El acuerdo no resolverá todos los problemas, pero permitirá que comiencen a cerrarse las heridas que ha sufrido en la unidad el cuerpo eclesial desde hace 70 años
La Santa Sede y la República Popular China han suscrito un histórico acuerdo sobre las modalidades para seleccionar y nombrar a los obispos católicos chinos. Después de años de anuncios llega el tan esperado acuerdo, que tendrá repercusiones en la condición de millones de cristianos chinos y suscitará el interés y diferentes reacciones en todo el mundo. Fue anunciado contemporáneamente en Roma y Pekín. El comunicado oficial que dio a conocer el acuerdo fue divulgado a las 12 (hora de Roma) por la Sala de Prensa del Vaticano y al mismo tiempo por el Ministerio del Exterior chino.
«En el marco de la negociación entre la Santa Sede y la República Popular China, en curso desde hace tiempo para afrontar cuestiones eclesiales de común interés y para promover mayores relaciones de entendimiento, hoy, 22 de septiembre de 2018», se lee en el comunicado divulgado por ambas partes, «se llevó a cabo en Pekín una reunión entre monseñor Antoine Camilleri, subsecretario para las Relaciones de la Santa Sede con los Estados, y S.E. el Sr. Wang Chao, viceministro del Exterior de la República Popular China, respectivamente responsables de las delegaciones vaticana y china. En el contexto de este encuentro, los dos representantes firmaron un Acuerdo Provisional sobre el nombramiento de los obispos». El comunicado indica que este Acuerdo es «fruto de un gradual y recíproco acercamiento», estipulado «tras un largo recorrido de ponderada negociación». El Acuerdo, prosigue el texto del comunicado, «prevé evaluaciones periódicas sobre su ejecución» y «trata sobre el nombramiento de los obispos, cuestión de gran relieve para la vida de la Iglesia, y crea las condiciones para una colaboración más amplia a nivel bilateral». El acuerdo concluye con el deseo conjunto de que «favorezca un fecundo y clarividente recorrido de diálogo institucional, y contribuya positivamente a la vida de la Iglesia católica en China, al bien del Pueblo chino y a la paz en el mundo».
¿Qué quiere decir un acuerdo “provisional”?
El comunicado que dieron a conocer el Vaticano y el Gobierno chino informa que el Acuerdo entre la China popular y la Santa Sede fue suscrito, pero no publica el texto del mismo. El acuerdo es definido como “provisional”, porque contempla un periodo de prueba (por lo menos, presumiblemente, de dos años), para experimentar en la realidad el funcionamiento y sus efectos. El texto no fue publicado precisamente porque el acuerdo representa un instrumento de trabajo flexible, que, con el consenso de ambas partes, podrá ser mejorado y modificado, incluso en su codificación textual durante el periodo de aplicación experimental. Por ello no se ofrecen detalles sobre el método que se utilizará para los futuros nombramientos episcopales en China. Pero los procedimientos no deberían alejarse demasiado de los que presentó un artículo del Global Times en 2010, después de que una intensa fase de negociaciones entre la Santa Sede y el gobierno chino parecía haber preparado el terreno para un acuerdo sobre los nombramientos de los obispos católicos chinos. En esa época, en el periódico en línea vinculado con el Partido Comunista, el académico chino Liu Peng, director del Instituto Pu Shi para las Ciencias Sociales, explicó que el procedimiento entonces planteado para los nombramientos episcopales habría comenzado por los mecanismos para seleccionar “in loco” (mediante consultas entre los representantes de las parroquias) los nombres de candidatos al episcopado. Después estos habrían debido contar con el visto bueno del gobierno de Pekín, antes de ser sometidos a la evaluación de la Santa Sede para la decisión definitiva. La Santa Sede, explicó el profesor chino en 2010, dando la impresión de estar bien informado, habría podido rechazar a los candidatos que no le parecieran indicados para el papel de obispo. Entonces se habrían tomado en consideración otros nombres, con otros rounds de consultas, hasta que se encontrara al candidato ideal, tanto para el gobierno como para la Santa Sede.
