¿Perder la esperanza? ¡Nunca!

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Fernando Luis Egaña

Y no me refiero a la esperanza como virtud teologal, orientada, claro está, a la vida eterna. Me refiero a la esperanza de que Venezuela, nuestra patria, tenga por delante la oportunidad de ser reconstruida, y que esa oportunidad deba de aprovecharse con la decisión y el compromiso de quien lucha por el conjunto de un país, más allá de cualquier parcialidad, de cualquier “espacio”, de cualquier interés particular.

Esperanza es, básicamente, la espera de bienes futuros. ¿Es posible esperar que los males del presente venezolano, vayan quedando atrás, y en cambio la nación entre en una etapa de variados bienes políticos, económicos y sociales? Se comprende que este tipo de pregunta suela ser respondida de manera negativa. Sobre todo en estos tiempos de derrumbe opositor y de mayor despotismo oficialista.

Pero no se puede aceptar que esa posibilidad ya no exista para Venezuela. De hecho, aceptar las cosas de esa forma, se convertiría en una especie de “profecía auto-cumplida”, o una situación que termina dándose porque muchos así lo consideran o afirman. Negar la realidad catastrófica del país, por otra parte, no ayuda en nada, porque se asimilaría al instinto del avestruz que esconde la cabeza debajo de la tierra, cuando percibe la amenaza o la concreción del peligro.

Las llamadas “condiciones objetivas” están dadas para que se acuerpe un gran movimiento por el cambio efectivo, es decir por la superación de la hegemonía. La hiperinflación, la hiperescasez, la hiperinseguridad, la hipercorrupción, todas juntas, más otras condiciones, repito “objetivas”, configuran un cuadro que suscita rechazos intensos en la generalidad del pueblo venezolano.

Falta, eso sí, una voluntad política decidida a impulsar ese cambio efectivo. No es que falte de manera absoluta. No. Es que falta en sectores que, a pesar de los pesares, siguen manteniendo una figuración y una conexión internacional que, mal usados, pueden contribuir con el continuismo de Maduro. En otras palabras, mientras no se decidan a darse por entero a la lucha, le seguirán haciendo un favor a la hegemonía, así esa no sea su intención…

¿Perder la esperanza? ¡Nunca! Bajo ningún respecto y ni en las contrariedades más adversas. ¿Hay razones para sentir que la esperanza es mera ilusión? Sí las hay, y precisamente por ello es que debemos redoblar los esfuerzos para no dejarnos avasallar por el desaliento o por la resignación. Esfuerzos muy exigentes, no hay duda. Pero indispensables.

Fernando Luis Egaña         

flegana@gmail.com