El éxodo se ve, se toca, se siente, se lamenta
Anteriormente se ha publicado un trabajo especial sobre la situación actual de la Iglesia y de la sociedad venezolana, basándonos en una entrevista a tres sacerdotes para hacer ver tres puntos de vista de una misma realidad que afecta sin lugar a dudas a la Iglesia en Venezuela.
En vista del contenido tan completo, se ha considerado pertinente publicar íntegramente la entrevista formulada al doctor y presbítero Edgar Gregorio Sánchez, sacerdote del presbiterio de la Diócesis de San Cristóbal. Con estudios en teología, filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Salesiana de Roma. Actualmente se desempeña como párroco de Nuestra Señora del Carmen en San Cristóbal, como Profesor en la Universidad Católica del Táchira UCAT y en el Seminario Diocesano de San Cristóbal, Individuo de Número de la Academia de Historia del Estado Táchira, Vicepresidente de la Fundación “Rerum Novarum” para la formación de la juventud en la Doctrina Social de la Iglesia, y miembro del equipo de asesores del Departamento de Educación y Cultura del Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM.
Al preguntarle su opinión sobre la situación de la Iglesia en torno a las denuncias de abusos. Su respuesta fue que una de las principales misiones de la Iglesia en medio del mundo, es la de servir a la humanidad en la búsqueda de la verdad y en el restablecimiento de la justicia. Por lo tanto, ante cualquier denuncia, la búsqueda de la verdad y el restablecimiento de la justicia, es obligante para la Iglesia, sea para reivindicar el agravio cometido contra las víctimas, sea también para restituir el honor ante posibles difamaciones. En aquellos escándalos de las denuncias de abuso en los Estados Unidos a inicios del año 2001, la Iglesia y también el Estado norteamericano encontró culpable a un 1.8% de los que fueron acusados, y el poderoso periódico “TheNew York Times” se vio obligado a pedir disculpas por las acusaciones que publicitó porque el 98.2% de tales acusaciones fueron retenidas por los tribunales como infundadas y falsas.
La Iglesia Católica ocupa–si mal no recuerdo- el puesto 46 en una tal lista negra de 50 instituciones acusadas de abusos, y es responsable del 1.5% de los casos. Este porcentaje nos lo deja ver tanto el último Informe del Comité de Protección de los Derechos de los Niños de la Naciones Unidas como la intervención del Nuncio Apostólico ante la ONU con motivo de la presentación de este Informe, por cierto un Informe influenciado por organizaciones hostiles a la Iglesia que buscan, no tanto la restitución de la justicia a las víctimas sino la desmoralización de la Iglesia Católica y más concretamente de la Santa Sede. ¿Por qué se ignora con facilidad el 98.5% de las víctimas de otras instituciones? ¿Por qué no se dice que la Iglesia ha sido la única institución en el mundo que ha asumido con vergüenza, pero con valentía, estas acusaciones y ha buscado restituir la justicia a los agraviados? ¿Cuántas veces Bill Clinton, Barack Obama o Donald Trump han recibido en la Casa Blanca y han pidió perdón a tantas víctimas de abuso en las instituciones del gobierno de los Estados Unidos, que supera enormemente en número a los casos vinculados con clérigos católicos norteamericanos?. Ojalá que los Estados y las naciones del mundo, las ONG, las iglesias protestantes, las instituciones públicas y privadas, las mismas familias donde sucede el 55% de los casos, pasen por la vergüenza pero también tengan la misma valentía de la Iglesia Católica de buscar la verdad y de restablecer la justicia.
Sin embargo, tanto el 1.8% como el 1.5% no nos deben engañar a los católicos. Para la Iglesia el problema no es cuantitativo sino cualitativo. Esos porcentajes son una gran y terrible mancha, y nos recuerdan que la Iglesia necesita de purificación; y conforme a su vocación a la santidad de vida, debe restablecer un itinerario de continua y permanente conversión y moralización tanto para erradicar esa mancha interna, como para brindar acompañamiento a aquel 98.5% de victimas que pueden quedar en el olvido. La Iglesia como Madre no debe olvidar la totalidad del asunto.
¿Afecta esa situación la vida parroquial donde desenvuelve su ministerio sacerdotal? De qué manera?
Su respuesta fue: Claro que sí nos afecta. La Iglesia es un cuerpo, es una unidad. Ya lo dice san Pablo en la primera Carta a los Corintios, capítulo 12. Muchos son los miembros de la Iglesia, pero uno sólo es el cuerpo. Y cuando un miembro de la Iglesia sufre, todo el cuerpo que es la Iglesia sufre con él. El pecado de unos miembros, hace sufrir a todo el cuerpo. Pero también la virtud de otros miembros, los santos, nos ayuda y nos anima a retomar el recto camino de la conversión y de la santidad.
