El autor de esta entrevista realiza su contenido netamente imaginario basada en sus conocimientos y estudios del beato José Gregorio Hernández Cisneros por más de 40 años.
Hace algunos años realicé un artículo donde le hacía una entrevista imaginaria al Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, entre las preguntas que le formule, una de ellas fue ésta:
¿Nos gustaría saber, cómo es un día normal en la vida del Doctor Hernández?
-Bueno quisiera en primer lugar saludar a todos mis compatriotas y también aquellos que no han nacido aquí, pero han adoptado este país como suyo.
Le diré lo siguiente: Siempre he sido muy madrugador, al levantarme doy gracias a Dios por haberme permitido abrir los ojos a un nuevo día, luego tomo el rosario y saludo a la Santísima Virgen todas las mañanas, costumbre que se convirtió en un hábito en mi persona y que me fuera inculcada por mi madre desde muy niño.
Luego tomo una ducha y me dispongo a eso de las 5:45 de la mañana para ir a misa en Santa Capilla, en el trayecto voy orando, y pidiéndole a Dios, que me ilumine para cumplir con Él y con el prójimo, en ese nuevo día. Y después regreso a casa para desayunar. Allí realizo un pequeño itinerario de mis visitas médicas, con el fin de hacer la mejor ruta para no perder tiempo en el camino. Guardo en mis bolsillos antes de salir, algunas golosinas, y parte de mi desayuno para repartírselos a los pobres en el camino, cosa que no saben mi tía y mi hermana, de lo contrario se molestarían conmigo.
Le noto una pícara sonrisa y me dice:
-Confío en su discreción mi querido amigo.
Y le contesto; que no se preocupe Doctor Hernández, yo le guardaré el secreto.
– Al dar las 8:00 de la mañana, me dispongo a salir para a realizar las visitas a domicilio de mis pacientes tanto a los pudientes como a los pobres, la cual finalizo a eso de las 11:45 am, entonces es cuando regreso a casa para almorzar a las 12:00 del mediodía. Después en la tarde tengo consulta con mis pacientes menos favorecidos de 1 a 2 y 45 pm, en mi casa. Luego me dirijo al Colegio Villegas a dar clases, ya que la Universidad desafortunadamente se encuentra cerrada en estos momentos. Permanezco allí hasta las 5:40 de la tarde más o menos, que es cuando regreso de nuevo a casa. No acostumbro salir de noche, salvo que sea un caso de suma urgencia. Tiempo que escojo para leer, orar y tocar el piano. Eso podríamos decir brevemente, que es mi rutina diaria. Y te cuento para que lo tengas presente siempre en tu vida: “Un solo acto bueno no engendra virtud”
¿La gente dice Doctor Hernández que usted tiene fama de Santo; se considera usted un Santo?
-Todos los hombres están llamados a la santidad… pero no me considero un santo, creo que me faltan muchos méritos para serlo. Sin embargo, me he limitado siempre a cumplir con mi deber, así como también los mandamientos de la ley de Dios… Te diré algo que quiero traerte a colación por la pregunta que me haces; ayer en la tarde una señora se me acercó y me dijo: –
“Admiro su espíritu de sacrificio y desprendimiento. Y aprovecho esta entrevista para recomendarles a todos los que nos leen por este medio de comunicación, lo mismo que le dije a la amable señora: “Es muy poco lo que hago, además usted lo puede hacer tan bien como yo. Dios es igual para todos. Hay que responderle con generosidad. Cuando uno se acerca a Él, Él también se arrima a uno. De ese modo las cruces y afanes de la vida se convierten en medios de santificación”.
Nos hemos enterado que le gusta la pintura y que ha incursionado en ella ¿qué nos puede decir al respecto?
-He pintado muy poco en realidad, pero pinté dos cuadros al óleo que los conserva mi hermano Cesar en su casa, nada del otro mundo artísticamente hablando, pero a mí me gustan apartando la modestia…
Se sonríe y de igual forma lo veo y me sonrío con él y agrega: fue un Sagrado Corazón de Jesús y El Corazón Inmaculado de la Virgen María, que realice en 1888 en Isnotú….
Existe un excelente trabajo de investigación, realizado por la Doctora y amiga; María Matilde Suárez, de José Gregorio Hernández, publicado por El Nacional en el 2005, pág. 84, y que me gustaría compartir con todos ustedes, y dice así:
…El 7 de diciembre de 1899, el doctor Hernández ingresó a la Venerable Orden Terciaria Franciscana, por lo que asistía con frecuencia a la Iglesia de las Mercedes y tuvo amistad con los misioneros franciscanos capuchinos. El 10 de enero de 1908 se inscribió como cooperador de la Casa de Niños Pobres. También en Caracas perteneció a la Cofradía de Nuestra Señora de El Carmen y fue fundador del Centro Católico y a pesar de sus múltiples ocupaciones, tuvo tiempo para dirigirlo.
De sus ingresos personales pagaba el alquiler de la casa donde funcionaba esa institución y los materiales utilizados en la Secretaria. Era amigo de las Hermanas de la Caridad. Honraba a los sacerdotes. Asistía a las ceremonias católicas, practicaba la austeridad, estimulaba la esperanza de los pobres, consolaba a los afligidos y a los enfermos, cumplía con los mandamientos de la Ley de Dios, jamás se le escuchó decir algún improperio.
A las 8 de la noche, después de cerrar el portón de su casa, se recogía en su cuarto a orar bajo la luz de una lámpara de querosén. Hacía vigilia y se quedaba hasta tarde leyendo obras piadosas y actualizando sus conocimientos médicos. Su sueño era ligero, se levantaba muy temprano para asistir a misa, hacía penitencias en el más riguroso secreto y ayunaba con frecuencia; a diario usaba cilicios, era un asceta verdadero, sobrio en la comida, no ingería bebidas alcohólicas, acostumbrado a beber agua y jugos de frutas. Antes de sentarse a la mesa bendecía los alimentos y, al terminar, daba gracias a Dios.
Desde muy joven se inició en la práctica de la devoción de la Santísima Virgen, a San José, a Nuestra Señora de las Mercedes, al Sagrado Corazón de Jesús, Corazón Inmaculado de la Virgen María, y a la entonces beata Margarita María de Alacoque. Rendía culto público a la Santísima Trinidad, a la Encarnación del Verbo y al Santísimo Sacramento del Altar. Su patrona más cercana fue Nuestra Señora de las Mercedes, tenía una imagen tallada en madera en su habitación y su patrono era San José, cuya imagen reposaba en la sala de su casa sobre una mesita, al lado de la mecedora donde se sentaba a atender a los pacientes.
Veneraba también Nuestra Señora de Lourdes, a la del Santísimo Rosario patrona de Isnotú, y a Nuestra Señora del Carmen. Por la mañana al mediodía en la tarde, rezaba con mayor devoción el Ángelus. Daba a Dios gracias por haber nacido en la religión católica, pedía misericordia para él, para sus familiares y amigos y por la conversión de los pecadores.
Rezaba el Credo, el Trisagio y el Santo Rosario, arrodillado en las Iglesias. Era visitante asiduo de la Iglesia de las Mercedes y de Santa Capilla, donde a diario oraba fervorosamente ante el Santísimo Sacramento. El día de su muerte fue ese la última Iglesia que visitó.
El Guardián Católico
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