No hay inclusión sin fraternidad, Papa Francisco ante personas con discapacidad

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El Papa Francisco en audiencia con un grupo de personas discapacitadas con motivo del Día Mundial a ellas dedicada.

Con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, el Papa expresó su deseo de que “todas las comunidades cristianas sean lugares donde la pertenencia y la inclusión no sean palabras que se pronuncian en ciertas ocasiones, sino que se conviertan en un objetivo de la acción pastoral ordinaria”.

“En este tiempo, en el que escuchamos diariamente boletines de guerra, vuestro testimonio es un signo concreto de paz, un signo de esperanza para un mundo más humano y fraterno”. Fueron las palabras del Papa Francisco al recibir en la mañana del primer sábado de diciembre, a un grupo de personas con discapacidad, con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad.

En su discurso, tras agradecer al Secretario general de la CEI, Mons. Giuseppe Baturi por sus palabras y valorar el compromiso de las Iglesias en Italia de mantener viva la atención hacia las personas con discapacidad, el Papa indica que “promover el reconocimiento de la dignidad de toda persona es una responsabilidad constante de la Iglesia: es la misión de continuar en el tiempo la cercanía de Jesucristo a todo hombre y a toda mujer, especialmente a los más frágiles y vulnerables”.

Acoger a las personas con discapacidad y responder a sus necesidades es un deber de la comunidad civil y eclesial, porque la persona humana, incluso cuando está herida en la mente o en sus capacidades sensoriales e intelectuales, es un sujeto plenamente humano, con los derechos sagrados e inalienables propios de toda criatura humana.

Transformar la indiferencia en proximidad

Francisco recuerda que la mirada de Dios sobre las personas con las que se encontraba era “de ternura y misericordia especialmente para aquellos que estaban excluidos de la atención de los poderosos e incluso de las autoridades religiosas de su tiempo”.

Y por eso, “cada vez que la comunidad cristiana transforma la indiferencia en proximidad – esta es una verdadera conversión: transformar la indiferencia en proximidad y en cercanía – cada vez que la Iglesia hace esto y va más allá, y la exclusión en pertenencia, cumple su misión profética”, señala.

En efecto, no basta con defender los derechos de las personas, sino que hay que esforzarse por responder a sus necesidades existenciales, en las diferentes dimensiones, corporal, psíquica, social y espiritual.

El Santo Padre subraya a continuación que todo hombre y todo mujer, en cualquier condición en la que se encuentre, “es portador no sólo de derechos que deben ser reconocidos y garantizados, sino también de instancias aún más profundas, como la necesidad de pertenecer, relacionarse y cultivar la vida espiritual hasta experimentar la plenitud y bendecir al Señor por este don irrepetible y maravilloso”.  “Generar y mantener comunidades inclusivas significa, eliminar toda discriminación y satisfacer concretamente la necesidad de cada persona de sentirse reconocida y de sentirse parte”, precisa.

No hay inclusión, de hecho, si falta la experiencia de la fraternidad y de la comunión mutua. No hay inclusión si esta queda como un eslogan, una fórmula para usar en discursos políticamente correctos, una bandera de la cual apropiarse. No hay inclusión si falta una conversión en las prácticas de la convivencia y de las relaciones. Es un deber garantizar a las personas con discapacidad el acceso a los edificios y a los lugares de encuentro, hacer accesibles los lenguajes y superar barreras físicas y prejuicios.

Sin embargo, el Pontífice asegura que esto no es suficiente sino que es “necesario promover una espiritualidad de comunión, para que cada uno se sienta parte de un cuerpo, con su irrepetible personalidad. Sólo así cada persona, con sus límites y dones, se sentirá animada a hacer su parte para el bien de todo el cuerpo eclesial y de la sociedad”.

La inclusión, objetivo de la acción pastoral ordinaria

El deseo del Papa es que todas las comunidades cristianas “sean lugares donde la ‘pertenencia’ y la ‘inclusión’ no sean palabras que se pronuncian en ciertas ocasiones, sino que se conviertan en un objetivo de la acción pastoral ordinaria”.

