Al iniciar el nuevo año 2018, roguemos al hacedor del tiempo y dueño de los siglos que nos conceda las gracias, las bendiciones y las providencias necesarias; y nos inspire las actitudes y las acciones propicias para que entre nosotros reine la paz, la armonía y la prosperidad que anhelamos.
Roguemos a Dios y esperemos en su misericordia. No declaremos, ni decretemos.
Vivimos inmersos en una diversidad de culturas y manifestaciones religiosas que , si bien son enriquecedoras en términos muy amplios, son un riesgo a la propia fe si nos aproximamos a ellas con la curiosidad de la esponja.
El respeto necesario y suficiente por la diversidad no autoriza el sincretismo pragmático en el que puede tornarse la espiritualidad de quien toma elementos ‘simpáticos’ y ‘agradables’ de por aquí y de por allá para vivir una espiritualidad confeccionada como una colcha de retazos muchas veces contrarios a la propia fe.
Así, por ejemplo, es importante que los cristianos tengamos presente que la oración no es un ejercicio psicológico, ni siquiera afectivo, sino un vinculo de comunión, de comunicación con la persona divina o con las personas divinas. Tambien es importante tener presente que la oración no es un acto declarativo ni un decreto de buenas energías o actitudes mentales.
Si bien es cierto que la afirmación positiva favorece la convicción psicológica y emocional en el logro de metas y objetivos, la oración ‘declarativa’ no pertenece al ámbito de la espiritualidad cristiana y más bien se acerca al borde de lo herético.
Padre Alberto Gutiérrez