La Iglesia además de Cuerpo, es también Madre de todos. Por lo que todos los miembros e hijos de la Iglesia, así sean víctimas o victimarios, son indispensables para este cuerpo y para esta madre, porque todos son destinatarios de la salvación que la Iglesia, en nombre de Cristo, ofrece a todos sus miembros y a todos su hijos.
¿Qué opina de la situación de los venezolanos en medio de la crisis que vive el país?
A lo que respondió: Creo que los venezolanos estamos ante una doble situación límite.
Por un lado estamos ante una situación de total indefensión jurídica. No tenemos estado de derecho. Y una sociedad civilizada se debe regir por la ley ejercida mediante la razón, y no por la voluntad de los sujetos que tienen el poder y lo ejercen mediante la fuerza. En Venezuela, desde hace tiempo está sucediendo no lo primero, sino lo segundo. Un reducido grupo tiene el poder militar y se impone. Esta indefensión ha ido formando un estado mental en los venezolanos, y muchos ya piensan que hagamos lo que hagamos, los pillos que tienen el poder se saldrán con la suya, y por lo tanto no vale la pena reclamar y pedir justicia. Sin embargo, aquí es cuando se hace necesario resistir para que el síndrome de la indefensión no nos quite la esperanza de que una mejor Venezuela, además de necesaria, es posible.
Y por otro lado estamos viviendo una situación de progresiva indigencia. La infraestructura como las carreteras y los acueductos, está deteriorada. Los servicios públicos como el transporte, el gas doméstico, la gasolina, la electricidad, están colapsados. La economía del Estado se la comió la corrupción. La inversión privada fue despropiada o ahuyentada. La capacidad adquisitiva del ciudadano, está hecha polvo. Y Venezuela, de haber sido un país en vías de desarrollo donde muchos querían venir aquí, hoy en día estamos metidos en un túnel negro de pobreza y miseria de donde muchos quieren salir, como en efecto están saliendo.
¿Se nota en su parroquia el éxodo de venezolanos?
Su respuesta fue: El éxodo se ve, se toca, se siente, se lamenta. En varias oportunidades hemos celebrado la Santa Misa por aquellos que se nos han ido. Recuerdo que el día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre, celebramos una Misa por aquellos que han migrado, y la iglesia estaba llena. También en Semana Santa celebramos la Eucaristía por esa misma intención, y el templo estaba aún más lleno. Cuando visitamos una comunidad o una familia, nos piden una oración o una bendición por el hijo, por la hija, por el papá, o por el nieto que está fuera de Venezuela buscando lo que aquí se le ha negado y quitado. Creo que en mi parroquia un 85 % de las familias están heridas y fracturadas por este lamentable éxodo.
¿La vida parroquial se mantiene como siempre o está notando cambios en la feligresía?
Respondió: Hemos notado cambios de todo tipo. También, para seguir desarrollando nuestra misión, hemos realizado cambios y adaptaciones por varios motivos como el de la inseguridad, la electricidad y el transporte. Muchos de nuestros feligreses, tanto en mi parroquia como en otras, al salir de Misa, encuentran que su carro no prende porque le robaron la batería. Las fuerzas del orden público están ocupadas protegiendo al régimen y sus intereses, y han descuidado a la ciudadanía. Además, está el problema del transporte. En las ciudades varias veces el feligrés elige la parroquia por el transporte diciendo, “esta buseta me deja a mí y a mi hijo que está en catequesis, en la puerta de la iglesia”; y eso también se ha alterado ya que la oferta del transporte público se ha reducido en un 75%. A esto se suma el problema de los continuos apagones y cortes de electricidad. Y varias veces llegan todos los males al mismo tiempo: se fue la luz, los malhechores salen, la policía no está, y la telefonía y la internet están caídos, no hay transporte, y si aparece un taxi nos pide dinero en efectivo, y efectivo tampoco hay. Y pare de contar.
