El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo emérito de Tegucigalpa (Honduras), desde el inicio de este año, puede ser considerado uno de los prohombres de la Iglesia de América Latina y del Caribe en el postconcilio, así como del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), donde ha sido secretario general, presidente y coordinador de diferentes departamentos y centros, en el último cuatrienio del Centro de Gestión del Conocimiento.
Gran impulsor del proceso de renovación y reestructuración del Celam, ve esto como algo sin marcha atrás, pues “en la caja de velocidades del Espíritu Santo no existe el retroceso”. De ahí que apueste por continuar el camino de la sinodalidad, de una Iglesia inspirada por el Concilio Vaticano II, por una Iglesia que tiene pensamiento, y que lo ofrece a la sociedad del continente.
Usted ha sido en el último cuatrienio coordinador del consejo del Centro de Gestión del Conocimiento del Celam, ¿qué supone ese ámbito en la vida de la Iglesia y en la vida de la sociedad latinoamericana y caribeña?
En primer lugar, el hecho de que se necesita pensamiento, no podemos pensar que el mundo debe seguir simplemente los dictados de un puñado de personas que sólo piensan en el dinero. Prácticamente el dinero es el que mueve al mundo hoy día, poca gente conoce el encuentro de Davos, un lugar de Suiza donde se reúnen los más ricos del mundo una vez al año, no por cierto para buscar el alivio a la pobreza, sino para vez cómo aumenta su riqueza, siendo un puñado.
Y estos mandan en la política, manda en la economía, quieren mandar también hasta en la cultura, porque ahora está habiendo una transformación del transhumanismo, que es prácticamente transcultural. De manera que es muy importante pensamiento en la Iglesia católica, y no simplemente Teología, digo pensamiento. Estos últimos cuatro años la gestión ha enfrentado los desafíos a la Antropología Filosófica, a la Antropología Teológica, ha buscado respuesta a algunas cuestiones de Bioética que son siempre muy preocupantes y no digamos a otros aspectos del pensamiento, también la política, también la ecología.
De tal manera que yo me siento muy contento, muy satisfecho, se han presentado los resultados ahora en la Asamblea y creo que es una sección del Celam que tiene mucho futuro para seguir orientando a los hermanos obispos en ciertas categorías de pensamiento que no es fácil encontrar en muchos países.
Conoce perfectamente el proceso de renovación y reestructuración del Celam, que se ha impulsado en los últimos cuatro años, a pesar de las dificultades de la pandemia, podemos decir que los resultados son satisfactorios. La nueva presidencia ha dicho claramente que quiere continuar con ese proceso. ¿Por qué es importante esa continuidad?
Suelo decir a los fieles que en la caja de velocidades del Espíritu Santo no existe el retroceso. Y por consiguiente, la vida de la Iglesia impulsada por el Espíritu Santo, que es Señor y dador de vida, como decimos en el Credo, no tiene retroceso. Y este enorme esfuerzo que ha hecho la última directiva del Celam y todos los colaboradores para la reforma, reforma que ha sido sancionada y avalada por el Papa Francisco, es un camino que tiene que seguir. Me encanta que la nueva directiva esté empeñada en seguir adelante con esto, que sin duda alguna es un gran beneficio para todo el continente.
Medellín fue la aplicación práctica del Concilio Vaticano II en América Latina y el Caribe. ¿Podemos decir que este proceso de renovación y reestructuración, salvando las distancias, es un asumir, por parte de la Iglesia de América Latina y el Caribe de la eclesiología de un Papa que 60 años después del Concilio, ha querido reactivar todas las dinámicas vividas entonces?
No cabe dude, no cabe duda, y mire que a mí me tocó vivir fuertemente Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Que todas y cada una, con sus énfasis particulares debido al tiempo, han llevado adelante la eclesiología del Vaticano II. Pero no nos debemos asustar que actualmente hay mucho personal eclesiástico que no conoce el Concilio. Lo consideran como algo tan lejano, y no se dan cuenta que toda la actividad pastoral del Papa Francisco es simplemente aplicar el Concilio a los tiempos nuevos.
