Un modo de honra post mortem, a los padres de un sacerdote

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Pbro. Edgar Sanchez

1.- Transcurridos sólo algunos días de la muerte física de mi querido Papá JOSÉ GRACIANO  (Cruz) Sánchez Chaparro, Papito!!, ocurrida el pasado 03 de octubre -día en el que la Iglesia conmemora el Tránsito de San Francisco de Asís-, y en medio de sentimientos encontrados que sin lugar a dudas están presididos por la gratitud a Dios por tan extraordinario Papá, quisiera comentarles que, cuando sus siete hijos preparábamos su cuerpo para la velación,  quise colocarle doblada sobre su pecho y bajo sus manos que sujetaban el Crucifijo, mi primera estola confesional de color morado.

Apenas habían transcurrido 2 meses y 24 días que mi querida Mamá, Mamita!!, MARÍA DE LOS ANGELES, luego de compartir con mi Papá 68 años de cristiana y fecunda vida matrimonial, lo antecediera en el paso a la eternidad. Era un 8 de julio. También, en esa oportunidad,  siguiendo una piadosa tradición, colocamos entre las manos de mi Mamá el manutergio de mi ordenación sacerdotal, aquella cinta con la que el Obispo ata las manos ungidas del ordenado y que seguidamente desata la madre del neosacerdote, para que la fragancia de las manos ungidas del hijo sacerdote beneficie a la humanidad entera.

En las siguientes líneas quiero compartir con ustedes, especialmente con mis hermanos sacerdotes y sus familiares, algunas líneas sobre estos dos detalles de fe y amor. En efecto, la fe no sólo se compone de dogmas, sino también de detalles.

2.- Después de la ordenación sacerdotal, la mamá del sacerdote conserva como una reliquia el manutergio en un lugar seguro. Incluso algunas madres lo conservan en un cuadro debidamente adornado o en un cofre  hasta el día de su muerte. Luego, cuando su cuerpo es preparado para el funeral, el manutergio se coloca  entre sus manos. ¿Por qué proceder de este modo?

Una tradición piadosa cuenta que cuando la madre de un sacerdote llega a las puertas del Cielo, es llevada directamente ante Nuestro Señor, y Nuestro Señor le dirá: “Te he dado vida, ¿qué me has dado tú?”. Ella entregará al Sumo y Eterno Sacerdote  el manutergio y luego le responde: “Te he dado a mi hijo como tu sacerdote”. Y entonces el Señor la recibe con un abrazo y la invita a entrar llena de gloria al paraíso y a formar parte de los santos del cielo!!.

Si bien es cierto que la liturgia de ordenación no relaciona el manutergio con la madre del neo sacerdote, este bello detalle valora el papel de la madre en la vida de un sacerdote, y está presente en casi todas las culturas y naciones del orbe católico. Por lo menos en mi Diócesis y en otras diócesis donde he asistido a una ordenación sacerdotal, es la madre quien desata las manos ungidas del neo sacerdote. Pero, ¿qué pasa con el padre del sacerdote?.

    3.- Últimamente está creciendo y tomando forma una bella costumbre, y se está convirtiendo en tradición con la misma fuerza del manutergio!!, que reconoce el papel del papá en la vida de un sacerdote.

Esta piadosa costumbre consiste en que el recién ordenado sacerdote, después de recibir la autorización del  Obispo para administrar el sacramento de la Confesión, entrega a su papá una estola confesional morada, preferiblemente la misma estola que el neo sacerdote usó en su primera confesión. Una buena catequesis y una  debida preparación,  podría permitir que sea su propio papá el primer cristiano que el neo sacerdote pueda confesar!!. De hecho, en ocasiones el neo sacerdote escuchará a su papá en Confesión. En mi caso no sólo mi Papá, sino también mi Mamá, me pidieron en varias oportunidades que los confesara!!. Algo que resulta ser una experiencia que muestra una gran humildad por parte de los padres que reconocen en su hijo no tanto a alguien de su propia carne y sangre, sino a alguien que está  configurado a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. ¿Y qué pasa con la estola que el neo sacerdote entregó a su padre?

Aquella estola el papá la conserva también como una reliquia al igual que la mamá  conserva el manutergio, y en el momento de la muerte, al preparar su cuerpo para la velación, dicha estola es colocada entre el pecho y las manos del papá del sacerdote; entre aquel corazón y aquellas manos que dieron vida, crianza, formación y carácter a un sacerdote de Cristo y a un ministro de la Iglesia.

4.- Estas piadosas costumbres que cada día son más conocidas, reconocen el hecho de que los dos padres -PAPÁ y MAMÁ-  son esenciales en la formación de la personalidad y del carácter del sacerdote.

Los Evangelios nos podrían ayudar a comprender mejor que así como junto al Sumo y Eterno Sacerdote estaban unos padres que le criaron y acompañaron, también hoy es necesario valorar el rol de los padres -papá y mamá- en la vida de un sacerdote.

