí; no dividir, según el diablo. Allí los hermanos y hermanas deben ser aceptados, allí el Señor llama todos los días a trabajar para superar las diferencias. Y esta es una parte constitutiva de ser sacerdotes y consagrados. No es un accidente, pertenece a la sustancia. Poner cizaña, provocar divisiones, chismorrear, conversar no son ‘pecados que todos hacen’: es negar nuestra identidad”, les dijo.
Regalándose y perdonando, así invitó el Papa a conjugar este primer verbo celebrar, porque “el sacerdote es un hombre de Dios las 24 horas del día, no es un hombre sagrado cuando usa vestimentas. La liturgia es vida para ti, no un ritual”, y les ofreció la fórmula de las “3P” del Padre Puglisi para ayudarles en esa tarea “esenciales para cada sacerdote todos los días: oración, Palabra, Pan”.
Pero, además, y en relación con la piedad popular, Bergoglio les pidió conjugar un verbo más: vigilar. Y así, valorando “el tesoro de la piedad popular, muy común en estas tierras”, les exhortó a ser vigilantes “para que esta religiosidad no sea explotada por la presencia de la mafia, porque entonces, en lugar de ser un medio de adoración amorosa, se convierte en un vehículo para la ostentación corrupto”.
“El testimonio es contagioso”
En cuanto al segundo verbo, acompañar, les dijo que “es la piedra angular de ser pastores hoy” para llegar a ser, como Don Pino, “iconos vivos de la proximidad”, abundando en el ejemplo del sacerdote martirizado por la mafia – y cuyos restos descansan en la catedral donde se desarrollaba el encuentro, y ante los que rezó unos instantes en silencio-, pidiendo aprender de él “rechazar cualquier espiritualidad incorpórea y ensuciarnos las manos con los problemas de las personas”.
Consciente de las muchas dificultades que los sacerdotes y consagrados han de sortear y vencer en territorios tan degradados como aquellos en donde campa el crimen organizado, Francisco les instó a “crear lugares de encuentro donde rezar, reflexionar, jugar, pasar el tiempo de una manera saludable y aprender a ser buenos cristianos y ciudadanos honestos”, porque esta es “una pastoral que genera, y que regenera al sacerdote mismo”.
Y en cuanto al último verbo, “que en realidad es el primero”, Bergoglio les pidió que testimoniar, ser testigos, pues “es lo que busca la gente en el sacerdote y el consagrado”. “La vida habla más que las palabras –añadió-. El testimonio es contagioso” y “hoy más que nunca, el Evangelio nos pide esto: servir en simplicidad”.
Contra toda forma de clericalismo
En este punto, el Papa volvió a sobre un tema que le preocupa mucho, como hemos visto en sus últimas intervenciones: el clericalismo. “La Iglesia no está por encima del mundo, sino dentro del mundo, para hacer que fermente. Por esta razón, queridos hermanos, toda forma de clericalismo debería ser prohibida: no tengan con sus ciudadanos actitudes altaneras, arrogantes o autoritarias. Para ser testigos creíbles, debe recordarse que antes de ser sacerdotes, siempre somos diáconos; antes de ser ministros sagrados, somos hermanos de todos”.
Abundando en esta cuestión que, en su opinión, está en el origen de muchos de los males que está viviendo ahora la Iglesia, Bergoglio, pidió que “el ‘carrerismo’ y el ‘familismo’ son enemigos que deben ser expulsados, porque su lógica es la del poder, y el sacerdote no es un hombre de poder, sino de servicio”, reclamando finalmente que que huyan de una doble moral: “Una para el pueblo de Dios y otra en su propio hogar”.
Francisco, que compartió numerosas anécdotas con los curas, religiosos, religiosas y seminaristas de toda Sicilia, acabó pidiéndoles a todos perdón por hablar “así, tan fuerte, pero es que me gusta decir así estas cosas“, les apuntó, gesto que fue respondido conun sonoro aplauso.
Tras este encuentro con el clero, la vida religiosa y los seminaristas, Jorge Mario Bergoglio se dirigió a la Piazza Politeama, donde ya miles de jóvenes le esperaban en lo que se esperaba a que fuese el encuentro más festivo de intensa jornada papal en Sicilia.
Vida Nueva