Cardenal Baltazar Porras Cardozo.-
Tuvimos oportunidad de visitar a varios grupos de apostolado y ver de cerca el trabajo evangelizador y, a la par, la preocupación por atender.
El 28 de julio de 1897 el Papa León 13 creó la diócesis del Zulia (desde 1953 de Maracaibo), desmembrándola de la diócesis de Mérida de Maracaibo. Vino a ser la sexta diócesis en territorio venezolano. 121 años después tomó posesión de la sede marabina, metropolitana, es decir, arzobispado, Mons. José Luis Azuaje Ayala, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana. Con la tradicional acogida zuliana y con el protocolo de rigor lleno de la herencia barroca en la expresión de su rica religiosidad y bajo la sombra de la imagen veneranda de La Chinita, la catedral marabina se convirtió en el centro de la piedad y de la sucesión apostólica de esta importante sede arzobispal.
Mons. Azuaje es el cuarto arzobispo de Maracaibo, sucede a Mons. Ubaldo Santana Sequera, quien por razones de edad conforme lo exigen los cánones, había presentado la renuncia. En sus palabras de bienvenida recorrió la historia de la diócesis, expresó la vitalidad de las muchas instancias eclesiales y le auguró a su sucesor el mejor de los desempeños en una región tan golpeada por las incompetencias gubernamentales. La carencia de los servicios básicos en una región tan calurosa trae consigo consecuencias negativas en la salud de los más débiles. Sin embargo, contrasta la vitalidad de los movimientos apostólicos y la entrega del clero al servicio de sus comunidades. La urgencia en la atención a los más pobres, las obras populares en el campo de la educación y la salud son testimonio fehaciente de una entrega generosa y samaritana que mueve montañas.
Tuvimos oportunidad de visitar a varios grupos de apostolado y ver de cerca el trabajo evangelizador y, a la par, la preocupación por atender de diversas maneras a grupos vulnerables. La variedad de movimientos familiares es prueba de la atención al llamado del Papa Francisco por la familia en sus múltiples facetas, fortaleciendo a quienes más necesitan de la ayuda que potencie los lazos afectivos como servicio mutuo, de padres a hijos, y al entorno en el que viven.
Visité a Mons. Gustavo Ocando Yamarte, compañero desde el Seminario, quien a pesar de sus quebrantos de salud sigue dando lo mejor de sí en esa capacidad intelectual de darnos a conocer la memoria viva del Zulia y de quienes fueron sus formadores. Dos obras de su autoría, una sobre Mons. Rafael Pulido Méndez, obispo de Maracaibo a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado. Figura señera del clero venezolano de aquellos años. Y la segunda, la biografía de quien fuera rector del Seminario Interdiocesano de Caracas, y posteriormente obispo de Calabozo y Arzobispo de Mérida, Mons. Miguel Antonio Salas, eudista, educador y pastor con olor a oveja, quien hoy está camino a los altares. Dios quiera y en fecha próxima podamos anunciar la publicación de estas obras que enriquecerán el acervo histórico de la Iglesia en Venezuela. Buenos ejemplos en una Venezuela ayuna de liderazgos honestos y entregados al bien del prójimo.
El Señor y la Chinita, bendigan a la iglesia marabina y a su nuevo pastor para que esa pujante región siga siendo lustre civil y eclesial de un pueblo que con su acendrada fe, llora, canta y ríe. Como el rayo del Catatumbo, su luz en la noche sea norte de abundante frutos de paz y progreso material y espiritual.
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