Protección de menores

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Mons. Fernando Castro Aguayo

Mons. Fernando Castro Aguayo

“Cada vez hay protocolos más exigentes, muy exigentes.”

La tarea del cuidado y protección de menores corresponde no solo a la familia sino a toda la sociedad. La Iglesia Católica está determinada a afrontar la tristísima realidad del abuso de menores por parte de clérigos o personas consagradas. Cada vez hay protocolos más exigentes, muy exigentes. Un dato importante es que, por mucho, no es en la Iglesia donde se realizan el mayor número de estos abusos; sin embargo esto duele y mucho.

Ya desde finales del Pontificado de san Juan Pablo II, con Benedicto y ahora con Francisco, ha habido una escalada en las medidas para desenmascarar abusos del pasado, castigar ejemplarmente a los culpables, establecer protocolos de investigación en los casos de denuncias y en las medidas de precaución en el cuidado de menores de edad.

A la vez, y dándoles prioridad, está la atención a las víctimas de estos abusos en todos los órdenes que lo requieran. Es indispensable esta actitud porque la caridad y el amor deben inclinarse hacia las víctimas.

Lamentablemente, el asesinato del Pbro. Rondón Molina, ha desatado una serie de acusaciones contra la Iglesia, haciendo resaltar la negligencia por parte de las autoridades de la misma, para enfrentar estas situaciones. Independientemente de lo que las autoridades gubernamentales digan, sin duda hay una acción positiva, determinada y transparente por parte de la Iglesia, como institución para proteger a los menores de edad. Francisco lo señala con una frase: “tolerancia cero”.

Corresponde también al Estado, a los diferentes ductores de la comunicación, de la educación, en fin, del entramado de la sociedad, estudiar cómo se pueden descubrir y tratar estas patologías, prevenir situaciones, y crear ambientes seguros para el cuidado de los menores.

Ciertos controles y medidas deben estudiarse. Para ello, hay que partir de que todo hombre o mujer debe ser virtuoso, y esto abarca el orden de los afectos y el uso racional de la sexualidad.

Es todo un reto social, que debe verse desde la dignidad de la persona humana.

Fernando Castro Aguayo

fcastroa@gmail.com