Configurado a Cristo… Por Cristo, con Él y en Él

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Padre Alberto Gutiérrez

Padre Alberto Gutiérrez

El sacerdote católico se configura con su ministerio en Cristo, en su pasión dolorosa, en su cruz gloriosa, en su resurrección. No se mimetiza como el camaleón que toma el color que le conviene a su interés.

El sacerdote es el hombre del misterio, de la misericordia, del perdón y de la reconciliación, perdona y sabe pedir perdón; diluye su vida entera en el servicio y lo hace con alegría consciente de que la gloria es de Cristo su Señor, a quién le sirve y ama sirviendo a la Iglesia dando la vida por el Evangelio, por los pobres

En muchas partes se le llama ‘padre’ al sacerdote por su ministerio de paternidad espiritual en la Iglesia. Él sabe que es una paternidad que viene de Dios y la ejerce ministerialmente con humildad siendo padre de muchos. En algunos lugares se le llama DON (De Origen Noble), pero el sabe que es de origen popular, tomado del pueblo de Dios para ser siervo de todos y que esa nobleza de origen es también ministerial, que viene de la nobleza de Cristo. Otros le llaman Cura y lo es, porque es un cuidador de las almas; también se le llama pastor, porque pastorea el rebaño y lo guarda en el aprisco, otros sólo le dicen sacerdote, por su ministerio de intercesión litúrgica y espiritual y otros confundidos ante un ministerio tan inefable, al no ver en el sacerdote más que a un simple trabajador social, le tratan despectivamente con el título más alto que existe, al llamarle ‘señor’, que es el único nombre que no le aplica, porque el sacerdote no es señor sino siervo. Lo es tanto que ha de aceptar que se le llame como se quiera, porque su propia personalidad y carácter se han fundido en el servicio a Cristo que es su Señor.

Usted llámele como quiera, pero tenga en cuenta que la forma en que lo haga no depende de la dignidad del sacerdote sino de la suya, ni de la educación del sacerdote sino de la suya, ni de la fe de él sino de la suya. Él seguirá siendo un pobre siervo, padre, cura, presbítero por su función magisterial y de autoridad, sacerdote, pobre y sin patrimonio propio más que su fidelidad al ministerio.

Usted llámele como quiera, incluso por su nombre si lo desea, pero recuerde siempre que la paz del corazón sacerdotal no viene del mundo, viene de Dios.

Padre Alberto Gutiérrez

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