Comer de la basura para no morir de hambre: El último recurso de los venezolanos

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Hurgar en la basura para buscar comida es parte de la realidad que se dibuja con la grave crisis económica que se vive en Venezuela

Lo que era una práctica de quienes vivían en la calle, buscar en la basura para comer, es ahora también la forma que han encontrado muchos venezolanos que, aun teniendo techo, salen a la calle a buscar en los desechos algo para “resolver el día”.

En su mano,lleva sostenidas por sus colas dos zarigüeyas o rabipelados como se le conoce en Venezuela a este marsupial que tiene un gran parecido con una rata, pero cuya carne es consumida en el campo por tener un sabor parecido al del pollo. Las va a guardar en una cartera que usa como bolso para meter la caza del día. Pero no está en la selva. Está en medio de un botadero de basura en el estado Portuguesa, a 482 kilómetros al suroeste de Caracas. Sus perros olfatearon las presas en medio de la mezcla de olores convulsos, propios de basura en descomposición.

—A veces agarramos cinco y seis, lo que pasa es que los perros vieron dos nada más— explica a un grupo de personas de la Iglesia católica y representantes del sector empresarial de la región que lo rodean y conversan con él en medio de los desechos.

Lo llamaron “Indiana”, por el aire de su vestimenta con el mítico personaje de la saga “Indiana Jones” protagonizada por Harrison Ford. Pero este Indiana criollo está lejos de parecerse al actor estadounidense. Su piel está casi pegada al esqueleto. Tiene veinte años viviendo en la zona aledaña al vertedero de basura en una invasión llamada La Franja. Ahí tiene un rancho hecho de latón y tablas de madera donde duerme.

El basurero del municipio de Páez tiene más de treinta años y recibe desechos de al menos otros dos municipios de Portuguesa, entidad del centro occidente venezolano, que en el pasado era el principal productor de arroz de Venezuela.

Las personas que conversan con “Indiana” están ahí porque apoyan la acción social de Cáritas, una alianza humanitaria de la Iglesia católica desplegada por todo el mundo, que hace labor en esa zona para mitigar las penurias que obligan a venezolanos a buscar en la basura para comer.

El presidente de Fedecámaras en Portuguesa, Omar El Chumary, quien cedió a Infobae el video de “Indiana”, dijo que “solamente en Semana Santa donamos 600 kilos de alimentos a la Diócesis de Acarigua y a través de Cáritas, la Iglesia hizo ocho ollas solidarias para la comunidad aledaña al basurero. Es una forma de apoyar desde la empresa ante la ausencia de políticas públicas”.

Hurgar en la basura para buscar comida es parte de la realidad que se dibuja con la grave crisis económica que se vive en Venezuela, país suramericano con una economía hiperinflacionaria. Según la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, único órgano del Estado que ofrece cifras de inflación, la inflación del mes de marzo se ubicó en 67%. La imposibilidad de conseguir alimentos no obedece solamente a la escasez o al desabastecimiento que, de acuerdo con cifras de Consecomercio, la agrupación gremial nacional de comerciantes de Venezuela, ronda por el 80%, sino al hecho de que cada vez son más los venezolanos con menos poder adquisitivo.

Comer tres veces al día, lujo de pocos

De acuerdo con Consultores 21, al mes de marzo de 2018, cuatro de cada diez venezolanos no come tres veces al día. Delphos, otra encuestadora, refleja que 45% come menos de tres veces al día y 10% come solo una vez al día.

José Rodríguez es uno de esos venezolanos que no come tres veces al día y que sale a diario a “tratar de vivir la vida”. Busca en lugares donde solo unos cuantos se atreven hacerlo.

—¿Busca en la basura?

—A veces sí. A veces conseguimos carne, pollo que deja la gente en buen estado y uno lo consume.
—¿Trabaja?
—Ahorita no estoy trabajando. No consigo empleo. Soy albañil, pero no hay empleo.
—¿Hace cuánto no tiene empleo?

