La inseguridad ciudadana es una de las cuatro patas del apocalipsis posesionado en Venezuela. Las otras son la intolerancia política; la crisis humanitaria, acentuada en la carencia de medicamentos, comida y el retorno de enfermedades erradicadas desde hace más de veinte años; y por supuesto, la inflación, que prácticamente “vuelve sal y agua” los aumentos de salarios que tanto ufanan al Gobierno de Nicolás Maduro.
Con todas estas caras de la realidad se topan a diario los obispos venezolanos, entre ellos, monseñor Víctor Hugo Basabe, titular de la diócesis de San Felipe (estado Yaracuy), a la sazón, secretario general de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Basabe tiene año y medio de haber tomado posesión en esa iglesia diocesana al occidente de Venezuela, pero ya su residencia episcopal –ubicada en la avenida Paulo Emilio Ávila, a una cuadra de la residencia del Gobernador del estado- ha sido robada en al menos doce ocasiones.
El 29 de octubre se conocieron los nuevos hechos.
“Llegando a San Felipe después de un duro día de trabajo en Caracas, por un mensaje de texto me entero que por tercera vez en menos de un mes la Capilla de Las Flores fue visitada por el hampa”, fue uno de los primeros alertas recibidos.
“Decido pasar a mi casa y, ya no me sorprende, me consigo una vez más con la residencia episcopal robada”, escribió el prelado a la red sacerdotal diocesana y al episcopado en general. “Adiós a la licuadora y a todo lo que tenía en la nevera para sobrevivir estos días próximos”, se lamentó, víctima de un “enemigo” invisible.
“De paso la residencia a oscuras. Todo parece indicar que se robaron parte del cableado. También, por pura maldad, cortaron un tramo del cable telefónico de escasamente un metro y por tanto, ahora estoy más incomunicado de lo que ya lo estaba”, dijo.
“La pregunta que uno se hace es precisamente ¿qué hacer? Se refuerzan rejas, se arreglan daños pero sin embargo la cosa continúa. No he querido pensar haya premeditación pero casualidad. Dejo la casa sola por 24 horas y es lo que me consigo”.
Autoridades se desentienden…
Uno de los robos más recientes en la residencia episcopal yaracuyana ocurrió el 15 de marzo.
En esa ocasión, Basabe encontró los vidrios de las ventanas rotos y las puertas reventadas. Por octava octava ocasión el hampa causaba estragos en su vivienda.
En otra oportunidad, el prelado encontró al ladrón dentro de la casa, pero al ser avistado usó las sábanas para lanzarse desde el segundo piso. El hábil “ladrón”, con una laptop en las manos, intentó resguardarse en un terreno a unos 50 metros de lugar.
Los vecinos se dieron cuenta y ayudaron a perseguir al ladrón, relató en esa ocasión a los medios locales. “Pasó una patrulla de la Guardia Nacional Bolivariana, se paró y los oficiales lanzaron un disparo al aire, pero luego me dijeron que no podían quedarse a ayudarme porque habían salido a comprarle una milanesa (bistec de pollo) al General (su jefe superior) y si se demoraban los amonestaban”, acotó.
La responsabilidad es del Gobierno
El tema de la inseguridad se ha hecho cotidiano para los ciudadanos y la Iglesia católica en Venezuela.
La iglesia ve sorprendida cómo los “delincuentes” actúan sin el más mínimo respeto contra las “cosas sagradas”, y los “pastores del pueblo de Dios” a los que han robado, agredido y asesinado.
“En otros tiempos, las imágenes y espacios religiosos como templos y capillas, y hasta las personas consagradas, eran intocables por los más conspicuos delincuentes de los que se tenga memoria”, dijo un sacerdote que no quiso exponer su nombre para evitar complicaciones con el Gobierno de Nicolás Maduro, al que considera “el primer responsable de resguardar a los ciudadanos y los bienes en Venezuela”.
El Guardián Católico