Por el Padre Andrés Bravo
@joseabh
Antes de la Rerum novarum (RN) del Papa León XIII, no se hablaba de cuestión social, al menos no como después. Es verdad que otros intereses ocupaban la atención de la jerarquía eclesiástica, defendiendo a la Iglesia de fuertes ataques desde los movimientos del laicismo y el ateísmo, consecuencias de la Ilustración. Pero existe una realidad que no se puede ignorar, Congregaciones Religiosas y, sobre todo, las ideas de sus fundadores que las movieron a la acción social que, en su tiempo, llamaron a obras de misericordia y de caridad. Ciertamente, una cosa es la cuestión social que nace del hecho de la integración de los seres humanos en el cuerpo social, y otra, la virtud sobrenatural de la caridad. Pero, esta última ha tenido en la historia una fuerza extraordinaria que aún continúa estimulando obras de desarrollo humano integral.
San Antonio María Claret, en ese ambiente histórico de la Revolución Industrial, habla y actúa en favor de los que él llama los nuevos pobres, creados por la industria textil en Cataluña. Habla con propiedad porque él mismo, de adolescente, trabajó en las fábricas textiles.
Su descripción de los hechos es muy importante para comprender luego a la RN: “El número de hombres, mujeres y niños de ambos sexos que trabajan en nuestras fábricas de algodón, lana, seda, estampados, etc., es cada día mayor por razón del crecimiento y progreso de nuestra industria… La aglomeración de tanta gente en un mismo taller, cuyas puertas y ventanas están cerradas, el sutil polvo que inevitablemente levantan con incesante movimiento, los miasmas que se desprenden de las materias laborales y el humo que despiden las candilejas, ya sean de gas, ya de aceite, todo esto llena de tal modo el ambiente de partículas deletéreas que introduciéndose éstas en lo órganos pulmonares de los trabajadores, causa a veces entre ellos no pocos estragos”.
Pero, más impresionantes es el testimonio del patrón que recoge el mismo Padre Claret: “En mis talleres tengo yo dos especies de máquinas, unas animadas, otras inanimadas. Estas son de hierro, las primeras de carne y hueso. Estas mismas me sirven de motor para aquellas, y yo saco mi provecho de todas. Unas y otras no paran nunca, ni aun en los días que llaman festivos, sin que yo tenga que hacer recomponer más que las de hierro, cuando se deterioran, pues las otras, a medida que se descomponen las voy echando a la calle para que se recompongan ellas mismas”.
Naturalmente, para el Padre Claret es una injusticia. Así, ante esta grave situación, el fundador de las Misiones Claretianas se indigna y llega a exhortar a los trabajadores para que se declaren en huelga. Es sólo un testimonio de la lucha obrera que comienza inspirada por las obras de misericordia y de caridad, las que, más tarde, van a inspirar al Papa León XIII para pronunciarse ante esta realidad que él mismo calificará de esclavitud.
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