—Aproximadamente hace ocho meses estoy sin empleo. Me toca salir a la calle a bachaquear. Voy y compro en la farmacia crema dental y luego la vendo. Cuando me toca comprar por la cédula (semanalmente) voy al automercado y compro algo y luego lo vendo. Dejo para comer y vendo para poder sobrevivir.

—¿Qué lo llevó a salir a la calle a buscar en la basura?

—Si no se consigue nada en ningún lado ¿Qué más tiene que hacer uno? Tiene que tratar de sobrevivir, si no uno se muere de hambre.

Vive en Caracas, al este del Distrito Capital, en el sector 19 de Abril de Petare, el barrio más grande de América Latina. Vive alquilando en una casa de tres plantas de cuartos de alquiler. Tiene una pieza rentada con una cocina portátil de dos hornillas. Paga mensualmente el equivalente a $0,23 centavos de dólar por una habitación. El salario mínimo mensual de un trabajador en Venezuela es el equivalente a $2.56 dólares a la tasa fluctuante de mercado negro.

—¿Cómo hace para conseguir el dinero para pagar el alquiler del cuarto?

—Con lo que consigo por ahí, con lo que hago con el bachaqueo, así me sostengo.
Vive solo. Tiene hijos pero viven al Oriente de Venezuela. No los visita desde hace año y medio porque el pasaje le puede costar hasta $1,96 dólares (a la tasa de cambio de mercado negro) y no quiere llegar con las manos vacías porque no tiene nada que llevar.

—¿Alguna vez pensó que iba a tener que buscar en la basura?

—Nunca lo pensé, pero se llega al extremo y hay que hacer las cosas. No podemos dejarnos morir.

Tiene 48 años. Pero su semblante, la angustia que refleja su mirada y su contextura le hacen ver avejentado. Quizá el trabajo que ha pasado para sobrevivir en los últimos años lo ha envejecido prematuramente como a otros tantos venezolanos

—Hay que tratar de sobrevivir como sea. No podemos dejarnos morir.

—¿Tiene fe?

—Sí
—¿En qué?

—Yo pienso que esto se puede arreglar. Mañana, pasado, pero esto tendrá que arreglarse. No todo el tiempo podemos vivir en esta agonía que estamos viviendo, que nunca la habíamos vivido.
—¿Cree que su día a día es una agonía?

—Para mí sí, porque yo no estaba acostumbrado a estar por ahí en la calle. Lo mío era de mi trabajo a mi casa. Vivía una rutina normal, el día a día como cualquier otra persona. Ya ahorita no. Por ejemplo, ahorita estoy sacando unos papeles para un trabajo, y debo gastar 500.000 bolívares (el equivalente a 0,98 centavos de dólar) para sacarlos y poder conseguir un trabajo como vigilante. Ahorita estoy en ese proceso, tratando de reunir para sacar un papelito por allá y otro por acá. Y a lo mejor cuando vaya a llevar los papeles ya no hay chance. ¡Es tremenda la vida ahorita! A mí nadie me va a decir que es mentira. Yo no soy chavista, no soy escuálido (como le dice el gobierno a los opositores), pero la verdad se dice. Antes uno salía y en cualquier lado conseguía un empleo. Y en cualquier parte se conseguía comida.

—¿Desde hace cuánto está buscando en la basura?

Su mirada se pierde por un instante. Duda para responder. La pena se le nota en la expresión de su cara.

—Esto casi que no lo hago, a veces salgo por ahí y me consigo con ellas (refiriéndose a dos mujeres que lo acompañan) y nos decimos `bueno, vamos a darle´. Lo tomo como una jodedera (broma) con los muchachos —dice tratando de justificar por qué está parado frente a una bolsa de basura—Normalmente me la paso buscando qué comprar en los supermercados para revender. —¿Cómo se siente cuando ha comido de la basura?

