Felices Pascuas de Resurrección

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Cardenal Baltazar Porras

Cardenal Baltazar Porras Cardozo.-

Acaba de concluir la semana santa. Volvemos a la rutina de la vida cotidiana que entre nosotros está marcada por la incertidumbre ante la cerrazón de buscarle solución a la crisis que vivimos los venezolanos. Sigue faltando de todo, pero lo que más nos falta es la seguridad, la confianza, la calma; es como seguir en semana de pasión, pues la vidall no vale nada y como Pilatos o Herodes lo que importa es estar en el poder. Sin embargo, ante lo evidente, es decir, frente al fracaso y la muerte, se impone la vida, lo que trasciende, tan real como lo que vemos, y sin embargo, no perceptible a nuestros ojos.

Tenemos el peligro de quedarnos en lo que perciben los sentidos, pero las realidades materiales no agotan nuestra existencia. Nuestra realidad trascendente, a la que llamamos espiritual, que no es necesariamente religiosa, no se restringe a lo evidente. También existe lo que supera el conocimiento que surge de los sentidos. El que no sea evidentes, no los hace inexistentes.

El misterio de la pascua, la resurrección, nos pone ante lo evidente que no es otra cosa que el juicio, la condena, la cruz, la muerte ignominiosa. Pero lo cierto es el triunfo, la promesa cumplida, la vida para siempre. Porque el amor se propone no se impone, no es decreto ni ley, es dádiva. Por tanto, lo que no es evidente aunque sí existente, ha de ser creído para que afecte la vida más allá de la muerte.

Ante el peso de la realidad pecaminosa, injusta, impuesta en la que vivimos, sólo la fe animada por la esperanza se convierte en fuerza demoledora para la superación de los males que nos aquejan. La pascua para el creyente es la convicción hecha vida, tarea, compromiso por la vida, por la igualdad, por la libertad, que es tarea comunitaria para que sea efectiva y eficaz. El camino puede ser largo y sinuoso pero la meta está a la vista, en el pobre que no queremos ver, porque lo que hacemos a uno de los más pequeños se lo hacemos al mismo Dios, al mismo Jesús en quien creemos. Jesús actúa en nosotros no como el Nazareno que enseñaba y curaba en Galilea, sino como Cristo hambriento, forastero, enfermo.

Como ciudadanos y como creyentes tenemos un protagonismo que no podemos evadir. La resistencia, la convicción de que Dios no quiere el sufrimiento de los pobres y que urge determinadamente su liberación de la pobreza y la opresión, es el desafío que nos mueve a no desmayar “aunque es de noche” como decía San Juan de la Cruz. Felices Pascuas para seguir en la ruta de la liberación y de la paz verdadera, la que construye la fraternidad.