Santa Sede: El racismo es un mal abominable que niega la dignidad humana

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El Papa lo ha definido como un virus

Discurso del arzobispo Gabriele Caccia en Nueva York ante la Comisión para la Eliminación del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia: “La comunidad internacional considera injustificable e inadmisible la tendencia a mantener o introducir leyes o comportamientos inspirados sistemáticamente en prejuicios racistas”. Llamamiento en favor de los migrantes: La migración puede infundir miedo y aprensión, a menudo alimentados y explotados con fines políticos

El Papa ya lo había definido como “un virus”, que cambia rápidamente y, en lugar de desaparecer, se esconde. “El racismo es un mal pernicioso y abominable que niega la dignidad humana y divide a la familia humana”. Así se expresó el arzobispo Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, en su discurso de ayer, 30 de octubre, en Nueva York, ante la Tercera Comisión para la la Eliminación del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia. Un tema de “gran actualidad”, subrayó el prelado, a la luz de las “tensiones” que suscitan el racismo y la discriminación racial “tanto dentro de los países como a nivel internacional”. El racismo, afirma, “es un mal que persiste en nuestra sociedad y, a pesar de los progresos evidentes e incluso de los cambios significativos en la legislación, la realidad del racismo permanece”.

Inaceptable introducir leyes inspiradas en prejuicios racistas

“La comunidad internacional -subraya monseñor Caccia- considera injustificable y rechaza como inadmisible la tendencia a mantener o introducir leyes o comportamientos inspirados sistemáticamente en prejuicios racistas. Todos los miembros de la familia humana comparten los mismos derechos y deberes fundamentales, puesto que poseen la misma dignidad dada por Dios”. Huelga decir que “todos deben tener igual acceso a la vida económica, cultural, cívica y social” y “beneficiarse de la distribución equitativa de la riqueza de la nación, mientras son tratados por igual ante la ley”.

Llamamiento en favor de los migrantes

El delegado vaticano va a las raíces de este fenómeno basado -subraya- “en la errónea convicción de que una persona, reducida a una mera característica, es superior a otra”. Se trata de “una afrenta a la dignidad intrínseca de todo ser humano”, afirma. De ahí la denuncia de los “reprobables actos de racismo, xenofobia y discriminación contra migrantes, refugiados y solicitantes de asilo” que, dice Caccia, “son una clara manifestación de esta mentalidad”. “No se considera que los migrantes tengan la misma dignidad inherente que cualquier otra persona y, por tanto, se les rechaza abiertamente. La migración puede infundir miedo y aprensión, a menudo alimentados y explotados con fines políticos”.

Esto puede conducir a “una mentalidad xenófoba”, ya que las personas se encierran en sí mismas por miedo al otro. “La Santa Sede -subraya el observador permanente- está firmemente convencida de que esta cuestión debe afrontarse con decisión. Los migrantes no deben ser considerados como un problema político de fácil solución, sino como seres humanos que comparten la misma dignidad y valor inherentes a toda persona”.

Personas que sufren a causa de sus creencias 

Al mismo tiempo, la Santa Sede está “profundamente preocupada por el continuo aumento de los casos de intolerancia religiosa, discriminación y persecución. Un número cada vez mayor de personas sufre a causa de su religión o sus creencias”, señala Caccia. “Individuos y comunidades se enfrentan a restricciones y persecuciones por la profesión de su fe, tanto en la esfera privada como en la pública”. Teniendo en cuenta los numerosos lugares donde la libertad religiosa está gravemente restringida, la Santa Sede recuerda que “los gobiernos tienen el deber de proteger este derecho de sus ciudadanos, ya que es uno de los requisitos mínimos absolutos necesarios para vivir con dignidad”.

La igual dignidad de toda persona

Por último, un claro llamamiento del arzobispo: “Nadie debe ser discriminado, de hecho o de derecho, por motivos de raza, color, sexo, lengua, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. La igual dignidad de cada persona exige que nunca cerremos los ojos ante el racismo o la exclusión, sino que nos acerquemos a cada persona con apertura, solidaridad y amor”.

Vatican News

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