Monseñor Freddy Fuenmayor, Obispo de Los Teques, fue el encargado de presidir la Eucaristía previa la Bajada de la patrona del Zulia, la Virgen de Chinquinquirá, en la que dirigiéndose al pueblo congregado, y basado en la lecturas de las sagradas escrituras seleccionadas para esta celebración Mariana especial, explicó el papel de María en medio de la Iglesia, sin olvidar el amor que el pueblo zuliano profesa a la madre de Dios en esta advocación.
El prelado refirió que el “papa Francisco afirma que el anuncio del Evangelio y la experiencia de vida cristiana, que tienen como centro el amor, deben tener consecuencias sociales”, lo que aseguró constituye un desafío para nosotros los cristianos, si se toma en cuenta “en el contexto de la profunda crisis política, económica, social y moral del país”.
Recordó monseñor Fuenmayor que el Arzobispo Maracaibo Monseñor Ubaldo Santana había recordado, refiriéndose a la Bajada de la Virgen “el encuentro con ella se da este año en un contexto de grandes dificultades. La región, al igual que todo el país, está sumida en una grave crisis alimentaria, sanitaria y de inseguridad jurídica y civil”
Señaló que “Nuestro pueblo pasa hambre, se enferma, se angustia porque no consigue los medicamentos que necesita. Miles de zulianos han tenido que abandonar el país, buscando en otra parte lo que su nación no les ofrece”.
Homilía completa en la bajada de la imagen de La Chinita
Hermanos y hermanas en N. S. Jesucristo:
“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una gran luz” (Is 9, 1). Querido pueblo católico del Zulia que hoy, lleno de gozo en el Señor y henchido de gratitud hacia la Madre de Dios, celebra hoy la Bajada de la venerada imagen de La Chinita, estas palabras del profeta Isaías que acabamos de escuchar, pronunciadas en un momento histórico oscuro para el pueblo de Israel, se refieren al anuncio del nacimiento de un niño, el Emmanuel, el Dios con nosotros (cf. Is 7, 10-16), que nacerá de una virgen y traerá la liberación del mal, la justicia, la paz y la alegría. Esta profecía tendrá su cumplimiento siete siglos después de haber sido pronunciada con el nacimiento de Jesús, el Salvador, el Hijo de Dios, nacido de María la Virgen. Este nacimiento no hubiese sido posible sin el consentimiento de aquella muchacha de Nazaret llamada María que responde al ángel, desconcertada momentáneamente, pero llena de fe y humildad, con las palabras “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Decía San Bernardo que en las manos de María estaba el precio de nuestra salvación, de su consentimiento dependía que fuésemos liberados del pecado, de su respuesta que se nos devolviera la vida (cf. Homilía 4, 8-9). Afortunadamente ella dijo sí y se nos abrieron las puertas del cielo. Por eso, desde un principio el pueblo cristiano sintió profunda veneración por aquella mujer privilegiada por Dios, elegida para ser la madre del Salvador, que acompañó a su Hijo hasta el pie de la cruz y a la Iglesia después de la resurrección y que la sigue acompañando siempre como una madre amorosa que vela por sus hijos. “Ella –dice el papa Francisco- es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios” (Exhortación ‘Evangelii Gaudium’, EG, 286).
Esta maternidad se hizo signo visible en la Maracaibo de principios del siglo XVIII, cuando en un día del año 1709 –historia bien conocida por todos- una anciana recogía en las orillas del lago una tablita que una vez colocada en la pared de su casa, en un luminoso 18 de noviembre, de manera milagrosa, mostraba claramente la figura de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, tal como lo describe hermosamente el insigne poeta zuliano Jorge Schmidke:
“La sacra reliquia, de Dios mensajera, viajó sobre el lago, llegó a la ribera; y una lavandera, piadosa y sencilla, cogió la tablilla, la llevó a su casa sin saber lo que era y tapó la roja tinaja de arcilla. Pero la tablilla, de Dios mensajera, sonó en la tinaja de la lavandera; y ante el ruido extraño, la mujer sencilla tomó la tablilla, secó la madera, y al fijarse en ella descubrió lo que era. ¡Milagro, milagro, dulce maravilla!, gritó a los vecinos la mujer sencilla. ¡Es la Santa Virgen, de Dios mensajera, la Sacra Madona que el mundo venera! ¡Miren como luce! ¡Miren como brilla! Y el pueblo, ferviente, dobló la rodilla, clavó sus miradas en la azul esfera, le dio una Corona, le alzó una Capilla, y a nada le teme, porque en su alma brilla la dulce Chinita, de Dios Mensajera”.
Y desde estos memorables acontecimientos, así descritos por el poeta, la devoción mariana del pueblo maracaibero y de toda la provincia se volcó en la veneración de aquella imagen de la tablita. A partir de entonces, ella reina como madre en los corazones de cada zuliano, en su cotidianidad y en los grandes acontecimientos, realizando el Señor, por su intercesión, numerosos prodigios en favor de sus hijos que a ella acuden en sus necesidades. Ella nos muestra en su regazo al Hijo, y con el rosario en su mano derecha nos invita a transitar los misterios de la salvación que nos conducen por el Hijo y en el Espíritu al encuentro con el Padre en el trajinar de cada día, con la mirada puesta en la eternidad y la gloria. Ella vela por nosotros como madre protectora en los peligros, en las angustias y en nuestras necesidades; acompaña nuestras alegrías y nuestros logros y nos llena de esperanza en el tortuoso camino de las dificultades y de las sombras.
