Vaticano condena la maternidad subrogada, la teoría de género y el cambio de sexo

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Cardenal Fernández llega a la conferencia de prensa de presentación de "Dignitas Infinita, sobre dignidad humana"

En la declaración “Dignitas Infinita”, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, entre las “violaciones graves de la dignidad humana” se incluyen también la pobreza, la guerra y la situación que padecen los migrantes, temas centrales del pontificado del papa Francisco.

En un esperado documento sobre dignidad humana difundido este lunes, el Vaticano confirmó su doctrina tradicional en temas como el aborto, la eutanasia y el suicidio asistido y la actualizó, al condenar asimismo prácticas actuales como la “deplorable” maternidad subrogada, “que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño”; así como la teoría de género, el cambio de sexo y la violencia digital.

Una novedad del nuevo documento del Vaticano es que, junto a los temas bioéticos, en una lista “no exhaustiva” de “violaciones graves de la dignidad humana” enumera las violencias contra las mujeres, los abusos sexuales y temas centrales del pontificado de Francisco como la pobreza, la guerra, la trata de personas y la situación que padecen muchos migrantes.

“La Iglesia se posiciona en contra de la práctica de la maternidad subrogada, mediante la cual el niño, inmensamente digno, se convierte en un mero objeto”, advierte, negro sobre blanco, la Declaración “Dignitas Infinita, sobre la dignidad humana”, que renueva el llamamiento que Francisco hizo en enero pasado para que la comunidad internacional prohíba universalmente esta práctica, también comúnmente llamada de “alquiler de vientres”.

De 66 puntos y 25 páginas, la Declaración fue elaborada a partir de 2019 por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) y en estos cinco años no sólo tuvo diversos borradores sino, también, un “largo proceso de maduración”, según destaca al principio su autor, el cardenal cordobés Víctor Manuel “Tucho” Fernández. Fernández, uno de los hombres más cercanos al Papa, designado al frente de este importante “ministerio” de la Santa Sede que cuida la ortodoxia de la Iglesia en julio pasado, por primera vez apareció al mediodía local en una conferencia de prensa en el Vaticano para presentar “Dignitas Infinita”. Cuando se difundió su primer documento, la Declaración “Fiducia supplicans” que permite bendiciones no litúrgicas a parejas homosexuales e irregulares y que creó gran revuelo en la Iglesia, en diciembre pasado, no había habido ninguna presentación del documento.

Si bien se especulaba con que esta declaración se centrara en la más que sensible cuestión de la teoría de género, el documento es mucho más amplio. De hecho, en su introducción el cardenal Fernández aclara que fue el papa Francisco, en noviembre pasado, quien le pidió “resaltar en el texto algunas temáticas estrechamente relacionadas con el tema de la dignidad, como por ejemplo el drama de la pobreza, la situación de los emigrantes, las violencias contra las mujeres, la trata de personas, la guerra y otros”.

Como subrayó Andrea Tornielli, director editorial del Vaticano, en un artículo en Vatican News, el nuevo documento “apunta a superar la dicotomía existente entre quienes se concentran en modo exclusivo en la defensa de la vida por nacer o morir, olvidándose de muchos otros atentados a la dignidad humana y, al revés, los que se concentran sólo en la defensa de pobres y migrantes olvidando que la vida debe defenderse desde la concepción hasta su muerte natural”.

Dignitas Infinita

“Dignitas Infinita” fue realizado en ocasión del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948. Se trata de un aniversario que ofrece a la Iglesia “la oportunidad de aclarar algunos malentendidos que surgen a menudo en torno a la dignidad humana y de abordar algunas cuestiones concretas, graves y urgentes, relacionadas con ella”, puede leerse. Alude así, sin mencionarlo, al hecho de que, en muchas partes del mundo occidental hoy se consideran como derechos el aborto (recientemente incluido en la Constitución francesa), el cambio de sexo o la práctica de la maternidad subrogada, legal en los Estados Unidos.

En las primeras tres partes, la Declaración recuerda los principios fundamentales y los supuestos teóricos de la dignidad “infinita” de todos los seres humanos y advierte de las frecuentes confusiones que se producen en el uso del término “dignidad humana”. Subraya, en efecto, muchos malentendidos sobre el concepto de dignidad, que distorsionan su significado. “Algunos proponen que es mejor utilizar la expresión ‘dignidad personal’ (y derechos ‘de la persona’) en lugar de ‘dignidad humana’ (y derechos ‘del hombre’), porque entienden por persona sólo ‘un ser capaz de razonar’. Así pues, el niño no nacido no tendría dignidad personal, ni el anciano incapacitado, ni los discapacitados mentales”, advierte. “La Iglesia, por el contrario, insiste en el hecho de que la dignidad de toda persona humana, precisamente porque es intrínseca, permanece ‘más allá de toda circunstancia’, y su reconocimiento no puede depender, en modo alguno, del juicio sobre la capacidad de una persona para comprender y actuar libremente”, recuerda. Por otro lado, alerta que “a veces también se abusa del concepto de dignidad humana para justificar una multiplicación arbitraria de nuevos derechos, muchos de los cuales suelen ser contrarios a los definidos originalmente y no pocas veces se ponen en contradicción con el derecho fundamental a la vida”.