No nos debe maravillar, los concilios en la Iglesia han demorado años para ser aplicados, y así también actualmente, el Papa Francisco lo que está haciendo es llevar adelante el Concilio Vaticano II.
Habla de Aparecida, una Conferencia donde también participó el cardenal Bergoglio, que inclusive fue el relator general del Documento. Ante la petición de una VI Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, el Papa Francisco dijo que Aparecida todavía tenía mucho juego para dar y sugirió la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Usted no participó presencialmente, pero tuvo una voz muy participativa virtualmente. ¿Qué es lo que supuso para la Iglesia del continente esa asamblea?
Supuso una revolución completa, porque en primer lugar ya fue una aplicación del camino sinodal, y en segundo lugar porque la participación fue enorme. En líneas generales se calculan 70 mil participantes. Jamás en ningún tipo de reuniones de esta clase pudo haber tantísimo participante. Yo diría que en ninguna, aún en reuniones política. Todo esto se da en las grandes manifestaciones que son solamente gritos y consignas, pero en algo tan serio como esta asamblea, es la primera vez, en América Latina completamente.
Y eso nos introdujo en la metodología sinodal y diría yo, providencialmente, en la metodología virtual. De tal manera que se ha podido participar, y ningún laico, o laica, o joven, habrán dicho, es que a mí no me han permitido participar. Todo el que ha querido ha podido participar, y esperamos que en esto ya se ha seguido la metodología en la preparación para el Sínodo sobre la Sinodalidad, y sobre todo para la aplicación. Cuando sea el momento tendremos un horizonte amplísimo, ha sido una auténtica revolución.
De hecho, hay quien dice que fue la preparación para el actual Sínodo. ¿Resulta muy osado decir que América Latina y el Caribe está siendo escuela de sinodalidad?
No es que es osado, es que es la realidad. Incluso tuvimos observadores de la Federación de Asia, de la Federación de Europa, de África, y de hecho han aprendido mucho. No nos debemos avergonzar sino al contrario, saber que hemos ayudado a una escuela de sinodalidad.
De cara al futuro, ¿cuáles son los desafíos que la Iglesia de América Latina y el Caribe debe enfrentar?
En primer lugar, el Celam llevar adelante su reforma, y llevar adelante con creatividad y al mismo tiempo con parresia, con valor, porque lógicamente hay cosas que requieren unas acciones muy interesantes, también fuertes, y hay que hacerlas.
En segundo lugar, tenemos que tratar de ayudar a responder los grandes desafíos, uno de los cuales está en una madurez política que no llega en nuestro continente. La política se ha reducido a una actividad para ganar elecciones y para que los partidos que llegan al gobierno se puedan enriquecer lo más rápido posible, aún robando. Este es uno de los grandísimos desafíos, porque no puede haber desarrollo donde hay corrupción. Y los fondos que son necesarios para proyectos sociales, quedan disminuidos y a veces hasta anulados por ese tipo de politiquería. Un desafío grande es cómo hacer que Fratelli tutti llegue a todos los estamentos políticos.
Ante esa situación que usted relata, ¿cómo debería la Iglesia ejercer la profecía, una actitud que siempre estuvo presente en la Iglesia del continente?
En primer lugar, con la jerarquía, tratando de llevar adelante toda esta riqueza de la Doctrina Social de la Iglesia a los dirigentes. Y el laicado a ser activos y participativos. Uno de los problemas más grandes para que haya cambios es cuando hay pasividad, cuando hay indiferencia, especialmente de aquellos que podrían contribuir a una superación de este caos político en el cual vivimos. Pero muchas veces, esa pasividad y esa indiferencia hacen que aquellos que conocen la verdad y conocen la palabra, no participen. A mí me da mucha tristeza, y por eso tenemos que combatir ese tipo de indiferencia.-
RD
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