Como testimonio del amor que el pueblo zuliano siente por La Chinita, cada año, desde hace más de tres siglos, una multitud entusiasta de fieles, plena de devoción, participa de las celebraciones, que tienen como centro el 18 de noviembre. Antecediendo a ésta, con indecible alegría, se realiza la bajada del sagrado ícono, que inauguran las solemnes festividades, la tradicional “Bajada de la Virgen”, que hoy estamos celebrando. Este año la fiesta de La Chinita tiene una impronta particular: el Sr. Arzobispo de Maracaibo, el día de la fiesta, declarará a la Basílica de N. S. de Chiquinquirá Santuario Arquidiocesano, lugar de encuentro y de oración donde zulianos y visitantes con particular devoción rinden veneración a la Madre de Dios. Asimismo, este año transcurre el septuagésimo quinto (75°) aniversario de la solemne coronación de la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. En efecto, un 18 de noviembre de 1942, con la presencia del episcopado venezolano en pleno y del Nuncio Apostólico, fue coronada la venerada imagen. Se dio cumplimiento así a una disposición del 16 de julio de 1917 del Papa Benedicto XV, con la que respondía a una solicitud del entonces Obispo del Zulia, Mons. Arturo Celestino Álvarez. Fue aquel 18 de noviembre de hace 75 años cuando por primera vez se escuchó entonar el himno de la Chinita: “Gloria a Ti, casta Señora; de mi pueblo bravo y fuerte; que en la vida y en la muerte; ama y lucha, canta y ora”.
Ahora bien, celebrar estas realidades maravillosas en honor a la Madre del Zulia no implica ignorar la realidad que nos circunda y la situación en la que nos encontramos. El papa Francisco afirma que el anuncio del Evangelio y la experiencia de vida cristiana, que tiene como centro el amor, deben tener consecuencias sociales (cf. EG, n. 180). La propuesta cristiana es el Reino de Dios, que Cristo ha venido a traer: “En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos”. Esta enseñanza constituye un desafío para nosotros los cristianos, en el contexto de la profunda crisis política, económica, social y moral del país y que requiere de todos un esfuerzo que ayude a superarla. En su salutación al pueblo zuliano, con ocasión de las fiestas de este año en honor de La Chinita, nuestro querido arzobispo y su obispo auxiliar nos han recordado que “el encuentro con ella se da este año en un contexto de grandes dificultades. La región, al igual que todo el país, está sumida en una grave crisis alimentaria, sanitaria y de inseguridad jurídica y civil. Nuestro pueblo pasa hambre, se enferma, se angustia porque no consigue los medicamentos que necesita. Miles de zulianos han tenido que abandonar el país, buscando en otra parte lo que su nación no les ofrece”. Por eso, los pastores de la iglesia marabina han querido colocar las fiestas de este año en honor de La Chinita bajo el signo de la caridad de María, que cual madre amorosa y compasiva vela por sus hijos, llena de misericordia, y como buena samaritana los socorre en sus necesidades. En ese mismo mensaje nos han pedido nuestros obispos que en este homenaje a nuestra patrona no nos limitemos a “contemplar sus innumerables milagros y favores de mujer samaritana, sino que queremos aprender de ella a ser nosotros cristianos y cristianas más conscientes de la dignidad de todo ser humano, más solidarios los unos con los otros, (…), más fraternos, más capaces de perdón y de reconciliación. En una palabra, ofrecerle un rosario viviente de caridad”. Esto debe traducirse en una acción social de la Iglesia y de los cristianos más comprometida y mejor organizada en favor de los más necesitados.
Junto a esta transformación de cada uno de nosotros en la caridad, a la que nos invita el ejemplo de María, aprovechemos la ocasión de este homenaje a la Chiquinquirá para pedir su intercesión para que mueva los corazones de los que nos gobiernan, para que ejerzan su oficio velando por el bien común y los intereses del pueblo que los eligió, más allá de sus propios intereses y de sus ambiciones de poder y de dominio. En este sentido quisiera subrayar lo que los obispos de Venezuela, en un reciente comunicado con referencia a las recientes elecciones regionales, hemos afirmado: que “el pueblo tiene derecho a exigir de la dirigencia política que se ocupe primordialmente de sus necesidades más sentidas, las conozca más de cerca, las experimente y le ofrezca un proyecto de país coherente, fundamentado en la justicia y el bien común sin exclusiones. Elevamos nuestra oración al Dios que alienta nuestra esperanza ante los serios problemas que afectan a nuestra sociedad y que causan angustia y desánimo en muchos corazones” (Comunicado CEV ante los comicios regionales, 19.10.2017). Pero pidamos también a La Chinita para que los empresarios y los comerciantes sean honestos y solidarios y no contribuyan, con la cadena de desmedidos aumentos de precios, a agravar la situación de pobreza creciente y progresiva que agobia al pueblo venezolano.
Hermanos y hermanas de Maracaibo y del Zulia, que esta solemne ‘Bajada de la Chinita’ abra nuestros corazones a la Madre que nos ama, nos cuida y nos conduce al encuentro con Jesucristo y al encuentro fraterno y solidario con los hermanos. Que ella nos asista para que nuestra palabra y testimonio de vida sean portadores del amor misericordioso de Dios a los demás. A ella, a nuestra amada Chinita, le decimos con el Papa Francisco: “Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y del amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz. Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. (EG, 288). ¡Viva La Chinita!
Maracaibo, 28 de octubre de 2017.
† Freddy J. Fuenmayor S.
Obispo de Los Teques