En septiembre de 2018, una explosión de un transformador dejó sin electricidad a la Unidad Educativa “Niños Trabajadores” General Rafael Urdaneta, ubicada en el sector Cuatricentenario de Maracaibo.
La directora de la institución, Carmen Vivas, explicó que los docentes están laborando en un “horario mosaico”: primaria, tres días a la semana; y bachillerato, de lunes a viernes hasta las 10:45 am, por lo que los representantes deben “asumir el compromiso de ayudar a sus hijos con las actividades asignadas para el hogar”.
“Hemos enviado cartas para resolver el problema, pero no hemos recibido respuesta. Ahora, con los apagones generales, las condiciones para dar clases han empeorado”, dijo Vivas.
Sin energía
No solo los docentes se fatigan durante sus labores. Los alumnos también lo hacen debido a las condiciones a las que se enfrentan dentro y fuera del colegio: “algunos se desmayan por el calor, vienen mal dormidos, algunos no han comido o vienen con otra ropa que no es el uniforme porque no tienen agua”, añadió la directora.
La situación se agrava pues, según Vivas, la matrícula escolar ha descendido en un 50 % para primaria y un 40 % para bachillerato.
Los padres deben ayudar
En el plantel se llevará a cabo una reunión para que los representantes ayuden a sus hijos con las actividades asignadas y traigan a sus hijos en el horario ya estipulado, ya que, de acuerdo con la autoridad escolar, “no se les está dando las horas que ameritan”.
Durante los días que pueden dar clases, los maestros sacan los pupitres al patio “porque el calor es insoportable” y además muchos de los estudiantes vienen sin haber dormido la noche anterior a soportar las altas temperaturas.
Lo anterior es una experiencia diaria de Esteban Vilchez, alumno del plantel educativo, quien cuando suda “me empiezo a limpiar y se me va la memoria de la clase que están dando”.
Algunos se quedan en casa
Por su parte, Silvia Urribarrí, representante de un joven de 11 años, contó que hay alumnos que “lloran por llegar a su casa” para quitarse el uniforme, pues no hay agua y las “temperaturas son inclementes”.
Y por eso, en muchas ocasiones no envía a su hijo aunque eso afecte su educación.
“Mi hijo me pide no ir porque se queda dormido por los apagones; cuando la luz llega en la madrugada no lo envío a la escuela, yo lo dejo con una vecina para que lo cuide mientras trabajo y que duerma un ratico. Yo sé que no estoy haciendo bien, por su educación, pero qué más vamos a hacer”, relató Urribarrí.
Sin solución aparente
El pasado fin de semana la subestación Cuatricentenario, ubicada al frente de la institución, explotó luego de la llovizna caída en la ciudad. La directora reiteró que antes de la explosión, la escuela ya estaba sin luz, por lo que no saben cuándo será resuelto el problema.
Rosmina Suárez Piña