Videoconfesiones: ¿Sólo puedo perdonar los pecados a menos de tres metros de distancia

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“La presencia de penitente y confesor es necesaria porque el valor medicinal no solo reside en la pena (y en la Gracia, lógicamente), sino en todo el desarrollo del sacramento”.

.- La Iglesia siempre ha adoptado una postura restrictiva. Ya en el siglo XVI se declararon inválidas las confesiones por carta, en pleno cisma anglicano, así como las confesiones privadas

.- “El teléfono sí que podría generar más problemas, como sucedió en su día con las cartas, porque no hay garantía de que quien esté al lado (ya sea confesor o penitente) sea quien dice ser. Pero, bien organizado, esto no sucede con las videollamadas”, sostiene Javier Belda

Por Jesús Bastante / Religión Digital

“No existen los sacramentos en Internet; e incluso las experiencias religiosas posibles ahí por la gracia de Dios son insuficientes si están separadas de la interacción del mundo real con otras personas de fe”. El documento ‘Iglesia e Internet’, del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales (2002) lo dejaba claro. Sin embargo, la pandemia del coronavirus ha convertido las nuevas tecnologías en el único modo -responsable- de acudir a la Eucaristía. El propio Papa, cada día, preside la misa de Santa Marta por streaming. Y, si esto es posible, ¿por qué no con el sacramento de la confesión?

El debate, como casi siempre en estos últimos siete años, lo levantó el mismo Francisco, cuando este viernes recomendó a los fieles confesarse directamente con Dios en ausencia del sacerdote.

“Es muy claro: si no encuentras un sacerdote para confesarte -explicó el Pontífice-, habla con Dios, que es tu Padre, y dile la verdad: ‘Señor, he hecho esto, esto, esto… Perdóname’, y pídele perdón con todo mi corazón, con el Acto de Dolor, y prométele: ‘Me confesaré más tarde, pero perdóname ahora’. Y de inmediato, volverás a la gracia de Dios”.

La salvación de las almas

¿Se ha vuelto loco el Papa? Ni mucho menos. Francisco se refiere a los número 1451 y 1452 del Catecismo de la Iglesia Católica, que afirma que la contrición personal “perdona los pecados veniales; también obtiene el perdón de los pecados mortales, si implica el firme propósito de recurrir, lo antes posible, a la confesión sacramental”. Es la salus animarum,la salvación de las almas, que es ley suprema de la Iglesia, más en estos momentos de aislamiento, donde el encuentro con los sacramentos se hace, paradójicamente, más necesario que nunca.

Pero, si uno puede acceder al perdón de Dios sin presencia del sacerdote, ¿por qué no confesarse utilizando las redes sociales? ¿Por qué no es válida la confesión a través del teléfono o videollamada? En este punto, la Iglesia siempre ha adoptado una postura restrictiva. Ya en el siglo XVI se declararon inválidas las confesiones por carta, en pleno cisma anglicano. Algunos expertos consultados por RD apuntan que, “pese a que no está previsto, hay situaciones excepcionales que impiden acceder físicamente a un sacerdote. Y las nuevas tecnologías rompen esta barrera”.

La videoconferencia ofrece contacto directo

“Sería perfectamente lógico, y más si se permite la confesión individual, porque la videoconferencia hace que los sujetos estén en contacto directo”, subraya un canonista que trabaja en el Vaticano. No es la postura oficial, pero sí la más cercana a las necesidades actuales. “El teléfono sí que podría generar más problemas, igual que sucedió en su día con las cartas, porque no hay garantía de que quien esté al lado (ya sea confesor o penitente) sea quien dice ser. Pero, bien organizado, esto no sucede con las videollamadas”, sostiene Javier Belda, profesor de Derecho Canónico de la UCAM y del Pontificio Instituto Juan Pablo II.

En su opinión, “la presencia de penitente y confesor es necesaria porque el valor medicinal  no solo reside en la pena (y en la Gracia, lógicamente), sino en todo el desarrollo del sacramento”. Ciertamente, añade, “es Cristo quien perdona, y la Gracia y el perdón puede otorgarlos como desee, pero ha decidido hacerlo  a través del sacerdote que actúa in persona Christi”.

