Habla el Padre Luis Navarro, rector de la Universidad de la Santa Cruz de Roma, analizando los retos de la Iglesia.
A lo largo de su trayectoria primero como docente y luego como rector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, el sacerdote español Luis Navarro, ha podido comprobar cómo han ido evolucionando los seminaristas y jóvenes sacerdotes que se formaban en este centro, sus prioridades, necesidades y también los desafíos que tienen por delante.
Este es su tercer curso como rector de una universidad que este año tiene 1.500 alumnos procedentes de un total de 85 países. Ordenado sacerdote en 1979 es licenciado en Derecho por la Complutense en Madrid y en Derecho Canónico por la de Navarra.
Tras ver pasar a miles de jóvenes por sus clases, el padre Navarro es consciente de la necesidad que tiene la Iglesia de elegir buenos candidatos y de formarlos de manera adecuada para los retos y peligros a los que se enfrentarán. En el marco de unas conferencias organizadas en Roma por la Fundación CARF, cuya labor es la ayuda para la formación de seminaristas y sacerdotes de países con pocos recursos, el rector de la Santa Cruz conversa con Religión en Libertad acerca de los tiempos a los que se enfrenta la Iglesia y sus miles de sacerdotes:
– Los seminaristas y los sacerdotes jóvenes viven en una sociedad donde prima el individualismo, la hipersexualización y además o no es amable con la fe o se da persecución. ¿Cómo se les puede armar para enfrentarse al mundo?
– La respuesta de fondo es que estos candidatos deben ser hombres y mujeres, en el caso de las religiosas, de fe. Hace años me hablaba un obispo africano y me contaba que le preguntaron si el islam era un peligro para su país, pues provenía de un lugar con muchos musulmanes. El que le hacia la pregunta era un occidental. La respuesta suya fue: ‘para nosotros no es un peligro. Usted ve que ponen bombas en las parroquias, pero los católicos siguen yendo a misa los domingos, es más, van más después de que pongan una bomba porque nosotros en África tenemos fe. Pero ustedes en Europa el gran peligro que tienen es el islam, a ustedes les desprecian, a nosotros nos respetan aunque nos pongan bombas, pero saben que somos un peligro para ellos, el problema es que ustedes han perdido los valores’.
Los seminaristas y sacerdotes tienen que seguir a Cristo. Si seguimos a Cristo no hay peligro alguno porque la Iglesia es Cristo, y si estamos unidos a Cristo la Iglesia saldrá adelante a través de generaciones y se expandirá. La clave está ahí y no es otra. Por eso la formación tiene que llevar a cada candidato y persona a ponerse delante de Cristo.
– ¿Debe adaptarse la formación de los seminaristas a los tiempos? Pienso en la dimensión afectiva, psicológica…
– Me parece que es muy claro que la formación tiene que ser integral, esto es clarísimo. Y la formación que se da en las universidades pontificias, o en los seminarios tiene que ser adecuada a los tiempos que tenemos delante. Hay que conocer la sociedad, los verdaderos problemas que hay y ver cuál es la respuesta que se puede dar.
Antes decía usted que esta es una sociedad hipersexualizada. Es verdad, ¿qué respuesta como cristiano, como hombre en cuanto tal, doy a esos desafíos? En el fondo una sociedad hipersexualizada provoca muchísimos problemas en la vida y podemos ver la cantidad de delitos que ocurren en ese ámbito. La pornografía es una plaga. ¿Esto es bueno para la sociedad? Una persona que piense con sentido común dirá que no, que esto no es bueno. ¿Qué respuesta doy? La Iglesia debe saber dar respuestas.
– ¿Y cómo hacer esto?
– Es evidente que la formación tiene que ser muy completa, conocer la afectividad, conocerse a sí mismo, conocer la persona a la que se ha de acompañar. Eso es capital. No puedes tratar a alguien como tratabas a una persona hace 50 años en la sociedad española. Ha cambiado la sociedad y hay que cambiar el modo de presentar tu mensaje. Sin cambiar el contenido que es Cristo, pero hay que actualizar el modo de presentarlo.
-¿Ha habido un cambio tan grande en los candidatos de unas décadas a esta parte?
– Es muy importante tocar la realidad. La Iglesia no es una torre de marfil donde se gestiona todo, no es una burbuja feliz donde todo funciona. Los candidatos al sacerdocio son fruto de esa sociedad, con todas las problemáticas que tiene.
Hay mucha gente que viene al sacerdocio con un proceso de conversión, personas que habían abandonado la fe, y que vuelven a la Iglesia porque se han encontrado a Cristo a través de una experiencia personal. Quieren ser sacerdotes.
