La costilla de Adán

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Mons. Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal  

Con mucha frecuencia nos encontramos con el tema de la igualdad del hombre y la mujer-. Es un tema que  nace en la antigüedad y que sigue manteniendo su vigencia. No pocos la han tratado sólo desde un  aspecto biológico y psicológico; otros desde una referencia socio-cultural, y no ha faltado nunca la interpretación religiosa. Hoy, se da una tendencia que perdura en muchas mentes: la mujer es tan igual al hombre que puede y debe ser tratada en todos los aspectos de la misma manera. Esto puede poner en peligro una sana concepción de la femineidad y de la masculinidad. De hecho, incluso se está dando una tendencia en no pocos grupos de permitir hasta la escogencia del sexo después del nacimiento, como si esto fuera algo normal.

La Palabra de Dios, como siempre, nos brinda luces para ver y entender lo que significa la igualdad entre el hombre y la mujer. Lo hace con sus signos y símbolos. Pero, en todo caso, sin renunciar a lo esencial. Uno de esos símbolos, sobre los cuales se ha especulado enormemente a lo largo de los siglos, es el de la costilla de Adán. Dios ha creado al ser humano varón y le dio la posibilidad de dominar la creación. Pero éste, sintió la soledad y le pidió al Creador una compañía. Para lograrlo, el hombre fue dormido y durante el sueño, nos relata el autor sagrado, que Dios tomó una costilla del costado de Adán, y formó a la mujer. Cuando Adán se despertó se encontró con Eva y la reconoció como carne de su carne y hueso de sus huesos. Con ello, además, designaba la igualdad.

Una lectura atenta del texto bíblico del Génesis nos va a dar una serie de elementos, que muchas veces pasan desapercibidos. En primer lugar, el relato simbólico de la costilla de donde nace la mujer, encierra la realidad de la igualdad: la mujer no es un ser inferior al hombre: sale de él mismo, quien fue creado a imagen y semejanza de Dios. Entonces, por ese maravilloso hecho, expresado en el símbolo de la costilla, se aclara para siempre que la mujer y el hombre son iguales, sencillamente porque ambos son semejanza del Dios Creador: con Él pueden ser capaces de entrar en comunión y a ambos les corresponde la atención a la Creación.

Por otro lado, el autor sagrado, en el Génesis nos da otra pista importante. Afirma que Dios al hombre lo identifica como “ish” (varón) y a la mujer como “ishâh” (“varona”-hembra”). No es un simple juego de palabras, sino la manifestación de la igualdad de ambos “ish-ishâh”. Desde este horizonte es posible sacar la mejor de las conclusiones acerca del tema: la igualdad no nace de un derecho positivo, la igualdad no es algo cultural, la igualdad entre hombre y mujer tienen que ver con su relación de imagen y semejanza de Dios. Es lo que le da la dignidad a ambos; dignidad que se enriquece por el hecho de ser persona.

En tiempos de confusiones, a lo largo de los tiempos y en la actualidad, es bueno ir a las fuentes de la fe y descubrir allí lo que de verdad Dios nos quiere enseñar. Saber leer e interpretar la simbología bíblica nos ayudará tanto a conocer desde la fe lo que debemos creer, y a proclamar la grandeza de la dignidad humana. En este sentido, la costilla del varón deviene en la realidad femenina de un ser semejan a él: la mujer.

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.