“Toda esa parte humana, tan necesaria, que se fundamenta en el mismo misterio de la encarnación, que la Gracia anticipa y  que sirve de precursora al perdón, no sé hasta qué punto por teléfono puede ser plena, dejando al margen cuestiones de identidad… por videoconferencia podría ser más sencillo, pues la relación, sin llegar a ser igual, podría asemejarse a la personal. Aunque también  debe contemplarse, además de garantizar el encuentro, hacerlo propio con el secreto”, confirma.

El perdón siempre se abre camino

“En cualquier caso -añade-, no debe sustituir la praxis actual creándose una nueva modalidad, sino al máximo ser una respuesta a situaciones extremas con los medios a nuestro alcance, como cuando se prevén absoluciones generales en casos de muerte inminente por accidente”. Precisamente por eso, concluye Belda, el Papa “nos recuerda que nadie está obligado a lo imposible y que la Iglesia, buscando la Salus animarum, había ya previsto que, en ausencia de sacerdote, bastase el acto de contrición”. O, como este mismo viernes ha posibilitado la Penitenciaría Apostólica, las absoluciones colectivas. “En medio  del virus, del confinamiento y de la pandemia, el perdón y el Amor de Dios encontrarán siempre el modo de abrirse camino y consolar a quien lo necesita”, finaliza el canonista.

Más abierto se muestra el padre Giorgio Giovanelli, profesor de Derecho Canónico de Letrán. En un artículo publicado en The Tablet, se cuetiona “si un sacerdote usa una máscara y se encuentra a tres o seis metros de distancia de un penitente que pide el sacramento de la reconciliación, ¿está realmente más presente que un penitente que él conoce por teléfono? “Tal vez, pero tal vez no”.

“¿Estoy menos presente por teléfono? ¿Quién podría decir que falta la dimensión de celebración del sacramento en estas situaciones muy particulares y estrechamente definidas?”, reflexiona, apuntando que, en todo caso, la absolución requeriría de un permiso especial del Papa. “Esta podría ser la ‘creatividad’ que el Papa Francisco pidió a los sacerdotes” al responder a la pandemia, dijo. “Esto no es teórico, sino pastoral”.

Finalmente, el canonista de Comillas Miguel Campo, sj., defiende el acto del Papa de permitir la confesión personal en ausencia del sacerdote. “Tanto el Catecismo como el Derecho Canónico prevén esta posibilidad cuando concurra un motivo grave. Y estos requisitos se cumplen en esta situación, es de libro”, apunta el jesuita.

Causa grave, peligro de muerte o imposibilidad de confesarse. ¿Pero si fuera posible hacerlo, utilizando las nuevas tecnologías? “Este paso no están por darlo”, admite Campo, que participa en el SARCU, un servicio de acogida y ayuda sacramental que hace meses puso en marcha la Archidiócesis de Madrid, de la mano del vicario José Luis Segovia. Un teléfono de urgencia para quien necesite hablar, pedir confesión la unción de enfermos. El cura de guardia se traslada al domicilio para llevar a cabo los sacramentos, o escucha y sostiene pastoralmente por teléfono. Pero nunca se dan absoluciones.

¿Pero qué pasa en tiempos de pandemias? “Saldríamos a una unción de enfermos, pero ir a confesar a alguien… salvo que sea algo absolutamente excepcional, mi criterio es que no, es demasiado riesgo y una irresponsabilidad no seguir las indicaciones sanitarias”, añade Miguel Campo, quien admite que, en todo caso, el sacramento de la confesión “es el que más ha cambiado en la historia de la Iglesia”.

Ya sucedió con las confesiones privadas, las absoluciones colectivas y, ahora… ¿por qué no con las videoconfesiones? El tiempo dirá. Porque Jesús únicamente dijo a sus discípulos: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Pero claro, en la Jerusalén del siglo I no existía el teléfono, ni Internet.

ACN