La Congregación para el Clero publicó este 20 de julio una instrucción con el tema: “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”.
El documento, compuesto por 124 números, desarrolla aspectos de carácter teológico-pastoral y canónicos relacionados con las comunidades parroquiales en las diversas partes del mundo, pero no ofrece “indicaciones demasiado concretas, sino criterios generales y normas que deben ser actualizadas”, indicó el subsecretario de la Congregación para el Clero, Mons. Andrea Ripa.
Este texto vaticano busca sintetizar en el contexto eclesial actual la Instrucción interdicasterial “Ecclesia de mysterio”, acerca de algunas cuestiones sobre la colaboración de los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes”, promulgada el 15 de agosto de 1997 y la Instrucción “El presbítero, pastor y guía de la comunidad”, publicada por la Congregación para el Clero el 4 de agosto de 2002.
En la presentación de esta nueva instrucción escrita por Mons. Andrea Ripa, la Congregación para el Clero recuerda que el Código de Derecho Canónico define a la parroquia como “una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular», y, así como aquellas ‘casas’ del primer siglo eran confiadas por los apóstoles a uno de los hermanos, su ‘cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio’”.
En esta línea, este Dicasterio vaticano destacó que “la vida de las comunidades parroquiales, con sus gozos y esperanzas, tristezas y angustias, resuena en Roma, junto al Sucesor de Pedro, quien preside en la caridad todas las Iglesias”.
“De hecho, en la Congregación para el Clero encuentran eco y apoyo las iniciativas de tantos Obispos que, en comunión con sus hermanos en el episcopado e implicando al Pueblo de Dios, están reformando estructuras eclesiales, tratando de reducir el peso de la burocracia y aumentar la eficacia evangelizadora; también se conoce el compromiso de sacerdotes, personas consagradas, fieles laicos, quienes, respetando y potenciando sus respectivos carismas, sueñan y programan juntos, trabajan y celebran juntos, caminan juntos en espíritu de sinodalidad, en sus parroquias y comunidades; profundizando no sólo en la letra, sino también en el espíritu de los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio posterior”, indicó Mons. Ripa.
En síntesis, el subsecretario de la Congregación para el Clero explica que “con esta Instrucción se quiere brindar un instrumento para motivar y poner en marcha procesos de reflexión y renovación pastoral de las parroquias, donde todavía no se han comenzado, y, por otra parte, suscitar una profundización, evaluación y eventual corrección de los ya iniciados”.
Sin embargo, la Congregación para el Clero también reconoció algunas dificultades que tienen muchos Obispos al “no poder dar un pastor a cada parroquia; la tristeza de las comunidades cristianas, cuyas Eucaristías se distancian cada vez más en el tiempo; el cansancio de bastantes sacerdotes que no tienen más remedio que ‘acaparar’ en su persona excesivas responsabilidades parroquiales y diocesanas; el lamento de laicos que no se sienten tratados como miembros corresponsables del Pueblo de Dios; el dolor de personas consagradas que son valoradas únicamente en la medida en que trabajan directamente en estructuras diocesanas y parroquiales; la queja de diáconos permanentes cuyos párrocos no acaban de promover los ministerios que el Espíritu suscita en el Pueblo de Dios; la falta de implicación de tantos cristianos que exigen sacerdotes, sin empeñarse en la promoción de las vocaciones”.
En este sentido, la instrucción recuerda que “en la Iglesia hay lugar para todos y cada uno puede encontrar su lugar en la familia de Dios, conforme a la particular vocación recibida, tratando de que todos puedan desplegar los propios carismas en la edificación común y en la misión”.
De este modo, la Congregación para el Clero señala que “así se podrá librar a la Iglesia de posibles derivas, como la ‘clericalización’ de los laicos, la ‘secularización’ del clero, la conversión de las parroquias en ‘empresas prestadoras de servicios espirituales’ o meras ‘agencias de servicio social’, el individualismo en la vivencia de la fe y del apostolado, el desprecio del instinto de la fe –el sensus fidei– del Pueblo de Dios en el discernimiento de las situaciones y la toma de decisiones, o el olvido de la caridad (diakonia) como dimensión constitutiva de la comunidad cristiana, junto con el anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria) y celebración de los Sacramentos (leiturgia)”.