Los ojos le brillan, se le ponen aguados

—Bueno, ¿cómo se puede sentir uno? Para mí ya eso es normal, porque si tienes hambre, y no tienes comida en tu casa, y no consigues nada en ningún lado, y consigues algo como una arepa en una bolsa, te la tienes que comer. No te vas a morir de hambre, no te vas a acostar sin comer, es imposible. Yo lo he hecho, y no me duele decirlo, me ha tocado hacerlo.
—Por qué le va a doler decirlo, esa su realidad, lo que le ha tocado enfrentar…

— Hay gente que dice que le da pena, a mí no me da pena decirlo. Que si se quiere enterar todo el mundo, ¡que se entere!

Como José, no son pocos los que buscan entre la basura en Caracas, especialmente en el este de la capital venezolana, donde el poder adquisitivo es mayor, y en las zonas donde se concentran los restaurantes, porque sus desechos son una fuente segura de comida.

Según la encuestadora Consultores, en marzo de 2018 el presidente Nicolás Maduro tiene una popularidad entre un 20% y un 25%, justo mes y medio antes de las elecciones. Su vicepresidente para el Desarrollo Social y Revolución de las Misiones y ministro de Educación, Elías Jaua, asegura que la escasez de alimentos, uno de los tres problemas que agobia a los venezolanos, es un tema puntual “que para nada ha afectado la garantía del derecho de la alimentación que tiene el venezolano”. Justifica que la escasez es consecuencia de la creciente demanda de alimentos. “Si el pueblo venezolano no comiera, seguramente, los anaqueles estarían llenos. Gracias a Dios hay una revolución bolivariana y nuestro pueblo tiene derecho a comer pollo, carne, leche, que no tenía hace diez, catorce años atrás”.

Pero el discurso oficialista contrasta con la realidad que reflejan los sondeos de opinión con relación a los venezolanos que todavía tienen poder de compra para adquirir alimentos.

Antes de declararse hiperinflación en Venezuela, según la encuesta Encovi, elaborada por el Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la Universidad Central de Venezuela (UCV), a mediados de 2017, el 87% de los venezolanos, es decir casi 28 millones, se encontraban en situación de pobreza.

Reversión de largo aliento

La nutrióloga Marianella Herrera, directora del Observatorio Venezolano de la Salud e integrante del consejo directivo de la Fundación Bengoa, organización que promueve estrategias para mejorar la nutrición y la alimentación en Venezuela, explica que esta nación suramericana está en una situación de sobrevivencia que ha llevado a la población a tener la basura como último recurso para alimentarse.

“Se han reportado casos de intoxicación en gente comiendo comida descompuesta, que no tenían otro remedio que comer de la basura. Porque la gente empieza a buscar cómo superar y mantenerse con vida. Con vida para sobrevivir”, explica Herrera, quien refiere que lo más alarmante es que “lamentablemente, estamos viendo mujeres embarazadas hurgar basura. Niños pequeños que están hurgando basura. Lo que estamos viendo en Venezuela es la preparación de un caldo de cultivo de enfermedades que van aparecer cada vez más temprano”.

Los efectos en los seres humanos que comen de la basura son de orden orgánico y psicológico de acuerdo con Herrera, quien alerta que el principal es “la intoxicación, que puede llevar hasta la muerte inclusive. Pero si una persona desnutrida de manera importante está comiendo comida contaminada porque viene de la basura, allí hay un problema grave. La gente puede morir, de hecho lo hemos visto”.

La consecuencia psicológica tiene que ver con la degradación de la dignidad, continúa Herrera. “Imagínate lo que tienes que sentir y todo lo que tienes que traspasar como individuo para sentarte en medio de la basura, para tocar esa basura y comerla. Se trata de romper esas barreras psicológicas y cuando las rompes, estás traspasando esos límites. De alguna manera, están dispuestos hacer lo que sea para comer y esta es una característica de este tipo de crisis, lo que es la violencia, el comer de la basura, el estar dispuestos a traspasar muchos límites”.

No hay forma de medir cuántos venezolanos están comiendo de la basura o a punto de traspasar este límite, como refiere la nutróloga, el que los colocaría frente a un alimento proveniente de desperdicios. Lo cierto es que se trata de una realidad que está instalada en Venezuela sin que exista intención ni voluntad política para evitar que esta consecuencia de la crisis sea detenida