Catequesis del Papa Francisco sobre “el primer apostolado”

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El Papa Francisco durante la Audiencia General. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

En la Audiencia General de este miércoles 15, el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre la pasión por la evangelización y explicó cuál es la “clave del éxito”.

A continuación, la catequesis completa del Santo Padre sobre “el primer apostolado”:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos con nuestras catequesis sobre la pasión de evangelizar, el celo apostólico. Porque evangelizar no es decir: “mira, bla bla bla y nada más. Hay una pasión que te implica todo. La mente, el corazón, las manos, caminar, todo. Toda la persona se incluye en esto de proclamar el Evangelio y por esto hablamos de “pasión de evangelizar”.

Después de  haber visto en Jesús el modelo y el maestro del anuncio, pasamos hoy a los primeros discípulos. El  Evangelio dice que Jesús “instituyó a los Doce –que llamó apóstoles-, para que estuvieran con él, y poder enviarlos a predicar” (Mc 3,14). Dos cosas: para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar.

Hay un aspecto que parece contradictorio: les llama para que estén con Él y para que vayan a predicar. Se podría decir: o una cosa o la otra, o estar o ir. Sin embargo, no: para Jesús no hay ir sin estar y no hay estar sin ir. No es fácil entender esto. Pero es así.

Tratemos de entender el sentido en el que Jesús dice estas cosas. En primer lugar, no hay ir sin estar: antes de enviar a los discípulos en misión, Cristo –dice el  Evangelio– les “llamó” (cfr Mt 10,1). El anuncio nace del encuentro con el Señor; toda actividad cristiana, sobre todo la misión, empieza ahí. No se aprende en una academia, no. Comienza en el encuentro con el Señor.

Testimoniar al Señor, de hecho, significa irradiarlo; pero, si no recibimos su luz, estaremos apagados; si no lo frecuentamos, nos llevaremos a nosotros mismos en vez de a Él, y todo será en vano. Por tanto, puede llevar el Evangelio de Jesús sólo la persona que está con Él. Uno que no está con Él no puede llevar el Evangelio, llevará ideas, pero no el Evangelio.

Pero, igualmente, no hay estar sin ir. De hecho, seguir a Cristo no es un hecho intimista: sin anuncio, sin servicio, sin misión la relación con Él no crece. Notamos que en el Evangelio el Señor envía a los discípulos antes de haber completado su preparación: poco después de haberles llamado, ¡ya les envía! Esto significa que la experiencia de la misión forma parte de la formación cristiana. Recordemos entonces estos dos momentos constitutivos para todo discípulo: estar con Jesús e ir enviado de Jesús.

Llamando a sí a los discípulos y antes de enviarles, Cristo les dirigió un discurso, conocido como “discurso  misionero” –así se llama en el Evangelio–. Se encuentra en el capítulo 10 del Evangelio de Mateo y es como la “constitución” del  anuncio. De ese discurso, que os aconsejo leer hoy, es solamente una página del Evangelio, extraigo tres aspectos: por qué anunciar, qué anunciar y cómo anunciar.

¿Por qué anunciar? La motivación está en cinco palabras de Jesús que nos hará bien recordar:  “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis” (v. 8). Son cinco palabras. Pero, ¿por qué anunciar? Porque gratis yo he recibido y debo dar gratuitamente. El anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratis, sin mérito: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir ser amados y salvados.

Es un don tan grande que no podemos guardarlo para nosotros, sentimos la necesidad de difundirlo; pero en el mismo estilo, en la gratuidad. En otras palabras: tenemos un don, por eso estamos llamados a hacernos don. Hemos recibido un don. Nuestra vocación es hacernos don para los otros. Está en nosotros la alegría de ser hijos de Dios, ¡debe ser compartida con los hermanos y las  hermanas que todavía no lo saben! Este es el porqué del anuncio. Ir y llevar la alegría de aquello que hemos recibido.

Luego, ¿qué anunciar? Jesús dice: “Id proclamando que el Reino de los cielos está cerca” (v.  7). Esto es lo que hay que decir, en primer lugar y ante todo: Dios está cerca. Pero no os olvidéis nunca de esto, Dios siempre ha estado cercano del pueblo. Él mismo lo dijo al pueblo. Dijo así: “Mirad, ¿qué Dios está cerca de las Naciones como yo estoy cerca de vosotros?”. La cercanía es una de las cosas más importantes de Dios. Son tres cosas importantes: cercanía, misericordia y ternura. No olvidar eso. ¿Quién es Dios?, el cercano, el tierno y el misericordioso. Esta es la realidad de Dios.