Tienes que ver como es esa persona, conocerla, saber cuáles pueden ser los límites, situaciones, o deficiencias en su formación que le impiden acceder al sacerdocio. Hay que cuidar la selección de los candidatos y ver si ese candidato es idóneo o no. Y esta es una responsabilidad de la Iglesia. Esto es muy importante.
– En un tiempo complicado para la Iglesia como es este el “discernimiento” es cada vez más importante, ¿qué hay que hacer para que no se cuelen candidatos no idóneos?
– En mi opinión, la formación de los formadores de los seminarios hay que cuidarla. Que estén preparados. Si tienen alguna seria duda de la idoneidad, como formador tendré que decir a esta persona: ‘oye, plantéate seriamente si este es tu camino o no. Y si no es tu camino búscate otra cosa en la vida, porque lo que Dios quiere de ti es otra cosa’.
– Pero entonces, ¿cómo se detecta a un candidato no idóneo?
– Los candidatos al sacerdocio tienen que ser normales. ¿Qué es la normalidad? Un pastor de almas tiene que tener cualidades de saber relacionarse con todos, ser una persona equilibrada, no que de pronto se desencadene la ira y machaque a la persona que tiene al lado…
Se están haciendo en muchos seminarios test psicológicos, y esto te puede dar pistas de cómo es una persona. Pero hay que conocerla, ver cómo actúa, cómo es o reacciona. Y esto se ve en el día a día. Por eso, los formadores tienen que tener los ojos abiertos, para también ayudar a una persona y decirle que no es su camino. Por ejemplo, uno no puede ser cirujano si se desmaya cuando ve sangre. Entonces tendré que hacer otra cosa, mi camino tendrá que ser otro.
– ¿Se debe incidir más en esto?
– Es importante que la Iglesia lo haga. Es mejor tener menos sacerdotes pero mas idóneos que personas inidóneas. Estas personas han causado muchísimo daño en la Iglesia. No sólo el daño que se han hecho a sí mismos porque no era su camino sino el que hacen a los demás.
– Pero el dilema al que se enfrentarán muchas diócesis que de por sí ya tienen pocas vocaciones es tener incluso menos candidatos…
– Es muy claro que el camino seguro es que se ordenen los que deben ser ordenados, los que tengan las cualidades. Hay muchas virtudes sacerdotales que tienen que salir en la vida del seminarista. Lo tienen que ver los superiores y también los propios seminaristas. Si es idóneo, adelante.
¿Puede haber menos sacerdotes? Inicialmente, sí. Pero la apuesta por la calidad es claro que ayuda. Más vale tener menos sacerdotes pero que sean idóneos, porque esos mismos atraerán a otros. Pero un sacerdote que no sea idóneo puede alejar a muchas personas de la Iglesia.
– Esto obligaría a reorganizar diócesis y parroquias cambiando los esquemas que tenemos actualmente, ¿no?
– Hay una dimensión que habrá que cuidar mucho en Occidente. El papel del laicado. Los laicos en las parroquias tendrán que tener más relieve en muchos campos. ¿Quién puede confesar? El sacerdote, ¿Quién puede celebrar la Eucaristía? El sacerdote. Pero hay muchos campos donde el laico puede hacer tanto como los consejos económicos donde el sacerdote sabe poco, en el consejo pastoral deben intervenir laicos, en la catequesis… No tiene que ser el sacerdote el que esté en todo.
Habrá cosas que habrá que organizar. Pero estoy convencido de que Dios suscita vocaciones cuando se ve un sacerdote entregado, que es ejemplo, que reza, que se preocupa de sus fieles. Así surgen vocaciones, porque Dios llama a esa persona viendo el ejemplo de una persona concreta. Habitualmente esto es así. Los muchachos se sienten llamados al sacerdocio cuando ven al párroco que es su hombre entregado, fiel, generoso, que no pone límites. Esto atrae.
– El Papa Francisco ha hablado en varias ocasiones de que no ingresen en el seminario personas con tendencias homosexuales arraigadas. ¿Por qué es importante este hecho?
– El tema clave es que sea una persona muy equilibrada. El sacerdote tiene que ser una persona que sepa orientar, guiar, estar en su posición, sin excederse. Hay que tener un equilibrio interior muy fuerte.
Situaciones de afectividad que se disparan en un lado u otro pueden acabar destruyendo. Por eso hay que estar muy atentos a los dos lados, si uno no vive bien la afectividad porque se relaciona con personas del otro sexo sin saber acercarse de modo adecuado no es bueno. Y si es lo otro tampoco es bueno porque no encuentra el equilibrio que es necesario en un pastor.