Al presidir el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro este martes 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Francisco explicó que la Madre de Dios muestra cómo es el doble camino para ganar el Cielo.
“Hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, contemplamos su ascensión en cuerpo y alma a la gloria del Cielo. También el Evangelio de hoy nos la presenta ascendiendo, esta vez a una ‘región montañosa’, para ayudar a su prima Isabel, y allí proclama el cántico gozoso del Magnificat. María sube y la Palabra de Dios nos revela lo que la caracteriza mientras sube: el servicio al prójimo y la alabanza a Dios”, afirmó el Pontífice al iniciar su reflexión este mediodía, bajo el sol de Roma.
El Santo Padre meditó también brevemente sobre la vida de Cristo, “una ascensión hacia Jerusalén, el lugar de la entrega de sí mismo en la cruz”. Él y su Madre, continuó, “vencen a la muerte y resucitan; dos vidas cuyos secretos son el servicio y la alabanza”.
Sobre el servicio de María, el Papa resaltó que no es algo fácil de hacer. “La Virgen, que acaba de concebir, recorre casi 150 kilómetros para llegar a casa de Isabel desde Nazaret. ¡Ayudar tiene su precio! También nosotros lo experimentamos, en el cansancio, la paciencia y las preocupaciones que conlleva el cuidado de los demás”.
Del mismo modo, en quienes se sacrifican para cuidar a niños o ancianos, o a quienes “no tienen nada que devolver”, hay un compromiso ciertamente “fatigoso, pero es subir hacia lo alto, ¡es ganar el Cielo! Pero el servicio corre el riesgo de ser estéril sin la alabanza a Dios”.
En ese sentido, la Virgen María no habla de su cansancio al llegar a casa de Isabel, sino que se desborda en una “cascada de alabanzas”, que la llevan a recitar el Magnificat, en el que alaba especialmente a Dios.
“La alabanza aumenta la alegría. La alabanza es como una escalera: eleva los corazones. La alabanza levanta el ánimo y vence la tentación de caer. ¡Qué bueno es alabar a Dios cada día, y también a los demás! ¡Qué bueno es vivir de gratitud y bendición en lugar de lamentaciones y quejas, mirar hacia lo alto en lugar de enfadarse! Servicio y alabanza”, continuó el Papa Francisco.
De ese modo el Pontífice animó a cuestionarse: “¿Vivo mi trabajo y mis ocupaciones cotidianas con espíritu de servicio o egoísmo? ¿Me dedico a alguien gratuitamente, sin buscar beneficios inmediatos? En definitiva, ¿hago del servicio el ‘trampolín’ de mi vida?”.
“Y pensando en la alabanza: ¿sé, como María, exultar en Dios? ¿Rezo bendiciendo al Señor? Y, después de alabarlo, ¿contagio su alegría entre las personas que encuentro? Que cada uno se haga estas preguntas y que nuestra Madre, Asunta al Cielo, nos ayude a subir cada día más hacia lo alto mediante el servicio y la alabanza”, concluyó.
Rezar por la paz
Tras la conclusión del rezo del Ángelus, el Papa Francisco confió a María Asunta al Cielo “la súplica por la paz, en Ucrania y en todas las regiones laceradas por la guerra, ¡son tantas por desgracia!”.
“El estruendo de las armas tapa las tentativas de diálogo, el derecho de la fuerza prevalece sobre la fuerza del derecho, pero no nos dejemos desalentar, sigamos esperando y rezando, porque es Dios, es Él quien guía la historia. ¡Que nos escuche!”, pidió el Papa.
ACI Prensa
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