En la cuarta y última parte, hace una lista de “algunas violaciones graves de la dignidad humana”. Entonces menciona, en primer término, el drama de la pobreza, “uno de los fenómenos que más contribuye a negar la dignidad de tantos seres humanos”; la guerra; la situación de los emigrantes; la trata de personas; los abusos sexuales; las violencias contra las mujeres y el fenómeno de los femicidios; el aborto; la maternidad subrogada; la eutanasia y el suicidio asistido; el descarte de las personas discapacitadas; la teoría de género; el cambio de sexo; y la violencia digital.

Respecto del aborto, legal en muchos países, incluso en la Argentina desde diciembre de 2020, el documento reafirma que para la Iglesia «la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural y que su magisterio siempre se ha pronunciado en contra de esta práctica. “Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos”, lamenta. “La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida”, critica. “Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño”, sostiene, al subrayar que la difusión de una terminología ambigua, como la de “interrupción del embarazo”, tiende a “ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública”. “Quizás este mismo fenómeno lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento», insiste.

Condena luego la práctica de la maternidad subrogada, que viola tanto la dignidad del niño, como la de la mujer que “o se ve obligada a ello o decide libremente someterse”, sostiene. “El niño tiene derecho, en virtud de su dignidad inalienable, a tener un origen plenamente humano y no inducido artificialmente, y a recibir el don de una vida que manifieste, al mismo tiempo, la dignidad de quien la da y de quien la recibe. El reconocimiento de la dignidad de la persona humana implica también el reconocimiento de la dignidad de la unión conyugal y de la procreación humana en todas sus dimensiones. En este sentido, el deseo legítimo de tener un hijo no puede convertirse en un ‘derecho al hijo’ que no respete la dignidad del propio hijo como destinatario del don gratuito de la vida”, afirma. Por otro lado, destaca que, con esta práctica, “la mujer se desvincula del hijo que crece en ella y se convierte en un mero medio al servicio del beneficio o del deseo arbitrario de otros”. “Esto se contrapone, totalmente, con la dignidad fundamental de todo ser humano y su derecho a ser reconocido siempre por sí mismo y nunca como instrumento para otra cosa”, advierte.

El documento deplora enseguida después que “hay un caso particular de violación de la dignidad humana, más silencioso pero que está ganando mucho terreno” y que “tiene la peculiaridad de utilizar un concepto erróneo de la dignidad humana para volverla contra la vida misma: esta confusión, muy común hoy en día, sale a la luz cuando se habla de eutanasia”. “Por ejemplo, las leyes que reconocen la posibilidad de la eutanasia o el suicidio asistido se denominan a veces ‘leyes de muerte digna’”, subraya, al reconocer que “está muy extendida la idea de que la eutanasia o el suicidio asistido son compatibles con el respeto a la dignidad de la persona humana”.

Tras condenar asimismo el descarte de las personas discapacitadas y denunciar como “contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual”, el documento critica la teoría de género, muchas veces condenada por el papa Francisco, ya que “pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos: la diferencia sexual”. “En este sentido, el respeto del propio cuerpo y de aquel de los otros es esencial ante la proliferación y reivindicación de nuevos derechos que avanza la teoría de género. Esta ideología presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Por tanto, resulta inaceptable que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños”, alerta. “No hay que ignorar que el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir, pero no separar. Por lo tanto, debe rechazarse todo intento de ocultar la referencia a la evidente diferencia sexual entre hombres y mujeres”, añade.

Condena así mismo toda operación de cambio de sexo, aunque no excluye que “una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías”. “En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende”, aclara.

Advierte, finalmente, del lado oscuro de la tecnología digital, que “aunque ofrece muchas posibilidades para promover la dignidad humana, tiende cada vez más a crear un mundo en el que crecen la explotación, la exclusión y la violencia, que pueden llegar a atentar contra la dignidad de la persona humana”. Recuerda que el ambiente digital también puede ser un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta llegar al caso extremo del dark web; el ciberacoso y que la web también es un canal de difusión de la pornografía y de explotación de las personas para fines sexuales o mediante el juego de azar.

“Dignitas infinita” concluye exhortando “ardientemente a que el respeto de la dignidad de la persona humana, más allá de toda circunstancia, se sitúe en el centro del compromiso por el bien común y de todo ordenamiento jurídico”.

La Nación

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