En la audiencia general de este miércoles 20 de diciembre, el Papa ha explicado las primeras oraciones de la misa, continuando con el ciclo de catequesis sobre la misma que inició hace unas semanas.
En primer lugar, “no es una buena costumbre mirar el reloj y decir: llego a tiempo, llego después del sermón y con esto cumplo”. Ha recordado que la misa empieza en las oraciones introductorias, donde “comenzamos a adorar a Dios como comunidad”.
“Durante el canto de entrada –ha proseguido Francisco–, el sacerdote procesiona al altar, lo saluda con una inclinación y lo besa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo, es una figura de Cristo. Miramos al altar y miramos a Cristo”.
El Papa ha recalcado la importancia de entender estos conceptos, ya que expresan que la misa es un encuentro real con Dios, que la comunidad se reúna en torno al altar es una imagen de que Cristo está en el centro de la comunidad, y además muy cerca.
Señal de la cruz y saludo litúrgico
A continuación, el Pontífice ha hablado acerca de la señal de la cruz: “Es al principio para que seamos conscientes de que todo se hace en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Aquí ha querido detenerse para insistir en algo que suele pedir: “¿Habéis visto cómo hacen los niños la señal de la cruz? A veces hacen como un dibujo, no saben lo que hacen. Por favor, enseñadles a hacerla bien desde pequeños”.
Tras esto, ha continuado con la explicación sobre la señal de la cruz, que comienza cada oración, que hace que la oración se mueva en “un espacio de comunión infinita; tiene como origen y fin el amor de Dios Uno y Trino, manifestado y dado a nosotros en la Cruz de Cristo. De hecho, su misterio pascual es un regalo de la Trinidad, y la Eucaristía siempre fluye de su corazón traspasado”. Por lo tanto, la señal de la cruz es afirmar que la liturgia es el encuentro real con Dios, que se encarnó, murió y resucitó.
Llega entonces el saludo litúrgico, “El Señor esté con vosotros”, a lo que se responde “Y con tu espíritu”. Más allá de un saludo normal, Francisco ha explicado que ayuda a entrar en “una ‘sinfonía’ en la que resuenan varios tonos de voces, incluyendo tiempos de silencio, con el fin de crear un ‘acuerdo’ entre los participantes, es decir, reconocernos animados por un mismo Espíritu y con un mismo propósito”.
El acto penitencial
“Esta sinfonía de oración –ha continuado– nos lleva a un momento muy emotivo, ya que se nos invita a todos a reconocer nuestros pecados”. Aquí el Papa ha vuelto a salirse del guión para preguntar a los asistentes “No sé, quizá alguno de vosotros no lo es… [pecador]. Si alguien no lo es que levante la mano, por favor, para que lo veamos. No hay manos levantadas, ¡Bien, tenéis una fe sana!”.
Tras este paréntesis, ha señalado que el acto penitencial es una invitación a confesar los pecados ante Dios y la comunidad, con humildad y sinceridad. No es algo que se haga por que quede bien, sino porque “si verdaderamente la Eucaristía hace presente el misterio pascual, que es el paso de Cristo de la muerte a la vida, entonces lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestra situación de muerte con el fin de resucitar con él a una vida nueva”, ha concluido el Pontífice
Saludos del Papa
Tras rezar el padrenuestro, los componentes del Circo Cuba, que se encuentra en Roma con su espectáculo, han ofrecido unos minutos de actuaciones, durante los que el Pontífice se ha mostrado muy alegre, y que ha agradecido antes de acabar la audiencia.
Además, unos niños de un orfanato polaco vestidos de azul y blanco han cantado para el Papa, quien les ha pedido que volvieran a cantar al final del todo.
Vida Nueva