No más fracturas ni decisiones unilaterales
El acuerdo provisional se limita a definir los términos de la legitimación canónica de los 7 obispos que fueron ordenados sin la aprobación del Papa, y los procedimientos que habrá que seguir para las futuras ordenaciones episcopales. Por lo que siguen pendientes varios problemas abiertos, como la situación de los obispos hasta ahora no reconocidos como tales por las autoridades gubernamentales (los llamados obispos “clandestinos”) o el estatus y el papel del Colegio de los obispos chinos (hasta ahora no reconocido como organismo eclesial por parte de la Santa Sede, porque, entre otras cosas, están excluidos precisamente los llamados obispos “clandestinos”).
Pero al andar hay que dar un paso a la vez, por lo que la negociación entre China y la Santa Sede ha tomado un camino gradual, en el que se van resolviendo los problemas uno por uno sin pretender solucionar todas las cuestiones de un solo golpe. Las partes acordaron juntas cuál sería el método de trabajo para garantizar el diálogo: mientras se va avanzando, al afrontar las diferentes cuestiones, cada uno de los puntos será discutido a ultranza, hasta encontrar una solución compartida. Y ninguna de las partes podrá tomar iniciativas unilaterales, por lo que no se deberían verificar nuevas fracturas.
¿Qué cambia y qué indica el acuerdo?
El acuerdo entre China y la Santa Sede sobre el nombramiento de los obispos no es como un golpe de varita mágica que resolverá todos los problemas. No autoriza que se caiga en el triunfalismo ni en la retórica de los “cambios históricos”, porque se trata de un paso en un proceso en el que han estado involucrados por lo menos tres Pontificados. Pero es cierto que se trata de un momento importante en un largo camino, lleno de esfuerzos, dolores, conflictos y miserias varias. Por primera vez un acuerdo que involucra a la República Popular China reconoce “di facto” el papel del Sucesor de Pedro como guía espiritual y jerárquica de la Iglesia, en un punto que toca el corazón mismo de la unidad católica, como es el nombramiento de los obispos.
A partir de ahora, pues, todos los obispos chinos serán ordenados en plena y pública comunión jerárquica con el Papa. Podrán comenzar a cerrarse las heridas que ha sufrido en la unidad el cuerpo eclesial desde hace 70 años, con las ordenaciones episcopales forzadas y sin consenso pontificio, administradas en China a partir de 1958.
Podrán finalmente ser archivadas las sospechas sobre la validez de los sacramentos administrados en todas las iglesias chinas. Podrán ser archivados también los estereotipos engañosos sobre las “dos Iglesias” (una “fiel” al Papa y otra “fiel” al gobierno comunista) que todavía dominan en las representaciones mediáticas conformistas del catolicismo en china. Podrán comenzar a disiparse los fantasmas de pulsiones sectarias o cismáticas que han atormentado durante varios años a la comunidad católica en China. La Iglesia es ella misma y cumple su misión, cuando es una, aunque esté bajo vigilancia o sea perseguida.
El acuerdo entre el gobierno chino y la Santa Sede sobre los nombramientos de los obispos también es una victoria (dulce, sin rabias ni soberbias) del “sensus fidei” de muchos católicos chinos. El pueblo de Dios ha demostrado con hechos concretos que no quiere escuchar ni dar crédito a obispos consagrados sin el mandato pontificio. Muchos sacerdotes, por su parte, se han negado a convertirse en obispos si su nombramiento no contaba con el visto bueno del Papa. Esto ha cancelado la idea de una “Iglesia a medida”, completamente asimilada por los aparatos políticos. Y convenció incluso al gobierno de que los obispos católicos no son simples comisarios de partido impuestos desde el exterior, y de que el vínculo de comunión jerárquica con el Sucesor de Pedro es para ellos un rasgo al que no puede renunciar el propio ministerio.
De esta manera la Iglesia en China ha confesado, incluso ante el poder y los poderosos, que el reino anunciado en el Evangelio no es de este mundo, precisamente al elegir y vivir su historia sin escapar de la propia cruz, siguiendo el ejemplo de Cristo.
Gianni Vallente (Vatican Insider)