«En esta etapa, Usted, querido Papa, ha estado en medio de nosotros, como un sinodal más, a la escucha atenta y silenciosa, dándonos ejemplo de sencillez, llamándonos a la conversión interior, personal y comunitaria, a la que estamos llamados en esta hora de la Iglesia y del mundo. Quiere, ahora, seguramente, ir detrás de nosotros, para que los rezagados retomemos la senda de la espiritualidad de la escucha y el anuncio. Dios se lo pague».
Querido Papa Francisco:
En esta tarde en la que llegamos al final de los trabajos de este Sínodo, a nombre de todos los presentes, no queda otro sentimiento ni otra palabra, sino la decir, gracias de corazón por habernos convocado a compartir esta rica experiencia sinodal en torno a la realidad fascinante y a la vez lacerante de la Amazonía. Aprender a caminar sinodalmente, como bautizados que intentamos vivir en plenitud la vocación de servir y de anunciar la buena nueva, ha sido enriquecedora. La fraternidad reinante, en clima orante y alegre, con la pasión, mejor la parresía, producto de la gracia que nos acompaña y vigoriza, nos da aliento para seguir trillando los caminos, ahora más novedosos por lo desafiantes que son, nos llevan a sentir que hemos vivido un Tabor que nos ha ayudado a estar más cerca del Señor Jesús.
Gracias por la Encíclica Laudato Si, primer eslabón de este Sínodo, en el que como buen pastor, fue Usted adelante para mostrarnos la senda a seguir. Gracias por la convocatoria inicial en Puerto Maldonado, que tuvo como fruto una preparación cuidadosa, generando encuentros, recogiendo experiencias y compartiendo angustias y éxitos. La REPAM jugó un papel de primer orden, ha sido una bendición sinodal. Gracias, por esta tercera etapa, que es la realización de este Sínodo Panamazónico. Hemos llegados cargados de experiencias y vivencias, de anhelos y gritos, dolorosos unos y alegres otros, de la gente que vive y lucha en aquella tierra bendita. La densidad de las intervenciones estuvo marcada por la entrega de la vida de tantos, antes y ahora, con la fuerza transformadora del evangelio. Hemos llegado a una cima, pero no para detenernos, sino para ver más alto y continuar buscando nuevos caminos, en salida, con espíritu misionero, samaritano, misericordioso y solidario, con aquellos pueblos olvidados y con la humanidad entera.
En esta etapa, Usted, querido Papa, ha estado en medio de nosotros, como un sinodal más, a la escucha atenta y silenciosa, dándonos ejemplo de sencillez, llamándonos a la conversión interior, personal y comunitaria, a la que estamos llamados en esta hora de la Iglesia y del mundo. Quiere, ahora, seguramente, ir detrás de nosotros, para que los rezagados retomemos la senda de la espiritualidad de la escucha y el anuncio. Dios se lo pague.
El río Amazonas con su enorme caudal de agua que baña las tierras que lo circundan ha quedado pequeño ante el caudal de la gracia que se nos ha derramado en estos días. Como la imagen de Ezequiel en aquellos torrentes que brotaban de los cuatro costados del templo, es agua vivificante, que nos impulsa a buscar nuevos caminos de conversión cultural y religiosa, para bien de toda la humanidad.
En su persona, gracias a todos sus colaboradores, los que son visibles y los muchos anónimos que han trabajado con tanto cariño y competencia para que todo haya caminado sobre ruedas. Pero sobre todo, querido Papa Francisco, reciba nuestra adhesión filial y fraterna. Desde América no sabemos vivir la fe sin la cercanía gozosa de sentirnos queridos y amados por el sucesor de Pedro. Es una virtud que, gracias a Dios, ha acompañado la fe de nuestros pueblos desde hace más de quinientos años.
No encuentro palabras para expresar nuestra acción de gracias, y tomo las de un poeta que Usted conoce mejor que todos nosotros. Jorge Luis Borges, en su poema a un amigo, escribió: “No puedo darte soluciones para todos los problemas de la vida, ni tengo respuestas para tus dudas o temores, pero puedo escucharte y compartirlo contigo. No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro. Pero cuando me necesites estaré junto a ti. No puedo evitar que tropieces. Solamente puedo ofrecerte mi mano para que te sujetes y no caigas. Tus alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos. Pero disfruto sinceramente cuando te veo feliz”. Gracias por ser nuestro amigo. Ahora y siempre oramos con más insistencia y fervor por quien nos guía y acompaña desde Roma.
Que María de la Amazonía, le siga dando la fuerza de ser quien nos conforte y confirme en el camino de nuestro ministerio y le conceda muchos años más para que los buenos aires de la renovación conciliar llegue principalmente a los pobres y contribuya al cuidado de la casa común. Denos su bendición, nos abencoe. Muito obrigado.
PALABRAS DE AGRADECIMIENTO AL PAPA FRANCISCO AL CONCLUIR LOS TRABAJOS DEL SÍNODO DE LA AMAZONÍA, A CARGO DEL S.E.R. BALTAZAR PORRAS CARDOZO, PRESIDENTE DELEGADO DEL SÍNODO. Aula Pablo VI, 26 de octubre de 2019.
Reporte Católico Laico