El Secretario vaticano para las relaciones con los Estados participa en la asamblea general de las Naciones Unidas en Nueva York y lamenta «la interpretación cada vez más restrictiva del derecho a la vida»
Han pasado 70 años desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada el 10 de diciembre de 1948, y «es escandaloso constatar hoy tantas violaciones de la dignidad de las personas en todo el mundo», ha denunciado el Secretario vaticano para las relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher, durante la asamblea general de las Naciones Unidas que se está celebrando estos días en Nueva York. Si bien se han logrado muchos avances en la promoción de los derechos humanos, «los desafíos para su protección son un fenómeno global», ha dicho.
Un niño de cada 10 –recordó el prelado– todavía está siendo sometido a trabajo infantil; una de cada tres personas actualmente detenidas espera juicio; tres de cada diez niños, menores de cinco años, no fueron registrados al nacer; 250 millones de niñas han contraído matrimonio por debajo de los 15 años.
Por un desarrollo humano integral
Por eso es necesario, ha recomendado el representante de la Santa Sede, continuar en el camino de un «desarrollo humano integral» que recupere «la centralidad y el valor intrínseco de la persona humana»; y ha reafirmado también «los derechos inherentes compartidos por todo ser humano, no importa si joven o viejo, rico o pobre, fuerte o vulnerable, saludable o enfermo, querido o no deseado, económicamente productivo o incapacitado, políticamente influyente o insignificante. De hecho, el mundo –ha advertido el prelado– necesita recuperar una visión integral de la persona humana, ya que toda visión reductiva conduce inevitablemente a la deshumanización, y de hecho excluye a algunas personas de pertenecer a la raza humana, abriendo el camino a la desigualdad y la injusticia».
Monseñor Gallagher se ha convertido en el portavoz de la preocupación de la Santa Sede con respecto a los derechos humanos, a menudo en contraste con la cultura de muchos países, y que a menudo se convierten en nociones cuestionables, socavando los principios consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En este sentido, ha denunciado «las formas modernas de colonización ideológica de los más fuertes y más ricos a expensas de los más pobres y los más débiles», y ha lamentado «la interpretación cada vez más restrictiva del derecho a la vida», que excluye su defensa en cada una de sus fases: inicio, desarrollo y final.
Derecho a emigrar y el derecho a permanecer en el propio país
Con respecto al fenómeno de la migración, monseñor Gallagher ha elogiado el acuerdo alcanzado dentro de la ONU sobre el Pacto Global para una migración segura, ordenada y regular, que se firmará en Marrakech (Marruecos) en diciembre; y al mismo tiempo ha demandado crear las condiciones necesarias para garantizar el derecho a permanecer en el propio país, especialmente protegiendo a las familias y respetando su decisión de emigrar o de permanecer en el país.
Perdón para hacer las paces
Sobre el tema de la paz, el jefe de la delegación del Vaticano ha señalado que las guerras y los conflictos armados «solo se pueden evitar mediante la protección de la dignidad de cada vida humana», la lucha contra la injusticia y el desarraigo de una manera no violenta, eliminando las causas de la discordia y condenando la proliferación de armas.
Sin embargo, la paz también requiere perdón, porque perdonar «es fundamental para la reconciliación», ya que posibilita «la reconstrucción de las relaciones humanas». El perdón no se opone a la justicia, «sino que es más bien su cumplimiento, ya que conduce a la curación de las heridas que atormentan los corazones humanos mientras aprenden del mal cometido».
Una respuesta coordinada frente al terrorismo
Por último, el arzobispo Gallagher se ha centrado en el flagelo mundial del terrorismo, que «requiere una respuesta coordinada a nivel mundial», de tal modo que la Santa Sede «apoya todos los esfuerzos para mejorar la cooperación multilateral contra el terrorismo», al mismo tiempo que recomienda en todas las medidas tomadas para combatirla «respetar plenamente los derechos humanos».
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