Asimismo, Mons. Andrea Ripa señala que el documento aborda “la participación de diáconos permanentes, personas consagradas y laicos en la cura pastoral de la comunidad parroquial, en especial cuando, por escasez de presbíteros, ella no dispone de un sacerdote como pastor propio”.
En el número 29 de la instrucción se lee que “la parroquia es una comunidad convocada por el Espíritu Santo, para anunciar la Palabra de Dios y hacer renacer nuevos hijos en la fuente bautismal; reunida por su pastor, celebra el memorial de la pasión, muerte y resurrección del Señor, y da testimonio de la fe en la caridad, viviendo en un estado permanente de misión, para que a nadie le falte el mensaje salvador, que da la vida”.
Además, en el número 32 describe también a la parroquia “como ‘santuario’ abierto a todos y llamada a llegar a todos sin excepción, recuerda que los pobres y los excluidos siempre deben tener un lugar privilegiado en el corazón de la Iglesia”.
En este sentido, la instrucción cita al Papa emérito Benedicto XVI quien afirmó que “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio” y añadió que el Papa Francisco escribió que “la nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia” por lo que los católicos “estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”.
Por ello, este nuevo documento vaticano subraya en el número 33 que “en particular, los sacerdotes, los diáconos y las personas consagradas son quienes deben mostrar compasión por la ‘carne herida’ de los hermanos, visitándolos en la enfermedad, apoyando a las personas y familias sin trabajo, abriendo la puerta a todos cuantos pasan alguna necesidad”.
“Con la mirada puesta en los últimos, la comunidad parroquial evangeliza y se deja evangelizar por los pobres, redescubriendo así la implicación social del anuncio en sus diferentes ámbitos , sin olvidar la ‘regla suprema’ de la caridad, en base a la cual seremos juzgados “.
Rol de los laicos en las Evangelización
También, el número 85 destaca que “la comunidad parroquial está compuesta especialmente por fieles laicos, los cuales, en virtud del bautismo y de los otros sacramentos de la iniciación cristiana, y en muchos también del matrimonio, participan en la acción evangelizadora de la Iglesia, ya que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las distintas realidades terrenas, para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio”.
“Hoy se requiere un generoso compromiso de todos los fieles laicos al servicio de la misión evangelizadora, ante todo con el testimonio constante de una vida cotidiana conforme al Evangelio, en los ambientes donde habitualmente desarrollan su vida y en todos los niveles de responsabilidad; después, en particular, asumiendo los compromisos que les corresponden al servicio de la comunidad parroquial”, se describe en el número 86.
Por último, la instrucción vaticana aborda la cuestión de las ofrendas destinadas por la celebración de la Santa Misa y el número 118 señala que “se trata de una ofrenda que, por su naturaleza, debe ser un acto libre por parte del oferente, dejado a su conciencia y a su sentido de responsabilidad eclesial, no un ‘precio a pagar’ o una ‘contribución a exigir’; como si se tratara de una suerte de ‘impuesto a los sacramentos’”.
“En materia de estipendios, evítese hasta la más pequeña apariencia de negociación o comercio, teniendo en cuenta que se recomienda encarecidamente a los sacerdotes que celebren la Misa por las intenciones de los fieles, sobre todo de los necesitados, aunque no reciban ningún estipendio”, subraya el número 121.
En este sentido, en el número 119 se destaca la importancia de “sensibilizar a los fieles, para que contribuyan voluntariamente a las necesidades de la parroquia, que son ‘suyas propias’ y de las cuales es bueno que aprendan espontáneamente a responsabilizarse, de modo especial en aquellos países donde el estipendio de la Santa Misa sigue siendo la única fuente de sustento para los sacerdotes y también de recursos para la evangelización”.
Por este motivo, el documento vaticano anima en el número 120 a los presbíteros a ser “ejemplos ‘virtuosos’ en el uso del dinero, tanto con un estilo de vida sobrio y sin excesos en el plano personal, como con una gestión de los bienes parroquiales transparente y acorde no con los ‘proyectos’ del párroco o de un reducido grupo de personas, tal vez buenos, pero abstractos, sino con las necesidades reales de los fieles, sobre todo los más pobres y necesitados”.
ACI Prensa
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