María, la madre de Jesús, estuvo presente –como es lógico- en la concepción (Lc 1, 26-38) y en el nacimiento de su Hijo (Lc 2, 1-21). Está en la presentación (Lc 2, 22-40) y en la pérdida del Niño en el templo (Lc 2,41-50). Bajo la petición de María, Jesús obra el primer milagro en las bodas de Cana (Jn 2, 1-12), y acompaña a su Hijo en el ejercicio de su ministerio público (Mt 12, 46-50), pudiendo decir que es Ella la primera discípula de Jesús. También está presente en la pasión y a los pies de la cruz de su Hijo agonizante (Jn 19, 25-27), y mientras consumaba en la cruz el sacrificio de nuestra redención, el Sumo y Eterno Sacerdote reconociendo lo excepcional de la Madre que tuvo,  nos la dio a todos también como Madre!! Y María, obediente a su Hijo, acompañó a los Apóstoles, los primeros sacerdotes, en la constitución de la Iglesia (Hch 1,14), y desde su asunción al cielo sigue acompañando y protegiendo a los sacerdotes de Su Hijo, sus hijos predilectos. ¿Y qué dicen los Evangelios de san José?.

San José está presente en los Evangelio como núcleo de autoridad tanto para María como para Jesús. Está presente en la anunciación, donde el Señor le comunica un rol determinante en la constitución de la Sagrada familia (Mt 1,20-25). Está presente en el nacimiento de Jesús (Lc 2,1-7), y es él quien por mandato divino le imponer el nombre al Hijo de Dios (Mt 1,25), asunto que significa no sólo que José tiene la autoridad sobre Jesús, sino que también es él quien debe modelar su carácter. También José junto a María va a  presentarlo al templo (Lc 2,22-40);  y lo protege de Herodes optando por tomar el doloroso camino del exilio (Mt 2, 14-18), y tiempo después regresa del exilio con su esposa y con su hijo para fijar su hogar en Nazaret (2,13-23).  Cuando Jesús opta por ejercer su ministerio y “deja” el hogar de Nazareth, es reconocido públicamente como el “hijo del carpintero” (Mt 13,55), y José, el carpintero, es llamado en los Evangelios “varón” y con el calificativo de “justo”: “varón justo” (Mt 1, 19). El Sumo y Eterno Sacerdote no heredó nada de carne y sangre de José, pero sí debió heredar mucho del carácter de aquel “varón justo”.

En el caso del papá del sacerdote, se ha de saber y reconocer que detrás de todo varón  bueno y justo, existe y ha de existir un papá bueno y justo!!. No hace falta conocer mucha psicología de la personalidad para saber que los hijos varones miran constantemente a su papá para saber lo que significa ser un “varón justo”, condición esencial para ser sacerdote.

5.- Las dos piadosas  costumbres que aquí hemos referido,  cada día son más conocidas y valoradas entre los sacerdotes. La jerarquía eclesiástica las ha respetado y en muchos casos las ha usado y auspiciado, ya que son una magnífica forma de reverenciar los numerosos sacrificios que con sus corazones y con sus manos hacen los padres, PAPÁ y MAMÁ, para criar hijos sanos en su cuerpo y en su mente, e hijos santos en su alma, y haberlos acompañado y sostenido con sus esfuerzos materiales y sobre todo con su ejemplo de vida cristiana, en el proceso formativo de los seminarios, y posteriormente en el ejercicio del ministerio sacerdotal.
En efecto, los sacerdotes no surgen de la nada, ni llegan en forma de embrión a los seminarios, sino que cuentan y han de contar con padres que los engendran, los crían y les dan la primera e insustituible educación humana y cristiana. Son los padres –papá y mamá- los que infundieron en ellos no sólo la semilla de una determinada constitución biológica que les dio entre ellos un parecido físico, sino que también papá y mamá fueron  los primeros en depositar en sus mentes y en sus almas la semilla de la personalidad y del carácter. ¡Qué bello ver en los seminarios a los padres asistiendo generosamente, incluso con sacrificios, el proceso formativo de su hijo seminarista!! ¡Qué bello observar a los padres acompañando con la oración y con el afecto el ejercicio ministerial de su hijo sacerdote!!. ¡Qué bello también presenciar a muchos padres de familia que, mientras acompañan a su hijo como seminarista o como sacerdote, van haciendo un camino de cambio de vida y de conversión personal!! En definitiva, es ampliamente sabido que el proceso formativo de un sacerdote depende mucho de la educación recibida en el hogar de parte de sus padres, PAPÁ y MAMÁ, y cuando esto falta hay un enorme vacío difícilmente superable, y que sólo lo podría llenar una sobre abundancia de la Gracia Divina.

6.- Que Dios conceda a todos los sacerdotes la riqueza de tener un PAPÁ y una MAMÁ sanos, sabios y santos. De tener en su mamá la referencia de compañía al estilo de la Virgen María. De tener en su papá la positiva  referencia de un “hombre justo” al estilo de san José. Que el Señor conceda también a todo PAPÁ y MAMÁ el regalo de tener un hijo sacerdote para que el Reino de Cristo perdure y crezca entre nosotros.

  Que las almas de José y María, mis padres, por la misericordia de Dios descansen en paz.

Amén.

Pbro. Edgar Gregorio Sánchez Sánchez. 

Diócesis de San Cristóbal, Venezuela.

Domingo 14 de octubre de 2018, en el noveno día de rezos por el alma de mi Papá