A partir de mañana, lo veneramos con San Romero de América, cuando el Papa Francisco nos da la alegría de canonizarlo. La provincia divina ha permitido que el Papa latinoamericano proclame santo al Arzobispo de San Salvador. El Señor ha estado bueno con nosotros y estamos alegres.
Cuando la Iglesia es ungida por el Espíritu Santo el día de Pentecostés, se transforma por su gracia en sierva de la humanidad, para anunciar el Evangelio a los pobres, luchar por la liberación de los oprimidos y proclamar que un mundo distinto, gobernado por Dios es posible (cf. Lc 4, 16-18). Mons. Oscar Arnulfo Romero es testigo (mártir) de esta buena noticia. Viviendo como Jesús y entregado por su causa de salvación, es asesinado el lunes 24 de marzo de 1980, celebrando la Eucaristía en la capilla del hospital de la Divina Provincia en la colonia Miramontes de San Salvador. Ahí selló con su sangre la alianza de amor con su pueblo. Es beatificado por el mismo Papa Francisco el sábado 23 de marzo de 2015, vísperas de Pentecostés.
Su pueblo es dominada por un régimen militar totalitario desde 1962, con un movimiento opositor violentamente reprimido: arrestos, desaparecidos, allanamientos de moradas, torturas y muertes. Al lado del pueblo, una Iglesia comprometida con su pueblo, especialmente con los pobres y oprimidos, también sufre la persecución, con expulsiones y asesinatos de laicos, religiosas, religiosos y sacerdotes. No faltaron reacciones de guerrillas izquierdistas que, mucho más grave, seducían a cristianos cansados ante la situación inhumana de miseria y opresión. Sin embargo, el santo pastor, el 10 de febrero de 1977, al ser designado Arzobispo, aclaró que “el gobierno no debe tomar al Sacerdote que se pronuncia por la justicia social como un político o elemento subversivo, cuando éste está cumpliendo su misión en la política de bien común”.
Mons. Romero es querido, seguido, criticado, perseguido y asesinado. Muchos, incluso, lo acusan de izquierdista. Pero, le toca vivir una situación muy difícil. O es indiferente, cuidando su imagen y evitar que lo acusaran de tomar partido por alguna ideología, o, con la convicción de la fe y el compromiso del Evangelio de Jesús, como la Iglesia en Medellín y de Puebla, sin pretender ningún poder ni defender ideología alguna, opta por la opción preferencial por los pobres. Y, con sólo la predicación de la Palabra de Dios, se convierte en profeta de la paz y de los derechos humanos. Toma muy en serio el Vaticano II: “El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo, de los pobres y de los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón” (Gaudium et Spes 1).
El Centro Arquidiocesano de Estudios de la Doctrina Social de la Iglesia se une al júbilo de todos los pueblos latinoamericanos por la canonización de Mons. Oscar Arnulfo Romero, el día de mañana 14 de octubre de 2018.
Le pedimos al Señor que, por los méritos del mártir y pastor, San Romero de América, no impulse a la conquista de la libertad y la democracia en Venezuela.
Padre Andrés Bravo