Me llama mucho la atención cuando el Señor cuenta esa historia del hombre que había hecho la fiesta para la boda de su hijo y los invitados no vinieron. Llama a los sirvientes y les dice: “Vayan al cruce de las calles y traigan a todos”. “Todos” dice el Señor: jóvenes, viejos, enfermos, no enfermos, pequeños, grandes, pecadores y no pecadores… ¡Todos, todos! Ese es el Señor: todos, sin exclusión. La Iglesia es la casa de todos, el corazón del cristiano es la casa de todos, sin exclusión. Debemos aprenderlo. Nosotros que estamos, muchas veces, un poco tentados de ir por el camino de la exclusión, no:  inclusión.

“Todos, todos. Inclusión”, concluye el Papa, alentándolos a seguir por este camino.

El Magisterio de la fragilidad enriquece a la Iglesia

El Santo Padre dirige un mensaje a las personas con discapacidad: “Su presencia puede ayudar a transformar las realidades en las que vivimos”.

“El Día Internacional de las Personas con Discapacidad nos invita a comprender que nuestra fragilidad no ofusca de ningún modo el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo”, escribe en un mensaje el Papa Francisco para reflexionar sobre el “magisterio de la fragilidad” como carisma y, el compromiso de la Iglesia de caminar juntos sin exclusiones.

Así el Pontífice reitera que comunicar el Evangelio no es una tarea reservada a algunos, “sino que es una necesidad imprescindible de cualquier persona que haya experimentado el encuentro y la amistad con Jesús”.

“La confianza en el Señor, la experiencia de su ternura, el consuelo de su compañía no son privilegios reservados a unos pocos, ni prerrogativas de quienes han recibido una formación cuidadosa y prolongada. Por el contrario, su misericordia se deja conocer y encontrar de manera muy particular a quienes no se fían de sí mismos y sienten la necesidad de abandonarse en el Señor y de compartir con los hermanos”.

Un carisma: el magisterio de la fragilidad

El Papa en su mensaje habla “de un auténtico magisterio de la fragilidad”, explicando que “es un carisma con el que ustedes —hermanas y hermanos con discapacidad— pueden enriquecer a la Iglesia. Su presencia puede ayudar a transformar las realidades en las que vivimos, haciéndolas más humanas y acogedoras. Sin vulnerabilidad, sin límites, sin obstáculos que superar, no habría verdadera humanidad”, dice.

Y alerta sobre el peligro que la Iglesia, a pesar de sus propias enseñanzas, pueda “imitar el modo en que la sociedad deja de lado a estas personas”. Señalando algunas formas de discriminación en el mundo: la falta de escucha, la violación del derecho a elegir dónde y con quién vivir, la negación de los sacramentos, la acusación de brujería, los abusos, que “describen la cultura del descarte con relación a las personas con discapacidad”, afirma el Papa.

La pena inclusión en la Iglesia

El Pontífice agradeció la participación de las personas con discapacidad en el Sínodo, “nos ayuda sobre todo a comprender cómo en la Iglesia —también en lo que se refiere a la discapacidad— no existe un nosotros y un ellos, sino un único ‘nosotros’, con Jesucristo en el centro, donde cada uno lleva sus propios dones y sus propios límites”.

“Espero que cada comunidad cristiana se abra a la presencia de hermanas y hermanos con discapacidad asegurándoles siempre la acogida y la plena inclusión”.

También en el mensaje recordó el sufrimiento de hombre y mujeres con discapacidad que viven en situaciones de guerra: “¿Cuántas personas —en Ucrania y en los otros escenarios de guerra— permanecen confinadas en los lugares donde se combate y ni siquiera tienen la posibilidad de huir?”, haciendo un llamado a “brindarles una atención especial y facilitarles el acceso a las ayudas humanitarias por todos los medios”.

Finalmente, el Pontífice invito a mirar la realidad y las necesidades de las personas con discapacidad “con ojos nuevos”, para derribar las barreras que cuando no las padecemos parecen insignificantes.

Vatican News

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