Ante estos problemas, nos hemos visto obligados a ajustar horarios, y a buscar estrategias para seguir cumpliendo con nuestra misión. Hacer una reunión de pastoral, de formación, o de recreación en la noche, -un horario de encuentro en tiempos normales- es hoy en día casi imposible. Con el Consejo de Pastoral hemos reestructurado los horarios de Misa dominical. Otras actividades han sido replanteadas, como por ejemplo el trabajo con las Comunidades Eclesiales de Base y las reuniones con los distintos equipos de pastoral. Aunque son tiempos duros y estamos limitados, no hemos suspendido ni clausurado ningún servicio parroquial, al contrario hemos desarrollado con más creatividad y eficacia otros servicios como la Cáritas Parroquial.
En efecto, en nuestra parroquia hemos repotenciado la Caritas Parroquial. Hace unos dos años se dispuso el primer piso de la casa cural para el “Oasis de la Misericordia”, una obra que busca brindar atención pastoral a personas en condición de calle, y poco a poco lo hemos ido activando. Hemos hecho jornadas de atención médica, de corte de cabello y de higiene. Los días jueves son de “Olla Solidaria”. Tenemos un ropero y un banco de medicinas y los estamos mejorando. Y lo hermoso de este trabajo de caridad y de solidaridad, es que se ha activado un voluntariado que ayuda a muchos a renovar su cristianismo y trae vitalidad a la parroquia. Así que detrás de toda crisis, también hay oportunidades.
¿Afecta la situación país su parroquia? De qué manera?
No dudo en responder: Claro que la situación país nos está afectando. Algo ya adelanté en la anterior respuesta. Nos ha afectado en la vida de comunidad, en la vida pastoral, en la realización de actividades, y en la ejecución y mantenimiento de proyectos. Nuestro templo parroquial permanece abierto todo el día, desde las 6:30 am hasta las 6:30 pm, y para ofrecer ese servicio a la feligresía exige hacer frente a algunos desafíos. La triste situación económica nos ha limitado la ejecución de diversos proyectos. Por ejemplo, aquí se pintaba el frente de la Iglesia anualmente; ya llevamos dos años sin poderlo pintar. También está el problema de la nómina de empleados, aquí son tres empleados: secretaria, sacristán y servicio doméstico, y honrar los compromisos laborales es cada día más difícil. Disponíamos de recursos para la evangelización y la formación de agentes de pastoral, niños, jóvenes, catequistas, y aunque seguimos promoviendo su formación, cada día es más asfixiante porque los recursos económicos no nos están alcanzando.
Sin embargo, como creyentes buscamos tener conciencia que en estos momentos de crisis es donde debemos ser más sal y luz del mundo, y buscamos promover con astucia la participación en la vida de la Iglesia. Por ejemplo, si antes enviábamos los veinte catequistas al encuentro anual de catequistas que organiza la Diócesis, ahora enviamos dos, y después estos dos lo imparten a los otros aquí en la Parroquia. Si antes iba casi toda la pastoral juvenil al encuentro diocesano de jóvenes, ahora van tres o cuatro y después regresan y lo imparten aquí. Y en aquellas cosas que aún no hemos podido dar respuesta-sin resignarnos a lo malo-, cultivamos la paciencia y la esperanza que son virtudes cristianas.
¿Cómo cree se debe enfrentar la crisis de la Iglesia y del País, para que no nos afecte tanto como Iglesia?.
Reconoció el padre Edgar Sánchez: Pienso que la crisis del país nos afecta a todos, incluida la Iglesia. En efecto, la Iglesia no es una superestructura que está fuera del pueblo. La Iglesia son los obispos y los sacerdotes, y también lo son todos los bautizados. Todos conformamos el Pueblo de Dios. Yo creo que el mejor modo de la Iglesia ayudar en esta crisis, es siendo pueblo; tener siempre presente esta verdad, una verdad que tiene su raíz en el misterio de la Encarnación. Aquí en el Táchira una de las cosas que monseñor Moronta, nuestro Obispo, nos ha insistido a los sacerdotes, es el de no olvidar que somos pueblo. Ser verdaderamente Iglesia es tener también las llagas y las heridas del pueblo.
Una de la cosas más tristes de la cúpula que hoy en día nos malgobierna, es que han dejado de ser pueblo; o tal vez nunca lo fueron. Ellos no vienen del pueblo, si vemos sus oscuras historias, ellos viene de una pandilla mantenida y promovida por una banda internacional con disfraz ideológico, y ahora nos explotan a nosotros para seguir viviendo como mantenidos y a su vez mantener a aquella banda internacional. Y aunque vociferan en nombre del pueblo, nadie les cree porque ellos viven en una esfera apartada totalmente de las llagas y heridas del pueblo. Más bien, al igual que los sociópatas, ignoran el sufrimiento del pueblo y parece que s complacieran en este sufrimiento. En efecto, fueron entrenados para eso.
