Por: Antonio Pérez Esclarín
El comienzo de un nuevo curso escolar debería llevarnos al compromiso de fomentar una educación que siembre sobre todas las cosas un amor intenso a la vida. Amarla cada día y todos los días con pasión. Amar la propia vida y la vida de los demás, ya que todos somos hermanos. Amar la vida de los débiles y de los pobres, la vida naciente y la vida ya gastada. Amar la vida de la naturaleza, cultivar el amor a las plantas, a los animales, a los ríos… Fomentar una fraternidad universal y cósmica.
Para amar la vida, debemos aprender a admirar. El amor, antes que a cumplir, nos invita a admirar, a dejarnos envolver y sorprender por la vida, a contemplarla en su misterio. Como dice un dicho oriental si miras un árbol y sólo ves un árbol no sabes mirar; si miras un árbol y ves un misterio sabes mirar y contemplar. Siente las ganas y el gozo de vivir y grita muy fuerte en el corazón: ¡Vivir: qué aventura tan maravillosa y tan apasionante!
El amor desencadena el agradecimiento. Agradece el gran regalo de la vida y todos los regalos que recibes cada día. En el mundo estamos siete mil millones de personas, pero no hay nadie como tú: nadie verá el mundo con tus ojos, ni acariciará con tus manos, ni besará con tus labios, ni amará con tu corazón. Tú eres dueño de tus alegrías, tus tristezas, tus miedos, tus ilusiones, tus proyectos y sueños…Tú decides lo que haces y lo que dejas de hacer, lo que eres y lo que puedes llegar a ser. Puedes vivir este día sembrando amargura y tristeza, o sembrando ilusión y vida. De ti depende. No malgastes tu día que no volverá. Cada momento es una oportunidad para servir, para defender la vida, para dar vida.
Amar la vida es también respetarla y protegerla. El amor implica respeto, un respeto sagrado, porque toda vida es sagrada. Respetar es contemplar la vida del otro en todo su valor, en su dignidad absoluta e irrenunciable y trabajar para que esa vida crezca y alcance su plenitud como vida humana. Sin respeto a la vida no hay paz, ni convivencia.
Porque la vida humana está rodeada de peligros y es muy vulnerable, porque los seres humanos somos muy capaces de herir y ser heridos, hay que proteger la vida, especialmente la vida de los débiles, de los más pobres, de todos aquellos que tienen amenazada su vida.
Amar la vida es cuidarla. La vida de todos y de todo. Toda la creación es obra del amor de Dios, todo es bueno, todo tiene valor en sí mismo. Por ello, debemos respetar y cuidar la naturaleza, todas las formas de vida. Comprender que la naturaleza no nos pertenece, sino que somos parte de ella. Destruir la naturaleza es destruirnos. El ecocidio es una forma lenta pero muy eficaz de suicidio.
Amar la vida es curarla: curar las heridas del cuerpo y del alma, la enfermedad y el sufrimiento. Acompañar a los heridos, a los que sufren y malviven, a los que ya no encuentran motivos para seguir viviendo. Ser capaces de brindar razones para luchar, sufrir, vivir y esperar. Para superar la resignación y la desesperanza.
Amar la vida es entregarla. Nos dieron la vida para darla, para gastarla en defensa de la vida, para vivir como un regalo para los demás. Solos no podemos cambiar el mundo, pero podemos hacer que en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad, en nuestro país, haya más unión o más desunión, más alegría o más tristeza, más individualismo o más solidaridad, más entusiasmo o más pesimismo. . Y si todos nos esforzáramos por cambiar nuestro pequeño mundo, el gran mundo cambiaría.
¿Quieres cambiar a Venezuela? Empieza por cambiar tú.
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