El Santo Padre ha reflexionado sobre la figura de san Andrés Kim Taegon: “El cristiano es por naturaleza misionero y testigo, como Jesús lo fue del Padre”
El Papa Francisco ha vuelto este miércoles a presidir la Audiencia General en una Plaza San Pedro llena de fieles y ha continuado sus catequesis sobre los “testigos ejemplares de celo apostólico”. Este miércoles el Santo Padre ha dedicado su reflexión sobre un santo de una “tierra muy lejana de aquí, la Iglesia coreana”: san Andrés Kim Taegon.
“Su vida fue y sigue siendo un elocuente testimonio de celo por el anuncio del Evangelio”, ha empezado diciendo Francisco. En primer lugar, el Papa ha recordado que hace unos 200 años, la tierra coreana “fue escenario de una durísima persecución de la fe cristiana. Creer en Jesucristo, en la Corea de entonces, significaba estar dispuesto a dar testimonio hasta la muerte”.
Hay dos aspectos concretos de la vida de san Andrés sobre los cuales ha reflexionado Francisco. El primero es “el modo en que tuvo que reunirse con los fieles”: “Dado el contexto altamente intimidatorio, el santo se vio obligado a acercarse a los cristianos de forma no evidente, y siempre en presencia de otras personas”.
Para Andrés Kim, “la expresión que resumía toda la identidad del cristiano era “discípulo de Jesús”. Ser su discípulo significa, según Francisco, “seguir su camino” y esto “implica dar la vida por el Evangelio. Por tanto, “el cristiano es por naturaleza misionero y testigo, como Jesús lo fue del Padre”
“Cuando el Evangelio se vive en plenitud, la persona no se encierra en sí misma, sino que da testimonio de la fe, convirtiéndola así en fe contagiosa. Ahí nace la pasión por la evangelización. Y aunque el contexto circundante no sea favorable, no cambia, al contrario, adquiere aún más valor. San Andrés Kim y otros creyentes coreanos han demostrado que el testimonio del Evangelio dado en tiempos de persecución puede dar mucho fruto para la fe”, ha subrayado Francisco.
El segundo ejemplo concreto de la vida de san Andrés Kim lo encontramos cuando tuvo que buscar la manera “de acoger en secreto a sacerdotes misioneros del extranjero”. No era una tarea fácil: el régimen de la época prohibía terminantemente la entrada en el territorio a todos los extranjeros.
“Una vez caminó por la nieve, sin comer, durante tanto tiempo, que cayó al suelo exhausto, corriendo el riesgo de perder el conocimiento y congelarse allí. En ese momento, oyó de repente una voz: “¡Levántate, camina!”. Al oír esa voz, Andrés se despertó, viendo como una sombra a alguien que le guiaba”, ha contado Francisco este miércoles.
Esta experiencia nos trae un aspecto muy importante del celo apostólico: el valor de levantarse cuando uno se cae. “Por difícil que sea la situación, incluso a veces puede parecer que no deja espacio para el mensaje evangélico, no debemos rendirnos y no debemos renunciar a perseguir lo que es esencial en nuestra vida cristiana, es decir, la evangelización. Tal vez a veces nos desanimemos, debido a obstáculos externos, y el hecho de dar testimonio del Evangelio atraiga la incomprensión y el desprecio”, ha afirmado el Papa.
Por último, Francisco ha subrayado que “siempre podemos volver a levantarnos, porque el Señor Jesús nunca nos abandona, siempre está cerca, nos anima y nos toma de la mano. Y siempre nos repite: “¡Levántate, camina!”. Él mismo es el que resucitó de entre los muertos. Su Resurrección es precisamente el misterio en el que radica la posibilidad de que nos levantemos de toda caída; es la fuente de la fuerza que nos permite seguir adelante”.
“Hermanos y hermanas, no nos desanimemos, no nos dejemos robar la dulce alegría de evangelizar (cf. Pablo VI), y con la fuerza que nos da Jesucristo, sigamos adelante”, ha concluido Francisco la Audiencia General.
Ecclesia
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