Javier Fiz Pérez
¿Cómo diferenciamos optimismo de simple ingenuidad?
¿Qué dosis de realismo debe haber en nuestro optimismo?
Optimismo, del latín “optimum (lo mejor)”, se lo define como propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable. Es el opuesto al pesimismo, del latín “pessimum (lo peor)”. El término fue utilizado por primera vez por el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz.
El optimista tiende a esperar un futuro favorable, enfrenta dificultades con buen ánimo y perseverancia. En general un optimista logra rescatar los más positivo de cada circunstancia y sujeto, tiene mejor humor, es perseverante, tienen mejor salud y suele salir fortalecido, aún de situaciones traumáticas.
La ingenuidad, en cambio tiene que ver con aspectos de inocencia, ausencia de malicia, de astucia o doblez al actuar, también se le suma el concepto de candidez en su descripción.
La distinción entre optimismo e ingenuidad obedece a cierto predicamento que uno escucha y lee permanentemente de análisis crítico y muchas veces pesimista de la realidad como aquel que justamente mejor lee la misma y en consecuencia, suele parecer casi ingenuo el análisis del optimista sobre la misma realidad.
La mediación del realismo
El realismo, nos recuerda la filosofía, es una solución según la cual existen cosas reales en si mismas, fuera de la conciencia. Tres posturas del realismo:
1.- El realismo ingenuo que no realiza ninguna reflexión sobre si es posible o no el conocimiento e identifica lo percibido con el objeto sin ver la diferencia, atribuyéndoles todos los contenidos de la percepción. Por lo tanto, las cosas son tal cual las percibimos con todas sus propiedades objetivas.
2.- El realismo natural tiene la influencia de la reflexión crítica sobre el conocimiento, distingue la percepción del objeto pero continúa proponiendo la identidad entre ellos.
3.- El realismo crítico, que se basa en la crítica del conocimiento y en que todas las cualidades de un objeto percibido con un solo sentido existe en la conciencia cuando recibe el estímulo externo. Son reacciones de la conciencia y son propiedades que no tienen un carácter objetivo sino subjetivo. Sin embargo, suponen en las cosas ciertos elementos objetivos y causales que permiten explicar la observación de estas cualidades.
En resumen, el Realista ve la realidad y dice “esto es”. El Optimista ve sus sueños y dice “esto será”. El Optimista triunfa más, consigue más sus sueños, es más feliz, crece más, se relaciona mejor y tiene mejor autoestima que el Realista.
Tal vez en otros tiempos esto no hubiera ocurrido así, pero en la sociedad en la que afortunadamente vivimos actualmente, donde las oportunidades abundan, el entorno favorece al Optimista. El que practica el Optimismo sufrirá muchas más caídas que el Realista, pero actualmente esas caídas solamente son experiencias enriquecedoras.
En un pasado no muy lejano, o en otras sociedades actuales, quizá lo más inteligente sea atenerse al Realismo y evitar sufrir disgustos. Pero los tiempos han cambiado, y favorecen a los Optimistas.
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