Por eso el mejor modo para la Iglesia enfrentar y confrontar la situación de crisis nacional, es la de ser pueblo, la de estar con él, la de vivir sus angustias y esperanzas, y la de acompañar al pueblo en la resistencia a la mentira, a la injusticia, a la opresión, al neocolonialismo. Y esto, gracias a Dios, la Iglesia venezolana la ha hecho. En efecto es la institución que hoy goza de más credibilidad, porque está encarnada en el pueblo.
En base a su anterior respuesta, mencione las cosas que se pueden hacer para enfrentar la crisis que nos envuelve como Iglesia Venezolana.
El presbítero Edgar Sánchez, a manera de conclusión mencionó las cosas que él propone y piensa puede ayudar a enfrentar la crisis en Venezuela: Me pide cinco cosas para hacer frente a la crisis. Quisiera señalar sólo una, porque sé que de esa una surgen las otras. Tal vez sea un camino largo, pero es el más eficaz. Se trata de la educación del ciudadano y de la reeducación de la sociedad. Y este ha sido a lo largo de los dos mil años de cristianismo uno de los más grandes servicios de la Iglesia a la humanidad. Incluso los enemigos de la Iglesia que la critican y la golpean, buscan los centros educativos católicos para sus hijos.
La educación, sea cual fuera el nivel o etapa, no debe estar reducida a lo meramente académico, sino –como dicen los expertos- a lo holístico, es decir, a la formación del hombre total. Y este proceso debe abarcar por lo menos tres dimensiones de la persona humana.
Primero: formar la mente para la verdad tanto en pensamiento como en el procedimiento. La formación intelectual hoy implica el pensar y el hacer. El “pienso, luego soy” de la modernidad, en tiempos de la postmodernidad es “pienso y hago, y luego soy”. Habilidades y herramientas para pensar y para hacer correctamente. ¿Qué sabe hacer un bachilleres venezolano?, tal vez ni pensar, ni hacer. Fuera muy diferente la sociedad venezolano si nuestros ciudadanos supiéramos pensar y hacer conforme a la verdad que nos hace libres.
Segundo: formar el corazón para el bien. La formación afectiva exige la formación de las razones del corazón desde su edad inicial, para luego constituir matrimonios sanos y familias estables que son la célula fundamental de toda sociedad. Recuerdo el “bestseller” de Daniel Goleman titulado “Inteligencia emocional” que nos permitió hacer memoria de lo importante de educar el corazón y la afectividad del ser humano para tener personas felices, instituciones estables –incluida la Iglesia en sus ministros- y sociedades realizadas. La felicidad de la persona es la meta de toda normativa ética.
Y la tercera: formar el espíritu para el amor, teniendo como meta la edificación de la civilización del amor. La formación espiritual es una de las más grandes exigencias del ser humano. El hecho religioso es un hecho que sólo se ve en el hombre, en ningún otro animal vemos esta característica, y por lo tanto el hombre está llamado a desarrollar correctamente esta dimensión de su ser, y para eso debe ser educado. El psicopedagogo de talla mundial Gardner Howard, en su obra “Inteligencias múltiples”, habla de la “inteligencia espiritual” y la presenta como aquella que totaliza y ensambla las distintas dimensiones de la persona, y que perfecciona las demás inteligencias del ser humano. O como diría el papa Benedicto XVI, así como la razón perfecciona el instinto, el espíritu perfecciona la razón. La meta, la cúspide, del “homo sapiens” no es la razón, sino el amor.
En definitiva, no podremos hacer frente a la crisis ni superarla, sin un adecuado proceso tanto educativo como reeducativo. Tenemos que aprender de esta crisis para verdaderamente poder salir de ella y superarla. Podríamos cambiar de gobierno ya, -y ojalá Dios sea pronto!!-, pero si no dedicamos esfuerzos y recursos a la educación del ciudadano y a la reeducación de la sociedad, el deseo de cambio sería sólo una ilusión. Esta tremenda crisis nos está diciendo que antes de terminar de sustraer la “materia prima” de nuestro suelo, lo que necesitamos verdaderamente es desarrollar la “materia gris” de nuestra gente.
Y bueno, hay otras cosas que son necesarias para hacer frente a la crisis como la inversión, el trabajo, la familia, el ahorro, los valores, la ecología, la producción, la valoración de la meritocracia, etc., pero surgirán y se mantendrán en el tiempo si desarrollamos como ciudadanos y como sociedad nuestra “materia gris”.
Texto: José R. Espina F.