El pasado 4 de marzo murió Marta Solórzano y el día 13 Luz Marina Fuentes. Ambas tenían trasplante renal y no contaban con los medicamentos. Sus casos se hicieron públicos por las redes sociales. Ningún ente oficial hizo eco de estos decesos ni sobre las causas de los mismos. De acuerdo con Codevida, no tenían los inmunosupresores que garantizaran la estabilidad del injerto en sus cuerpos, publica Crónica Uno.
Desde octubre de 2017, la organización da cuenta de siete fallecimientos, mientras la escasez de inmunosupresores marca la pauta.
El pasado 22 de febrero, cerca de 40 pacientes protestaron en las afueras del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) ente que les intentó colocar un pañito de agua tibia ofreciendo comprar los medicamentos antirechazo para las personas que estaban protestando en la calle. Esto no se traducía ni siquiera al 2 % de los que requieren esos tratamientos: una lista de 3066 pacientes en toda Venezuela. La oferta, además, se reducía a la compra en 15 días de ciclosporina, everolimus, micofelonato y sirolimus, cuando no todos los trasplantados toman esos fármacos.
Lo mismo pasó con los niños del Servicio de Nefrología del J.M de Los Ríos, sobre el cual además pesa una medida cautelar de protección emanada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Los padres de los afectados se encadenaron en las puertas del hospital exigiendo inmunosupresores y también se los prometieron a ellos.
Entre paliativos como estos, la situación empeora, tanto para trasplantados como para el grupo de los enfermos renales que dependen de máquinas de diálisis, un poco más de 17.000 en toda Venezuela. Huelga decir que desde que el Ministerio de Salud le quitó la procura de órganos provenientes de cadáveres a la Organización Nacional de Trasplante de Venezuela (ONTV) no se hace trasplante en el país. Ya se cumplió un año de esa medida.
De los 17.000 enfermos, si se hubiese continuado con el programa de trasplante, 10 % estarían con un nuevo órgano y otros 4000 estuvieran haciéndose los exámenes preoperatorios y pronto dejarían las unidades de diálisis ya colapsadas, esto según los cálculos de Lucila Velutini, miembro del Consejo Directivo de la ONTV.
Según Velutini 2013 y 2014 fueron muy buenos años en materia de injertos. “De 2017 no hay cifras oficiales y este año está en cero la tasa. Sabemos que se han realizado trasplantes de vivo a vivo, de hígado y de riñón. Los han hecho en los centros privados, las personas con sus propios recursos. Pero ahora hay un dilema, pues una vez hecha la operación el beneficiario necesita de por vida unos medicamentos específicos. No es que se lo toman una semana y luego dentro de un mes. Es diario y mientras esté vivo, de lo contrario, rechaza el órgano. Sin medicamentos eso es inevitable y es lo que está ocurriendo ahora”.
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