Numerosos fieles hicieron cola en la Plaza de San Pedro para dar el último adiós a Benedicto XVI. Laicos y religiosos testimonian su afecto por un Pontífice que ha marcado sus vidas y la historia de la Iglesia
Ya al amanecer, los fieles llegaron a la plaza de San Pedro esperando la apertura de la basílica vaticana a las 9 de la mañana para presentar sus últimos respetos al Papa emérito. Laicos, religiosos, muchos jóvenes de todo el mundo que reconocieron en Benedicto XVI a un padre y a un guía. Había muchas monjas, muchas extranjeras pero residentes en institutos de Roma; también muchas familias. Los primeros en la cola de los detectores de metales, en la plaza desde las 5.30 de la mañana, un grupo de estudiantes de teología indios que hablaron de Benedicto como “un faro”.
Homenaje a un “Sabio de Dios”
“Fue nuestro maestro, nuestro pastor, así que es justo reconocerlo y saludarlo”, explica una fiel de Roma. “Nos enseñó cómo creer y cuál es el amor de Dios por sus hijos”, reitera una mujer de la República Democrática del Congo. Muchos recuerdan su papel como erudito y teólogo. Benedicto es un padre, pero es reduccionista decir que sólo era un hombre inteligente y culto”, explica el P. Andrea, párroco de la capital. “Era un hombre de Dios y realmente nos enseñó a pensar como cristianos. Es un sabio de Dios y no se puede dejar de ir a despedirse de él’.
Una guía en la fe
Muchos caminos personales se entrecruzan entonces con la vida del Papa emérito. “Para mí Ratzinger es una figura importante”, dice Angelo, conmovido. “Dimitió en los días en que mi padre y mi suegra fallecieron. Con él echo de menos a una persona mansa como eran ellos”. “Gracias a él, me resultó más fácil seguir a la Iglesia”, testimonia otro fiel: “Fue un gran Papa, un hombre de fe y siempre me he reconocido en su pensamiento y en sus palabras.
Un ejemplo para los sacerdotes
Fuerte fue la gratitud de los religiosos presentes, a quienes Benedicto XVI dio un impulso decisivo en su vocación. Sor María Caritas, que llegó a Roma desde Nebraska (EE.UU.), eligió su nombre de consagrada inspirándose en la encíclica Deus caritas est. “Yo estaba en el seminario cuando fue elegido, así que mi recuerdo es muy vívido”, dice el padre Luca, de Milán. “Me queda el sentimiento de un padre, un gran educador de infinita ternura”. “Estamos aquí porque forma parte de nuestra familia”, explica una religiosa brasileña que vive en Palermo, “lo vi en Estados Unidos, en Brasil y luego en Roma y con su sencillez me impactó mucho en mi vocación”.
Vatican News
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