“Consuelen a mi pueblo” (Is 40,1)

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Monseñor Fernando Castro Aguayo

Por Monseñor Fernando Castro Aguayo

¡Muy queridos sacerdotes y fieles neoespartanos! Paz y bien para todos.

En las fiestas de Nuestra Señora de El Valle, el próximo martes 8 de septiembre, celebraremos el misterio de la Madre de Jesucristo, el Redentor del mundo. Son muy oportunas las palabras del profeta Isaías, quien sufre con el pueblo y a la vez anuncia un futuro de bondad y fertilidad, lleno de esperanza. También nosotros ahora vemos a nuestro pueblo sufrir, que necesita consolación; cada uno de nosotros, necesitamos consuelo.

Hoy, sin duda, me corresponde, como a tanta gente de buena voluntad, velar por la salud y el cuidado de mis queridos neoespartanos. Vemos con asombro como la pandemia crece y va afectando a la misma gente que está cerca de nosotros, los que nos sirven con tanta abnegación (médicos, enfermeras, personal paramédico, hombres y mujeres que trabajan en los cuerpos de seguridad, en el cuidado del orden civil, en suministros de alimentos y medicinas, etc.), y también a muchos otros que se han contagiado sin saber cómo.

El pasado 1 de septiembre según había anunciado en mis cartas del 19 de junio (“Dolorosa situación”) y sobre todo en la del 16 de agosto (“Grande es tu fe”) expresé en relación a las festividades de la Virgen del Valle que “El peligro real de contagio del COVID 19 impone que las festividades de este año tendrán que realizarse de una manera absolutamente privada, y se podrá participar de ellas a través de los medios de comunicación (…) Con dolor les comunico que la Basílica estará totalmente cerrada. Durante las ceremonias litúrgicas estarán dentro del templo sólo las personas indispensables para el culto y las comunicaciones” (& 4).

Nos duele mucho no celebrar en el Campo Eucarístico, no celebrar la Misa de Medianoche y la de la Aurora; no hacer la procesión vespertina del día 8. Sin embargo, este año cada hogar debe ser el templo donde se venera a la Madre de Dios, en cada casa se celebrará, se festejará. Nuestro Rosario a la Virgen del Valle será una súplica al Señor, a su Hijo Jesucristo, por nuestra patria Venezuela, tan herida y arruinada por tanta desidia y calamidad. Pediremos también para que acabe pronto esta pandemia, que asola el mundo, a Venezuela y a nuestra querida Nueva Esparta. Pediremos auxilio y consuelo para las familias afectadas por el COVID 19. Me duele mucho que el pueblo al que me debo, no pueda ir a El Valle a celebrar a la Madre de Dios; siento mucho que ni los sacerdotes ni las autoridades puedan asistir, son también del mismo pueblo que sufre.

El pasado 1 de septiembre durante la Misa de la bajada de la Virgen que transmitieron los medios de comunicación, no pude ocultar muchas veces mi dolor y mi emoción. Sentí, porque es verdad, que estaba ante todos los neoespartanos, los orientales y los devotos de la Madre de Dios. La oración de Jesucristo vivo y resucitado, que en la Misa se hace realidad de un modo sublime, traspasaba paredes y acortaba las distancias.

Pido a la Madre de Dios, ante su sagrada imagen de Nuestra Señora del Valle, que bendiga a todos, sus hijas e hijos, y que nunca nos apartemos de Jesucristo, su Hijo, nuestro Redentor.

Con mi afectuosa bendición,

+Fernando Castro Aguayo

Obispo de Margarita

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