Por el Padre Andrés Bravo
La paz es un don divino y un compromiso humano. San Francisco de Asís no pide la paz, ruega al Señor que le convierta en un instrumento de su paz. Ciertamente, la paz es una vocación a la que nos ha llamado el Señor. Es hoy urgente que nos activemos para que podamos construir en Venezuela una convivencia pacífica, fundada en el amor, como fruto de la justicia que se vive en libertad. Comprender eso es de suma importancia para el cristiano de hoy. Exige, sin embargo, un esfuerzo inmenso que logramos por la gracia del Señor.
La Iglesia es en el mundo presencia mística de Cristo, “nuestra paz” (Ef 2,14). Jesús sigue por medio de la Iglesia, reconciliando a los seres humanos entre sí y con el Padre Dios. Somos, pues, como Iglesia, signos e instrumentos de la paz de esta humanidad sumergida en terrorismo y guerras, en violencias políticas y crímenes de lesa humanidad, de maltratos domésticos y delincuencias.
A lo largo de los años, la Iglesia, por el servicio magisterial de los Papas, nos ha dejado valiosas enseñanzas sobre el camino de la paz. Desde 1968, todos los 1° de enero, dedicado por el Papa Pablo VI como “Jornada Mundial de la Paz”, ha entregado a la humanidad un extraordinario mensaje año tras año. Es interesante poder reflexionar sobre este camino histórico que debemos recorrer para responder hoy a nuestra vocación de constructores de la paz.
A estos mensajes los presidió la extraordinaria encíclica del Papa Juan XXIII, “Pacem in Terris”, señalando el principio fundamental: “La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios” (PT 1). Es el designio de Dios sobre la humanidad el principio motor de nuestra vocación. Estamos llamados a restaurar la armonía originaria de la creación. Armonía que nos exige aceptar a Dios como nuestro Padre y a los otros como nuestros hermanos. Para esto se encarna, muere y resucita el Hijo de Dios, para que en Él y por la fuerza del Espíritu Santo, podamos ser y llamarnos hijos de Dios y hermanos entre sí. Para esto también peregrina y sirve la Iglesia en el mundo.
De acuerdo con este principio, el Papa Juan XXIII enseña que en este orden que Dios ha establecido desde la creación, el ser humano, creado con la dignidad de ser imagen y semejanza del Creador, con naturaleza dotada de inteligencia y libertad, es persona con derechos y deberes que deben ser respetados para que la convivencia humana sea una realidad de paz y amor (cf. PT 9). Nuestra misión hoy y aquí, en Venezuela, es el respeto al ser humano como persona para construir una sociedad según el designio originario de Dios.
Como ya dijimos, el Papa Pablo VI instituyó como “Jornada Mundial de la Paz” el primero de enero de cada año, para que la humanidad despierte con el deseo y propósito de vivir su vocación de la paz. Así, el primero de enero de 1968 celebra la primera Jornada en respuesta a situaciones historicas que les exigían acompañar y fortalecer las iniciativas que crean conciencia sobre la necesidad de construir la paz. Especialmente, porque “la paz está en la entraña de la religión cristiana, puesto que para el cristiano proclamar la paz es anunciar a Cristo. Él es nuestra paz, el suyo es el Evangelio de la paz” (1/1/1968).
En este primer mensaje, el Papa Pablo VI nos enseña que la paz no es “para hacer débiles ni flojos a los hombres sino para sustituir, en su espíritu, los impulsos de la violencia y de los abusos por las virtudes viriles de la razón y del corazón de un humanismo verdadero”.
El primer llamado es a la conversión sincera de corazón, ya que “la paz se funda subjetivamente sobre un espíritu que debe animar la convivencia de los pueblos una nueva mentalidad acerca del hombre, de sus deberes y sus destinos”.
Debemos dejar el engaño y la mentira porque la paz se funda en la verdad, debemos apartarnos de los mecanismos de las injusticias porque la paz es causa de la justicia, debemos romper las cadenas de la opresión porque la paz es vivida desde la libertad, debemos luchar contra todo lo que divide y ofende a la persona humana porque la paz es fruto del amor y se expresa en la comunión.
La paz que Jesús nos dio desde el sacrificio amoroso de la cruz es nuestra vocación más urgente en Venezuela. Con la convicción de que debemos educarnos en los valores fundamentales de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, debemos responder al llamado divino.
Termino con parte del mensaje del mismo Papa Pablo VI de 1971: “El amor y la paz son cosas correlativas. La paz es un efecto del amor: la paz auténtica, la paz humana. La paz supone una cierta identidad de elección. Y ésta es la amistad. Si deseamos la paz debemos reconocer la necesidad de fundarla sobre bases más sólidas… La paz verdadera debe fundarse en la justicia, en la idea de la intangible dignidad humana, en el reconocimiento de una igualdad indeleble y feliz entre los hombres, en el dogma básico de la fraternidad humana. Es decir, en el respeto, en el amor debido a todo hombre, por el solo hecho de ser hombre. Irrumpe aquí la palabra victoriosa: por ser hermano”.
Este valor incluyente de los otros valores, la fraternidad, va a orientar el camino del Magisterio social enriquecido con los mensajes de las Jornadas de Paz de los Papas que nos han pastoreado durante estos años, Juan Pablo II, Benedicto XVI y nuestro actual Pastor Francisco. Como ven, quedamos en deuda para seguir este camino de la paz acompañados por ellos. Será tarea para seguir escribiendo y sembrando valores que nos conduzcan a la convivencia pacífica.
Padre Andrés Bravo
@joseabh
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