Los obispos de Estados Unidos y el Papa han rezado juntos pidiendo «la misericordia de Dios» y fortaleza para continuar con su discernimiento ante la actual crisis de abusos sexuales. De momento no ha trascendido que en el encuentro se haya hablado de medidas concretas
El encuentro de este jueves entre el Papa y la cúpula de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha sido «un intercambio largo, fructuoso y bueno». Con estas palabras lo ha definido su presidente, el cardenal Daniel DiNardo, obispo de Galveston-Houston, en un comunicado difundido pocas horas después.
Junto a él, se han reunido con Francisco para abordar la presente crisis de abusos en el país monseñor José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles; el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, y monseñor Brian Bransfield, secretario general del episcopado estadounidense.
«Hemos compartido con el Papa nuestra situación en Estados Unidos –relata el cardenal DiNardo–, cómo el Cuerpo de Cristo está lacerado por el mal de los abusos sexuales. Él escuchó de corazón y profundamente».
El encuentro concluyó con los presentes rezando juntos el angelus para pedir «la misericordia de Dios y fortaleza» en su trabajo para «curar las heridas». «Estamos deseando –concluye el comunicado– continuar activamente nuestro discernimiento conjunto para identificar qué pasos serán más eficaces».
Un obispo será investigado
La fuerza del encuentro se ha visto aún más subrayada por un gesto del Papa. Justo cuando la delegación estadounidense llegaba al palacio apostólico, se ha anunciado que Francisco aceptaba la renuncia de un obispo sospechoso de acosar sexualmente a adultos.
Se trata de Michael Bransfield, obispo de Wheeling-Charleston (Virginia Occidental), que la semana pasada cumplió 75 años. Por este motivo presentó su renuncia a Francisco, que este ha aceptado de forma fulminante.
En 2012, monseñor Bransfield estuvo implicado en un caso de abusos en Philadelphia, pero siempre negó haber abusado de nadie. Al mismo tiempo que aceptaba su renuncia, el Santo Padre ha nombrado al arzobispo de Baltimore, monseñor William Edward Lori, administrador apostólico de Wheeling-Charleston con el encargo añadido de investigar las acusaciones. Monseñor Lori no ha perdido tiempo, y ya ha anunciado la puesta en marcha de una línea telefónica de atención a las posibles víctimas.
«Fracaso del liderazgo»
El escueto comunicado no alude a esta circunstancia, ni a la petición de una visita apostólica, a la que el cardenal DiNardo se refirió hace unas semanas. El 17 de agosto, el presidente de los obispos del país habló del escándalo en torno al excardenal McCarrick y del informe del gran jurado de Pensilvania, que concluía que durante décadas 300 sacerdotes habían abusado de un millar de personas, como «una catástrofe moral» y un «fracaso del liderazgo episcopal, que ha abandonado a decenas de hijos de Dios frente al abuso de poder».
El cardenal presentó un esbozo de un plan de renovación que se discutirá durante la Asamblea Plenaria de los obispos en noviembre, y adelantó que iba a solicitar a la Santa Sede una visita apostólica. Pedía «humildemente perdón por lo que mis hermanos obispos y yo hemos hecho y no hemos hecho».
Acusaciones contra DiNardo
Precisamente en las horas previas al encuentro las sospechas por encubrimiento se han empezado a dirigir también contra el mismo DiNardo. El miércoles, Associated Press informaba de que dos víctimas de abusos en Houston –diócesis del cardenal– le habían acusado de no haber hecho lo suficiente para frenar a un sacerdote que había abusado de ellos y que ha sido detenido esta semana.
Una de las víctimas, una mujer –la otra es un hombre– aseguraba que el cardenal le había prometido que tomaría medidas para evitar que su abusador, el padre Manuel La Rosa-López, sería alejado de cualquier otra oportunidad de estar en contacto con menores; pero en realidad fue trasladado a otra parroquia.
En un comunicado, la diócesis ha explicado que, ante la declaración de inocencia del sacerdote y la decisión de la familia de la joven de no seguir adelante con su denuncia, en 2004 se le había permitido volver al ministerio parroquial. Por aquel entonces, no se conocían las acusaciones de la otra víctima, presentadas recientemente.
María Martínez López