Bienaventurados, los que trabajan por la paz; porque serán llamados hijos de Dios (Mateo 5,9)*
Nosotros, religiosas, religiosos y miembros de institutos seculares, damos gracias a Dios, en su bondad, porque nos permite comenzar un año más, siendo ésta una oportunidad para seguir impulsando nuestra misión evangelizadora y continuar con la ardua tarea de reconstrucción
de nuestro país. Animados por este nuevo año, regalo de Dios, renovamos nuestra intención de ser luz en las situaciones que enfrentamos como Iglesia, como Vida Consagrada, como país.
Quienes conformamos este grupo de consagrados, comprometidos con el Evangelio que es justicia, verdad y paz, y entregados al servicio mediante la caridad en todas las necesidades que requiera la sociedad, en plena unidad con el Episcopado Venezolano, a quien respaldamos
plenamente en su exhortación del día de hoy en el marco de su CXI Asamblea Ordinaria, y con quien compartimos las angustias y tristezas de nuestro pueblo, denunciamos las situaciones que están generando gran malestar en nuestra sociedad venezolana.
Constatamos que en cada venezolano, y de cualquier tendencia política, hay un sentimiento de abandono total, tanto por parte del Estado, quien solo se contenta con la entrega de dádivas para calmar, por momentos, el hambre y algunas otras necesidades, y abandono también por el
sector autodenominado oposición, que enredado en divisiones, no presenta alternativas viables.
Hay una voz unánime del pueblo que manifiesta no querer seguir viviendo de esa forma, la cual nos está llevando cada vez más a la pobreza, a la pérdida de la salud, al descuido casi total de la educación, al caos en los servicios públicos, a la imposibilidad de garantizar la cesta alimentaria familiar, a la impunidad total que aumenta la corrupción y la violencia, en fin, a unas condiciones que no garantizan la vida.
Ante tanta humillación e insensibilidad hacia el pueblo venezolano, responsablemente manifestamos que reprochamos, por considerarla ilegítima, la pretensión del actual Presidente de la República de gobernar un período presidencial más.
Consideramos que se ha torcido la voluntad del pueblo inventando unos resultados electorales favorables, violando las normas, pasando por encima de la opinión de los venezolanos en su desenfrenada lucha por imponer un sistema de gobierno que ha generado únicamente atraso y pobreza total al país.
Por tanto, proponemos el rescate de las instituciones del Estado, para que asumiendo su rol imparcial de justicia, puedan frenar esta carrera siniestra hacia la dictadura plena, y garantizar por medio de elecciones presidenciales transparentes y libres la vuelta al orden democrático y
asegurar el fomento del bien común. El silencio es complicidad, y permite que siga siendo nuestro pueblo el gran perdedor, el olvidado, y se favorezca el fortalecimiento de un liderazgo que se erige sobre pedestales de corrupción, impunidad y delincuencia.
Así, ante la difícil situación del país, imploramos de Dios que nos envíe su Espíritu, y que nos permita el triunfo de la justicia, de tal modo que sea posible reconstruir a nuestra querida Venezuela en este año 2019 que apenas comienza.
En Caracas, a los nueve días del mes de enero de 2019.
Conferencia de Religiosas y Religiosos de Venezuela, CONVER
Junta Directiva