En su mensaje con motivo de la XXVII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará en Calcuta el 11 de febrero, Francisco promueve la “cultura del don” frente a la del “descarte”
Aplaude la labor de los voluntarios, que son capaces “de crear las condiciones para que el enfermo, de objeto pasivo de cuidados, se convierta en un sujeto activo y protagonista”
“Las instituciones de salud católicas no deberían caer en la trampa de anteponer los intereses de empresa, sino más bien en proteger el cuidado de la persona en lugar del beneficio”. En el mensaje con motivo de la XXVII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra en Calcuta (India) el 11 de febrero de 2019, y cuyo contenido fue hecho público por el Vaticano este martes, 8 de enero, el papa Francisco invitó a los organismos eclesiales que operan en el campo de la salud a que promuevan “la cultura de la gratuidad y del don, indispensable para superar la cultura del beneficio y del descarte”.
Jorge Mario Bergoglio recordó “con alegría y admiración” a la santa Madre Teresa de Calcuta, que canonizó en septiembre de 2016, y la presentó como un modelo a seguir porque con sus obras de caridad “hizo visible el amor de Dios por los pobres y los enfermos”. La santa de origen albanés “nos ayuda a comprender que el único criterio de acción debe ser el amor gratuito a todos, sin distinción de lengua, cultura, etnia o religión”.
Los voluntarios, como el Buen Samaritano
Invitando a los católicos a dejarse guiar por el ejemplo de Madre Teresa, el Papa destacó que la gratuidad humana es “la levadura de la acción de los voluntarios, que son tan importantes en el sector socio-sanitario y que viven de manera elocuente la espiritualidad del Buen Samaritano”.
Francisco manifestó su agradecimiento y ánimo a todas las asociaciones de voluntariado que se ocupan de los enfermos y subrayó cómo el voluntario es “un amigo desinteresado con quien se puede compartir pensamientos y emociones”.
La existencia misma es un don
Por medio de la escucha, la persona que se dona de forma altruista “es capaz de crear las condiciones para que el enfermo, de objeto pasivo de cuidados, se convierta en un sujeto activo y protagonista de una relación de reciprocidad, que recupere la esperanza, y mejor dispuesto para aceptar las terapias”.
En su reflexión sobre los “gestos gratuitos de donación”, el Pontífice advirtió que la propia existencia de las personas es un don, por lo que “no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada”. Esta consideración resulta particularmente necesaria frente a las “conquistas de la medicina y de la biotecnología, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulación del ‘árbol de la vida’”.
Vida Nueva