“El abuso de niños es un mal en cualquier tiempo y lugar: este punto no es negociable”: lo escriben los Superiores y Superioras Mayores de Órdenes y Congregaciones religiosas del mundo entero, en una declaración previa al encuentro sobre Protección de menores que tendrá lugar del 21 al 25 de febrero
“Reconocemos que hubo maneras inadecuadas de tratar este tema y una vergonzosa incapacidad de comprender vuestro dolor. Ofrecemos nuestras más sinceras disculpas y nuestro pesar. Les pedimos que crean en nuestra buena voluntad y sinceridad. Y los invitamos a trabajar con nosotros para crear nuevas estructuras que aseguren la minimización de los riesgos»: lo dicen los Superiores y Superioras Mayores de Órdenes y Congregaciones religiosas del mundo entero a los supervivientes de los abusos, en un comunicado emitido a dos días del inicio del Encuentro querido por el Papa Francisco en el Vaticano para tratar el tema de la Protección de los menores.
Un denominador común
Los religiosos expresan encontrar a menudo situaciones donde los niños no son deseados y son víctima de abuso, de olvido y de maltrato, narrando la propia experiencia, y distinguen un común denominador:
“Vemos a niños soldados; la trata de menores; el abuso sexual a menores; el abuso físico y emocional a menores. Son voces que claman”, expresan. “Lo común a todas estas situaciones es la vulnerabilidad. Los niños son los sujetos más vulnerables en nuestras sociedades. Los niños pobres, discapacitados o indigentes, los que viven en los márgenes, que pertenecen a las clases sociales o castas más bajas pueden ser particularmente vulnerables. Son considerados ‘no esenciales’, ‘objeto’ de uso y abuso”.
«Vergüenza de no darnos cuenta de lo ocurrido»
Haciendo presente que la reunión de los próximos días se centra en particular en el abuso sexual a niños y en el abuso de poder y conciencia de parte de quienes ostentan autoridad en la Iglesia, escriben:
“Inclinamos nuestras cabezas con vergüenza al darnos cuenta de que este abuso ha tenido lugar en nuestras Congregaciones y Órdenes, y en nuestra Iglesia. Hemos aprendido que quienes abusan ocultan deliberadamente sus acciones y son manipuladores. Por definición, es difícil descubrir estos abusos. Nuestra vergüenza aumenta al constatar que no nos hemos dado cuenta de lo que estaba ocurriendo. Al mirar las Provincias y Regiones de nuestras Órdenes y Congregaciones en el mundo entero, nos damos cuenta de que la respuesta de las personas en autoridad no ha sido la que debía haber sido. No han sabido ver las señales de alarma o no se las tomaron en serio”.
Implementación de soluciones pueda ser rápida y universal
En relación a las esperanzas puestas en este encuentro, los religiosos y religiosas dan cuenta de que “es posible imaginar nuevos pasos hacia adelante”, y “tomar decisiones para que la implementación pueda ser rápida y universal, con el debido respeto a las diversas culturas”.
Reconocer el mal, acoger a supervivientes y acompañarlos
En relación al liderazgo del Papa Francisco, que definen “clave” para que la Iglesia afronte estos flagelos, aseguran unirse a su misión “de reconocer humildemente y confesar el mal que se ha hecho; de acoger a los supervivientes, de aprender de ellos cómo acompañar a quienes han sido objeto de abusos y cómo desean que escuchemos sus historias”.
«Podemos hacer la diferencia»
Los religiosos ponen luego el foco en tres puntos, en la educación y la salud en primer lugar, a través de las escuelas y hospitales por ellos regenteado, en donde afirman que pueden “hacer la diferencia”, y aseguran: “estas instituciones tienen ahora una mayor conciencia del problema de abuso, así como mejores protocolos y niveles de protección. Los niños que acuden a estos lugares están más seguros que nunca”.
También anuncian la integración de la protección de menores y adultos vulnerables en los programas de formación, “asegurando que en cada etapa se proporcione una adecuada instrucción y educación tanto a los formadores como a los formandos”. Y expresan que si bien comprenden que las personas que han sido víctimas de abuso de parte de sacerdotes o religiosos/as puedan querer estar lejos de la Iglesia y de quienes la representan, comunican que pedirán a Centros de Espiritualidad que “desarrollen programas especiales para acompañar a cualquier persona, víctima de abusos, que desea encontrar ayuda en sus dificultades respecto a la fe y al sentido de la vida”. “Sabemos – dicen – que hay algunos supervivientes que quieren recorrer este camino de sanación, y trataremos humildemente de caminar con ellos”.
Necesidad de conversión: «queremos cambiar»
“Nos sentimos necesitados de conversión y queremos cambiar. Queremos actuar con humildad. Queremos identificar nuestros puntos ciegos. Queremos denunciar cualquier abuso de poder. Nos comprometemos a caminar con aquellos a quienes servimos, avanzando con transparencia y confianza, honestidad y sincero arrepentimiento”.
Colaboración en la selección candidatos vida religiosa
Con la mirada puesta en las sociedades que están llevando a cabo prácticas de protección de menores, citan la problemática de los recursos, poniendo de manifiesto que tanto la UISG como la USG pondrán los medios para que las Congregaciones trabajen juntas en la selección de candidatos que entran en la vida religiosa, identificando las mejores prácticas:
“Dicha selección ha de ser obligatoria y de la mejor calidad”.
Se requiere la colaboración de los padres
Por otra parte, solicitan la ayuda de los padres en la lucha contra el abuso, quienes “tienen un instinto natural para la protección de los niños”:
“Nuestras maneras de abordar las acusaciones hubieran sido muy diferentes y se habría evitado mucho sufrimiento tanto a las víctimas como a sus familias”.
A quienes quieren unirse a órdenes religiosas o ser formados en seminarios
Antes del mensaje a los supervivientes, citado en el inicio de este servicio, los superiores/as se comprometen – tras recordar los recientes informes sobre abuso y explotación de religiosas, seminaristas y candidatos en casas de formación – con las personas que tienen vocación para la vida consagrada:
“Queremos asegurar que quienes piden generosamente unirse a las órdenes religiosas o que son formados en los seminarios vivan en lugares seguros, donde se alimenta su vocación y donde reciban ayuda para crecer en madurez en su deseo de amar a Dios y al prójimo”.