Mi humilde opinión
Pareciera que la postura de la Conferencia Episcopal Venezolana de considerar a Maduro como ilegitimo, fuera contrariada por la Santa Sede al permitir que un representante diplomático vaticano hiciera acto de presencia en el acto de juramentación de Maduro.
Partamos de un principio de la Diplomacia Vaticana: La Santa Sede no ha roto ni rompera relaciones con ningún Estado. El Estado, para una sana diplomacia y más aún para la diplomacia más antigua del mundo como lo es la diplomacia vaticana, es mucho más que los gobiernos (unas veces de izquierda, otras de derecha); y la Nación es mucho más que los gobiernos y el mismo Estado.
La Santa Sede en su vida diplomática siempre ha buscado dejar una puerta abierta para el diálogo entre las naciones, y de facilitar un diálogo al interno de cada Nación. En el caso de Venezuela, La Santa Sede al enviar un representante de bajo nivel a la ceremonia (no fue el Nuncio Apostólico, sino un Secretario de la Nunciatura), quiso indicar con claridad y diplomacia -no solo al gobierno cuestionado- sino a la Nación venezolana y a las Naciones del mundo el desagrado con el gobierno que pretende representar al Estado y a la Nación…
Si esta “nota de protesta” de la Santa Sede no es bien interpretada por muchos venezolanos (incluidos sacerdotes), sí fue bien interpretada, aunque manipulada -siempre lo han hecho-, por el “gobierno ilegítimo” de Venezuela. Y lo más importante, también fue bien interpretada por el resto de gobiernos, Estados y Naciones del mundo.
Ese modo de protestar de la Santa Sede tiene más fuerza, cuando en Venezuela el Nuncio Apostólico es “Decano del Cuerpo Diplomático”.
Si alguien no ha entendido la alta nota de protesta del Vaticano, pues no se puede hacer más nada. Sólo aspiro, como católico, que el futuro inmediato se mantenga la coherencia y se logren los resultados.
En conclusión, la Santa Sede usó de modo exquisito y nuclear las armas de la diplomocia para confrontar a un gobierno que ha usurpado el Estado y no está sirviendo a la Nación.