Antonio Pérez Esclarín
Venezuela enfrenta hoy un triple reto para salir de esta espantosa crisis que ha generalizado la miseria y la confrontación, convertir todas sus inmensas potencialidades en vida abundante para todos y así posibilitar la paz verdadera : el reto del reencuentro y la reconciliación, de modo que profundicemos y llenemos de sentido la democracia, entendida como un poema de la diversidad, con gobernantes capaces y profundamente éticos, ejemplos de vida; con instituciones eficientes, que resuelvan problemas y poderes autónomos que se regulen unos a otros, de modo que todos los venezolanos nos constituyamos en genuinas personas y auténticos ciudadanos, sujetos de derechos y deberes, iguales ante la ley. El segundo reto es cambiar el modelo estatista y rentista por un modelo eficiente y productivo, que asuma el trabajo y la producción como medios esenciales de realización personal y de garantizar a toda la población bienes y servicios de calidad. El tercer reto es lograr un desarrollo humano, con justicia y equidad, es decir, sin excluidos de ningún tipo, un desarrollo que combata con fuerza la pobreza, la miseria, el clientelismo, el populismo y todo tipo de discriminación y de violencia. A pesar de los graves problemas que estamos viviendo, los venezolanos no podemos renunciar a la esperanza y debemos seguir trabajando con tesón, ilusión y pasión, por constituirnos en una nación moderna, eficiente y solidaria, en la que todos podamos vivir con dignidad y, al mirarnos a los ojos, nos veamos y tratemos como conciudadanos y hermanos y no como rivales o enemigos.
Enfrentar este triple reto va a exigir múltiples respuestas de orden político, económico y social, pero también respuestas educativas. Si bien es cierto que sola la educación no es suficiente para sacar al país de la pobreza y de la crisis, es igualmente cierto que no saldremos de ella sin el aporte de una educación renovada, integral, de calidad, que alcance a toda la población venezolana, la retenga en el sistema y forme su corazón, su mente y sus manos, es decir, le proporcione las competencias necesarias para vivir a plenitud su ser de persona, para ejercer libre y responsablemente su ciudadanía, para seguir aprendiendo siempre e insertarse productivamente en la sociedad. En palabras de Paulo Freire, “la educación sola no transforma el mundo, pero forma las personas que lo transformarán”. La educación por sí sola no construye nación, pero sin ella no es posible la nación. La educación sola no puede producir los cambios necesarios, pero sin ella no es posible el cambio. Si queremos que la educación contribuya a acabar con la pobreza, debemos acabar primero con la pobreza de la educación y con la pobreza económica, pero también pedagógica, emocional y espiritual de numerosos educadores.
La educación es la suprema contribución al futuro del mundo, puesto que tiene que contribuir a prevenir la violencia, la intolerancia, la pobreza, y la ignorancia. Una población bien educada es crucial si se quiere tener democracias prósperas y comunidades fuertes. La educación es el pasaporte a un mañana mejor. A todos nos conviene tener más y mejor educación y que todos los demás la tengan.
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