¿Se debe celebrar al Divino Niño el 20 de julio?

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Imagen referencial, del Santo Niño de Escuque

Una de las devociones más populares -y más hermosas- es la dedicada al Divino Niño Jesús. Esta piedad contempla a Jesucristo en sus primeros años de vida, durante su niñez. Es el tiempo en que Jesús vive bajo la protección especial de su padre adoptivo, San José, y de su madre, la Santísima Virgen María, mientras iba progresando “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (ver Lc 2,56).

La devoción al Divino Niño se sostiene en la cristología -tratado teológico que se ocupa de Jesús, segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo Encarnado-. En Jesucristo, persona única e indivisible, hay dos naturalezas: humana y divina. Y dado que Jesús fue “en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15), sabemos que fue niño en plenitud. Por eso, la figura de Jesús Niño evoca a cada niño y, al mismo tiempo, la grandeza de toda infancia: “Yo os aseguro -dice el Señor-: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3).

El Divino Niño