“El chismoso es un terrorista que mata con la lengua”, advierte el Papa en la audiencia

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Este miércoles 14 de noviembre a los alrededor de 11.000 fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro

Francisco dedica su catequesis al octavo mandamiento (“No dirás falso testimonio ni mentirás”), que “prohíbe falsear la verdad en las relaciones con los demás”

“Cuántos chismes destruyen la comunión por ser inoportunos o por falta de delicadeza”, lamenta Bergoglio, advirtiendo que los cotilleos funcionan “como un cuchillo

“El chismoso o la chismosa es un terrorista, porque con su lengua tira la bomba y se va, pero esa bomba destruye la fama de otro y él se queda tranquilo”. En la catequesis que dedicó este miércoles 14 de noviembre a los alrededor de 11.000 fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro durante la audiencia general, el papa Francisco habló sobre el octavo mandamiento (“No dirás falso testimonio ni mentirás”), que “prohíbe falsear la verdad en las relaciones con los demás”.

Al tratar de responder a lo que significa ser sinceros, Jorge Mario Bergoglio criticó a quienes “absolutizan sus puntos de vista” o revelan “hechos personales o reservados de otras” personas. “Cuántos chismes destruyen la comunión por ser inoportunos o por falta de delicadeza”, lamentó, subrayando a continuación que “los chismes matan” porque funcionan “como un cuchillo”.

“Comunicación con todo lo que se hace y dice”

El Pontífice advirtió sobre lo “grave” que resulta vivir “de comunicaciones no auténticas, porque impide las relaciones recíprocas y el amor al prójimo”. La comunicación entre las personas, destacó, no se desarrolla sólo con palabras, “sino también con gestos y actitudes, hasta con silencios y ausencias; se comunica con todo lo que uno hace y dice”.

En la búsqueda por saber qué es realmente la verdad, el Papa puso el ejemplo de Jesucristo: “Con su pasión y su muerte, demuestra que él mismo es la realización plena de la verdad, pues su vida fue un reflejo de la relación con el Padre. En su manera de vivir y morir, cada acto humano, por pequeño o grande que sea, afirma o niega esta verdad”. Por ello consideró que cumplir el octavo mandamiento supone vivir “como hijos de Dios” haciendo que en cada uno de los actos de la persona “se refleje que él es nuestro Padre”.