Nosotros, predicando, a  menudo invitamos a la gente a hacer algo, y está bien; pero no nos olvidemos que el mensaje principal es que Él está cerca de nosotros. Cercanía, misericordia y ternura. De hecho, es más fácil exhortar a amarlo que dejarse amar por Él. Acoger el amor de Dios es más difícil, porque nosotros queremos estar siempre en el centro, protagonistas, estamos más inclinados a hacer que a dejarnos moldear, a hablar más que a escuchar. Pero, si en el primer lugar está lo que hacemos, los protagonistas seguiremos siendo nosotros. Sin embargo, el anuncio debe dar el primado a Dios, dar el primado a Dios. En primer lugar Dios, y dar a los otros la oportunidad de acogerlo, de darse cuenta que Él está cerca y yo, detrás.

Tercer punto: cómo anunciar. Es el aspecto sobre el cuál Jesús se explaya más; cómo anunciar, cuál es el método, cuál debe ser el lenguaje para anunciar. Esto es significativo: nos dice que la forma, el estilo es esencial en el testimonio. El testimonio no implica solamente la mente y decir cualquier cosa, conceptos, no. Implica todo, mente, corazón, manos, todo. Los tres lenguajes de la persona, el lenguaje del pensamiento, el lenguaje del afecto y el lenguaje de las obras. Los tres lenguajes. No se puede evangelizar solamente con la mente o solo con el corazón o las manos. Implica todo.

Y en el estilo, lo importante es el testimonio, como nos quiere Jesús. Dice así: “Yo os envío como como ovejas en medio de lobos” (v. 16). No nos pide saber afrontar a los lobos, es decir ser capaces de argumentar, contraatacar y defendernos. No, no. Nosotros pensaríamos así: nos volvemos relevantes, numerosos, prestigiosos y el mundo nos escuchará y nos respetará. No, os mando como ovejas, como corderos, esto es lo importante. Si tú no quieres ser oveja, el Señor no te defenderá de los lobos. Arréglatelas como puedas. Pero si tú eres oveja, estate seguro que el Señor te defenderá de los lobos. Es ser humildes.

Nos pide ser así, ser mansos e inocentes, dispuestos al sacrificio; de hecho, el cordero representa esto: mansedumbre, inocencia, entrega, ternura. Y Él, el Pastor, reconocerá a sus corderos y les protegerá de los lobos. Sin embargo, los corderos disfrazados de lobos son desenmascarados y devorados. Un Padre de la Iglesia escribía: “Porque mientras somos ovejas, vencemos; aun cuando nos rodeen por todas partes manadas de lobos, los superamos y dominamos. Pero si nos hacemos lobos, quedamos derrotados, pues nos falta al punto mismo la ayuda del pastor. Como quiera que Él apacienta ovejas y no lobos” (S. Juan Crisóstomo, homilía 33 sobre el Evangelio de Mateo). Si yo quiero ser del Señor, debo dejar que Él sea mi pastor. Y Él no es un pastor de lobos, es un pastor de corderos, mansos, humildes y buenos con el Señor.

También sobre el cómo anunciar, llama la atención que Jesús, en vez de prescribir qué llevar a la misión, dice qué no llevar. A veces, uno ve algún apóstol, alguna persona, que se muda, algún cristiano que dice que es apóstol y ha dado la vida al Señor y lleva muchas maletas. Pero esto no es el Señor. El Señor te hace ligero de equipaje y dice qué no llevar. “No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni aldeas” (vv. 9-10). No llevar nada.

Dice que no nos apoyemos en las certezas materiales, ir al mundo sin mundanidad. Esto quiere decir que yo voy al mundo no con el estilo del mundo, no con los valores del mundo, no con la mundanidad. Para la Iglesia, caer en la mundanidad es lo peor que le puede ocurrir. Voy con sencillez. Así se anuncia: mostrando a Jesús más que hablando de Jesús. ¿Y cómo mostramos a Jesús?; con nuestro testimonio.

Y finalmente, yendo juntos: el Señor envía a todos los discípulos, pero nadie va solo. La Iglesia apostólica es enteramente misionera y en la misión encuentra su unidad. Por tanto: ir mansos y buenos como corderos, sin mundanidad, juntos. Aquí está la clave del anuncio. Esta es la clave del éxito de la evangelización. Acojamos estas invitaciones de Jesús: sus palabras sean nuestro punto de referencia.

ACI Prensa

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