A mediados de 2016 Ángel, de 26 años, se enteró que iba a ser papá por primera vez, de una niña que no planificó.
Su primer pensamiento, en medio del impacto y el miedo, fue claro: tenía que emigrar, pues jamás le podría dar un futuro digno en Venezuela trabajando como profesor de música. No obstante, una oportunidad apareció por recomendación: el freelance.
Un amigo le habló de Fiverr, una página web en la que podía producir canciones y cobrar en moneda extranjera por ello. En aquel entonces la hiperinflación no apuntaba a que podía alcanzar la cifra de 10 millones por ciento, como ha calculado el Fondo Monetario Intenacional, así que le pareció una idea bastante rentable, aunque tenía sus dudas.
Decidió renunciar al colegio donde trabajaba y empezó a combinar Fiverr con un trabajo de mesonero por las noches en un restaurante de sushi; al mes renunció al restaurante.
“Me empezaron a salir tantos trabajos que tenía que rechazar algunos”, cuenta. “Mis ingresos empezaron a crecer y pude cubrir los gastos del embarazo de mi esposa”.
No fue lo único. También montó un estudio de grabación en su casa, compró ropa para su pequeña y hasta empezó a ayudar con comida semanal para la casa de su mamá. Sus ingresos, en promedio, estaban por encima de los 300 dólares al mes. Nada podía ir mejor hasta que llegó el 2018: “Allí empezaron los apagones”.
Ángel es del Zulia, específicamente de Maracaibo. El pasado año esta región sufrió una crisis eléctrica sin precedentes que duró meses y afectó significativamente su trabajo. “Mis ingresos bajaron mucho porque dejé de aceptar trabajos por no poder entregarlos a tiempo”, explica. “Aunque logré mantenerme, no me fue igual de bien que en 2017”.
El fantasma ha vuelto. Pero mucho peor: ahora es en todo el país y, según el ministro de Energía Eléctrica, Igor Gaviria, la crisis que inició el 7 de marzo podría extenderse hasta un año.
El gobernador de la región zuliana, Omar Prieto, informó que en la entidad se aplicaría un plan de administración de carga de 6 x 6 que, sin embargo, no se cumple. Por ejemplo, hay días en los que Ángel sólo tiene cuatro horas de electricidad.
Por mucho que le duele dejar a su familia, Ángel ha tomado la decisión que se le ocurrió en un principio: emigrar; entre otras cosas, porque su hija no goza de la calidad de vida que él tuvo cuando era niño.
“Yo crecí en un país en el que tenía electricidad 24 horas al día, siete días a la semana. No puedo condenar a mi hija a vivir esto. Los primeros racionamientos eran de 4 horas, ahora si acaso nos ponen 8 horas al día. Ella (su hija) merece algo mejor y este gobierno no tiene intenciones de mejorar o arreglar esto”, expresa. “Se me rompe el corazón de pensar dejar mi tierra, pero tengo que pensar en el futuro de mi hija”.